Fotografo: Bere Rivera

Hola soy Bere Rivera o BRO como muchos me conocen, soy egresada de la carrera de Diseño y Comunicación Visual de la Facultad de Artes y Diseño de la UNAM.

Me especializo en la fotografía de retrato y espectáculos principalmente. He trabajado para Bud Light, Dos Equis Mx, Mercedes Benz Fashion Week México y colaboro en Indie Rocks! Magazine.

Instagram: @bereriveraoficial

Jenny Lewis en El Plaza Condesa

Un tornado de música campirana para liberar el alma.

Pocos minutos antes del show de Jenny Lewis, el escenario se ilumina con una intensa luz roja, se escuchan grandes clásicos de la música popular mexicana a piano solo y los asistentes se encuentran metidos en platicas muy profundas.

Del lado derecho se escucha la intensa discusión de cómo se nos complica tener una buena administración de dinero, del lado izquierdo, y en otro idioma, recuerdan que el Aha Shake Heartbreak de Kings of Leon era increíblemente bueno y como poco a poco se empezaron a ir al demonio.

Precisamente la generación que escuchó ese disco en 2004 y que ahora odia a Kings of Leon, es el tipo de audiencia que viene a un concierto como este.

El Plaza no estaba tan lleno, aún hasta el final del concierto, nunca llegó al lleno total, ¿pero eso importa para presenciar un gran concierto? Por eso era tan fácil escuchar las voces de varios círculos de plática, conversaciones que al comenzar el show se convirtieron el aplausos, baile y risas de gran satisfacción.

Un breve intro musical es el que da la entrada a Jenny Lewis que sale amedrentando a los presentes quienes aplauden con tan solo verla montada en el escenario.

Los demás miembros de la banda apenas se acomodan sus instrumentos, los afinan y ajustan sus asientos cuando un par de teléfonos con luces neón, sobre el teclado de Jenny, se encienden y comienza la noche con “Heads Gonna Roll” a guitarra, piano y voz.

“Wasted Youth”, la segunda canción de la velada, comienza a sonar ya con todos los músicos vibrando al mismo tiempo y todo se escucha de súper lujo.

El bajo, el órgano, la batería y la guitarra realizan una economía de sonido bien gestionada, ahorrándose acordes innecesarios, manteniéndolo todo simple a lo individual para que en el ensamble todo tenga una ejecución más precisa y fina.

Esa estrategia les da más control en la ejecución y sobre todo ayuda a la voz de Jenny a jugar con diferentes rangos que obviamente mandan al demonio la cordura del público que lanzan gritos eufóricos completamente impredecibles. A veces gritos de mariachi, a veces algún tipo de grito polinesio de batalla o hasta gritos de emoción al estilo Pérez Prado.

Una onda muy rara, pero divertida, todo eso es lo que provoca la gran voz de Jenny, que se ha vuelto más potente y mucho más experimentada durante el transcurso de su carrera.

Pero la voz no es lo único que Lewis ha evolucionado, también su visión del show en vivo ha mejorado increíblemente. Ella sabe muy bien lo que quiere, usar un jumpsuit con hartos brillitos, una escalera pequeña difícil de subir con tacones gigantes, globos enormes para que el público termine de divertirse en grande o un micrófono dentro del auricular de un teléfono para interpretar “On The Line”.

Esa selección de recursos, más la forma en la que Jenny Lewis se desenvuelve en el escenario, hacen que el show se vuelva tremendamente disfrutable. Cada instante está pensado premeditadamente, pero también un poco de improvisación entra en el show para hacerlo más orgánico y divertido para quienes se posan frente al público.

Y sí, éramos un quórum un poco mínimo, pero eso no impidió que liberáramos todo lo que traíamos dentro en una catarsis con gritos y baile.

Self Sabotage, una fusión de música que fluye sin reglas

"Nuestra música es una fusión de sonidos orgánicos y humanos, combinados con elementos electrónicos", define Self Sabotage.

Jordi Zindel y Carla Valverde son dos multiinstrumentistas mexicanos que iniciaron este proyecto en 2016 después de haber sido invitados a presentarse en Leonor, CDMX. Tras una “Improvisación” –como ellos definieron el show de esa noche– se dieron cuenta de que tenían algo muy especial en sus manos. 

Pero no fue hasta después de su presentación como teloneros de Rhye en Teatro Angela Peralta en 2017 que Self Sabotage se percató de que todo estaba fluyendo muy rápido; sabían que tenían que hacer música y lanzar algo oficial, por esa razón produjeron su primer EP Skin And Bones (2017).

Luego de presentarse en el Festival Vaivén 2019, el dúo lanzó su primer larga duración: Visums (2019). Un álbum que en nueve temas nos muestra una fusión de energía de sonidos y –como su nombre lo indica– representa un universo musical sin barreras.

Te compartimos a continuación el álbum completo para que lo escuches y disfrutes del arte de la portada realizada por Santiago Luis-Castillo.

El sencillo “Agua” es una melodía que Carla realizó en voz y guitarra y Jordi produjo dándole un toque especial con algunos bongos, congas y maracas. Mira a continuación el video co dirigido por Israel Chávez, Pablo Favela Gabriel Selassie.

Bajo la premisa de llevar este proyecto a escenas internacionales, Self Sabotage se ha encargado no solo de fusionar distintos géneros musicales como electrónica, jazz y rock alternativo, sino también ha apostado por abordar dos idiomas con los que se sienten cómodos.

Aunque son muy fans de bandas como Gorillaz, Radiohead y King Gizzard & the Lizard Wizard, no tratan de parecerse a ellos, simplemente los ven como una inspiración de lo que han escuchado a lo largo de su vida para poder crear un nuevo concepto. 

Para enterarte de los nuevos lanzamientos que tiene preparados Self Sabotage, no te olvides de seguirlos en sus redes oficiales como Facebook, Spotify e Instagram.

Final Vans #SessionsMx en el Foro Indie Rocks!

La infame explosión musical de la gran final de Vans #SessionsMx.

Durante el recorrido de bandas en las cuatro semifinales conocimos el rockabilly salvaje de Los Twister Sisters, escuchamos los sonidos electrónicos de Reveil, levantamos los puños y rugimos con el heavy metal de Coventry, y bailamos, buenvibramos y gozamos en la final con la fusión reggae-latina-hip hop de Motomoreno.

Pero no solo los escuchamos, los vimos entregarse por completo en el escenario, sudar los nervios y la adrenalina, gozar la victoria momentánea y los vimos desenvolverse en el entarimado, cada quien a su propio estilo.

Cada banda luchó contra sus propios demonios en escena durante media hora, abajo la gente no paraba observar, juzgar y preguntarse qué pasará. Arriba, Los Twister Youngs sostienen sus instrumentos sin temor alguno y los ejecutaban sin cometer errores, Reveil dan lo mejor de sí, lanzando beats para mover cuerpos.

Motomoreno crea olas de reggae para tirar paz y baile, Coventry provoca el primer circle pit de la noche y sorprende con gritos en agudos inalcanzables.

La decisión para los jueces se hace cada vez más y más difícil, con tanta diversidad de géneros, ¿cómo compararlos?, esto es realmente lo más complicado de una batalla de bandas… La decisión para darle la victoria a una sola banda.

Eso sí, algo ocurrió durante la competencia, algo que pareció crucial para la decisión de los jueces. Los gritos de “¡otra, otra, otra!” sonaron más claros y con mayor intensidad al terminar la presentación de Motomoreno… Quizás una profecía.

Para dejar a los jueces deliberar, dejar descansar a las bandas concursantes y disipar un poco el suspenso, El Shirota sube a escenario a destruirlo todo, noise, krautrock, hardcore, psicodelia, movimientos bruscos, espasmos psicóticos al tocar los instrumentos, se están electrizando en el escenario.

El Shirota sale del escenario y… Los jueces aún no saben qué demonios va a pasar, ni que decisión tomar.

Mientras el staff preparaba todo lo necesario para Temples, removiendo amplificadores, limpiando el escenario de instrumentos ajenos a los ingleses y corriendo de un lado a otro para cumplir los horarios establecidos, quizás solo hubo un retraso de 10 minutos.

Por fin, vieron un espacio para poder saltar al escenario y posarle a lado de los presentadores, la cara de los presentadores luce segura, pero agridulce porque, ¿por qué tendría que haber un ganador? Maria Letona, Leonora Milan, Korno, Cynthia Flores y Javier Blake por fin toman valor y anuncian al ganador: ¡Motomoreno!

Sí era una señal, los gritos de “¡otra, otra, otra!”, fueron la señal perfecta para la deliberación. Entre lagrimas de felicidad y las mañanitas entonadas para celebrar en natalicio de Diego Barrera, Motomoreno recibe dos felicitaciones al mismo tiempo, que día para estar vivo.

Los aspectos a calificar fueron: conexión banda - público, concepto de la banda, ejecución e interpretación, para los jueces todo suena justo y de cierto modo lo es, realmente fue lo mejor que pudieron hacer y lo más honesto.

Pero sí, en sus inicios, David Bowie hubiera participado, seguro hubiera perdido, en sus meros inicios la conexión con el pública era nula, su teatralidad en el escenario le hubiera ayudado, pero también tenia una interpretación un poco pobre al principio.

Los compas de Suicide, que ahora son una gran leyenda con gran influencia en la música moderna, si hubieran participado en 100 batallas de bandas las 100 las hubieran perdido, todos los odiaban porque no los entendían.

Este tipo de activaciones no son una competencia, deberían de verse como una celebración a la música y un incentivo para seguir creando.

Las bandas no ganadoras no deben sentirse mal, ni compararse con otras, no deben pensar que fueron malos, más bien llenarse de energía con la respuesta de la gente a su música, portarse como verdaderos rockers, mandar al demonio todo esto y seguir creando, seguir sintiéndose bien consigo mismos al dejar fluir la vibra artista, musical y creativa.

Y para terminar las festividades, disfrutar al máximo nivel todas las victorias y aprendizajes, curar también de espanto a los jueces, Temples con su psicodelia ultra pop se derrama en los cuerpos de los presentes para cerrar este larga, pero divertida competencia.

The Cure en el Foro Sol

En una noche como esta, en la calle de la fascinación con The Cure, tenemos el corazón roto.

Es difícil escapar de los clichés cuando se habla de bandas que han hecho historia y, cuando se trata de agrupaciones que siguen marcando un punto y aparte con su música, es complicado decir algo que no se haya dicho con anterioridad. ¿Qué puedo decir del concierto de The Cure que no se imaginen quienes no estuvieron ahí y que conocen a la banda? Creo que nada. Basta revisar el setlist para darse cuenta de que fue grande. Épico, redondo, contundente. Así como lo fue el de 2013, pero con menor duración. 36 canciones que abarcaron casi todas sus etapas, desde las más oscuras hasta las más felices cruzando por el camino sinuoso del post punk. Lo único que extrañamos fue un guiño a la decadencia de Pornography. Fuera de eso tuvimos Disintegration, Kiss Me, Kiss Me, Kiss Me, The Top, Faith, incluso tuvimos Three Imaginary Boys y Boys Don’t Cry. Quienes estábamos ahí sabíamos de antemano que se abrirían algunas grietas y que más valía cauterizarlas ahí mismo o de lo contrario saldríamos corriendo a una farmacia para buscar gasas. Afortunadamente la banda que dirige Robert Smith desde 1976 se encargó de abrirlas y de cicatrizarlas.

Rey Pila, la agrupación mexicana que siguió tras Violet Vendetta sonó impecable, muy nítida, aunque sin mucho éxito en el Foro Sol que para ese momento aún no almacenaba a la mitad de los que eventualmente llegarían. Ejecución perfecta, pero en el tercio de su presentación la música careció de lo que se encuentra en el ADN de The Cure, alma, profundidad, ira, dolor. El rock and roll viene de ese punto o simplemente no lo es. Se asemejan a muchas bandas y sus composiciones pueden ser interesantes, pero no lograron tener espíritu. Y The Twilight Sad, que continuó en el repertorio, por el contrario, les sobra salvajismo, crudeza, su música es post punk y shoegaze rabioso. Poco a poco se clavaron en el terreno del sonido ensimismado, rebuscado, como autoflagelación, pero en su primer visita a México los escoceses triunfaron. Y en esos fenómenos que nos encargamos de dotar de significado o que nos sirven para pensar la vida no llovió aunque el cielo se nubló y dejó caer algún atisbo, en cambio hacía frío, ese frío que hela el cuerpo, el cielo estaba despejado, cayó la noche, todo parecía puesto a ser, y a las 21:10, The Cure comenzó la ceremonia…

La banda tiene en su vena la historia de un fragmento de tiempo, tiene algunos de los mejores discos que se hayan publicado, ha sobrevivido considerablemente y cubre con un manto oscuro aquellos recuerdos que estallan en la memoria, casi siempre relacionados con el dolor y la melancolía. A este show se congregaron almas de cualquier clase social y de cualquier edad, había imitadores de Robert Smith, adultos, niños, jóvenes que probablemente no habían nacido cuando la banda publicaba su último gran trabajo en el 2000, Bloodflowers, la culminación de su trilogía maldita. Había de todo y si me lo preguntan estoy con la certeza de que quienes gritamos eufóricamente cuando comenzó “Plainsong” con su sonido de cristales quebrándose conocemos el dolor. Cualquier tipo de dolor y que viene acompañado de esa oscuridad que mencioné arriba. The Cure es, aunque me pese la traducción literal, esa cura para las heridas abiertas, para los recuerdos hirientes y también un píldora para traer de vuelta algunos más agradables.

En un escenario enorme que tenía una pantalla igual de grande de fondo brillaban ambientes relacionados con las canciones como un bosque en “A Forest” o unas llamas agitándose en “Burn”, las siluetas negras de los ingleses se desenvolvían con fuerza; seguros, contundentes, manipulando los instrumentos, dirigiendo el alma y el corazón de más de 70 mil asistentes de negro que participaban con ahínco. Unos cañones de luz dejan ver esas miles de cabezas cuyos gritos se escuchan en esta arquitectura que sirve de marco de una ceremonia en la que uno puede flagelarse y sanar en una misma canción. Una extraña fuerza que empuja en el pecho, en el estómago, en las manos, en la cabeza, en las células hasta llegar a una catarsis en la que el dolor se convierte en una experiencia trascendente. “Pictures of You”, “A Night Like This”, “Just One Kiss”, “Love Song”, “Just Like Heaven”, “Prayers For Rain” entre algunas otras antes de abandonar por primera vez el escenario con el grito de la desintegración y aniquilación y ruptura y desquebrajamiento que es “Disintegration”. “Nunca dije que me quedaría hasta el final, sabía que te iba a dejar con los bebés y con todo (…), los dos sabíamos cómo es siempre el final”.

Y después nueve temas más entre ellos “Lullaby”, “The Caterpillar”, el debut en el tour de “Hot, Hot, Hot!!!”, “Friday I’m in Love” y el cierre fue “Why Can’t I Be You”. Para entonces ya van 30 canciones. Podríamos irnos y sentirnos satisfechos, pero la banda aproxima un cierre para los fans de aquellas primeras composiciones que les explotaron a muy temprana edad. El sonido se estaba perdiendo y se saturaba en momentos, la banda arrojó seis temas más de punk rápido y existencial, “Three Imaginary Boys”, “Boys Don’t Cry”, “Jumping Someone Else’s Train”, “Grinding Halt”, “10:15 Saturday Night” y la fabulosa y existencial canción que fue el cierre perfecto para la noche en que pudimos ver con claridad la oscuridad, “Killing an Arab”. Eso fue, pudimos ver y sentir y escuchar con nitidez esas canciones que entre muchos temas recurren siempre a las lágrimas que gotean, gotean, gotean…

Metric en El Plaza Condesa

Una tierna y explosiva noche con Metric.

Siempre es agradable ver cuando las bandas conectan con sus fans en un país y tratan de complacerlos lo más posible. Los canadienses Metric, después de presentarse en varios estados del país —incluyendo un concierto junto con Zoé y varios festivales—  concluyeron su tour en tierras nacionales con una cálida despedida en El Plaza Condesa que será recordada por bastante tiempo.

Con más de dos décadas de trayectoria y ya siete producciones de estudio, Metric ha robado el corazón a muchos con su combinación de rock y finas texturas de synth pop. Además que la banda está conformada por talentosos músicos, su frontwoman, Emily Haines, irradia energía pura con cada espectáculo.

Tuvimos el gusto de iniciar la velada con la gracia de Andrea Franz, multiinstrumentista y artista visual de La Palma, California, que con sus pop agridulce derritió nuestros sentimientos. Fue agradable ver que, para ser un acto telonero, contó con gran producción ya que salió con una banda completa para tocar encantadoras piezas como “We’ve Met” y “La Ciudad”. Gran presentación que fue recibida y despedida con aplausos por el público.

Después de casi media hora de espera —un poco innecesaria—  los integrantes de Metric salieron modestamente al escenario para iniciar a tocar los primeros acordes de “Black Sheep”, pegajosa canción de la película Scott Pilgrim vs. the World (2010), basada en el cómic del también canadiense Lee O'Malley. Curiosamente, se sabe que el artista gráfico se inspiró en Haines para el personaje Envy Adams. Después de prender a los presentes con este éxito internacional, pasaron a la tenue “Twilight Galaxy”, dando un respiro para explotar intensamente con “Synthetica”.

El setlist estuvo compuesto en su mayoría por piezas de su más reciente disco, Art of Doubt (2018), como “Risk” con sus claros e inspiradores riffs, la homónima “Art of Doubt” cargada de emociones encontradas, “Dressed to Suppress” y sus coros angelicales, así como “Love You Back” que nos puso a gritar con sus versos.

Sin embargo, también hubo espacio para algunas favoritas como la tierna “Breathing Underwater”“Cascades” con su sensual ritmo envuelto de misticismo, y por supuesto, “Gimme Sympathy”, alegre hasta la médula. Desafortunadamente, el setlist fue algo escaso en comparación a su show en Guadalajara este mismo año, y tampoco se tuvo gran producción sobre el escenario. Aún así, cada integrante puso toda su vida en cada movimiento y nota.

Si algo es distintivo de Metric, son sus niveles de energía que cambian de una canción melancólica y sensible a erupcionar con rock, baterías agresivas y Haines proporcionando patadas, golpes y brincos a diestra y siniestra. Hacia el final, se tuvo un paso sólido con “Underline the Black” y su deliciosa melodía, así como con la intensa “Gold Gun Girls” en donde el guitarrista James Shaw se lució con un solo.

Después de una breve pausa, regresaron para un excelente encore compuesto por la electrizante “Dark Saturday”, así como la sorpresiva “Common Lives”, una canción especial compuesta cuyos ingresos serán donados a la preservación de la Mariposa Monarca. Las últimas dos canciones fueron “Help, I’m Alive” con su asincopado ritmo y emotiva letra, para cerrar con todo en “Now or Never Now”, que nos erizó la piel.

Así, concluyó esta genial presentación de Metric, que solo nos queda desearles mucho éxito por años venideros, y que por supuesto, sigan visitando nuestro país para endulzar nuestro corazón pero también ponernos a brincar.

Fobia en el Auditorio Nacional

Una noche de complicidad y nostalgia con Fobia.

El 4 de octubre del 2019 será una velada difícil de olvidar para los miles de fanáticos que se dieron cita en el Auditorio Nacional. La emoción de los asistentes por la celebración de los 30 años de trayectoria de Fobia era evidente desde las escaleras del recinto, donde felices compraban mercancía con el nombre de la agrupación como parte de su preparación para lo que se convertiría en una noche mágica.

Poco antes de las 21:00 H comenzó todo, las luces se apagaron y de inmediato la gente se levantó de su asiento para recibir con gritos y aplausos a Leonardo de Lozanne, Jay de la Cueva, El Cha!, Iñaki Vázquez y Paco Huidobro. No fueron necesarias las palabras para empezar con lo que sería un festejo inigualable, solo bastó que los primeros acordes de “Mundo feliz” tomaran lugar para que la gente desbordara su emoción y se diera inicio a la fiesta.

“Buenas noches” fueron las primeras palabras que Leonardo dio para presentarse, palabras que pasaban casi desapercibidas entre los piropos y gritos que recibía el cantante cada vez que caminaba a lo largo del escenario.

Temas como “Dios bendiga a los gusanos”, “Plástico” y “Camila” estremecieron el Auditorio desde el inicio del recital, mientras que canciones como “Perra policía”, “Puedo rascarme solo” y “Pudriendo” tomaron por sorpresa a los presentes ya que no son canciones que la agrupación suela tocar en sus presentaciones en vivo.

Mientras la banda daba de todo en su show, mantas gigantes con ilustraciones de las canciones se mostraban en el fondo y luces láser atravesaban de forma horizontal el escenario creando efectos visuales atractivos e impactantes.

“Gracias por la complicidad”, dijo Leonardo emocionado al ver como el público enloquecía en cada canción.

El recorrido por los éxitos de la banda continuó, donde “Revolución sin manos”, “El diablo” y “Veneno vil” fueron los más vitoreados, mientras que “El crucifijo” e “Hipnotízame” los más coreados.

La velada estaba por terminar cuando Jay de la Cueva tomó una guitarra acústica y junto a sus compañeros tocaron “Vivo”. Los fanáticos no querían que terminara la noche, por lo que poco a poco se comenzó a escuchar “Oe Oe Oe, Fobia, Fobia”, provocando una gran sonrisa a los integrantes quienes incrédulos solo pudieron agradecer el cariño que se les mostraba.

Finalmente “Hoy tengo miedo”, sería el tema con que terminaría el show de la agrupación. Sin duda fue un gran Pastel de cumpleaños para una celebración inigualable.

Caravan Palace en El Plaza Condesa

Caravan Palace puso a temblar a El Plaza con mucho baile quita penas y su electro swing.

Ayer, 28 de septiembre, la Ciudad de México tuvo la fortuna de bailar al ritmo de Caravan Palace en El Plaza Condesa. Esta fue la primera vez que la banda se presentó en México. Con un sonido moderno que retoma elementos del swing clásico de los años 20, la banda ha forjado una fuerte base de seguidores. El público que ayer inundó el recinto demostró que Caravan es una banda para bailar, gritar, y sacar toda la energía para hacer retumbar la Tierra.

Las puertas del recinto se abrieron a las 18:00 H, y entre la tormenta que amenazaba con dejarse caer y la emoción de los fans más devotos, El Plaza comenzó a llenarse. Dentro, esperaba una silent party montada por Aspirina Sound Off. La fiesta era un recuadro lleno de gente con audífonos inmersa en su música. Los encargados de crear el ambiente dentro de esta fiesta, fueron DJ Puma, y el dúo, DJ Sobrio.

Alrededor de las 19:30 H, la audiencia ya se veía realmente dividida entre los más aficionados y el resto. Parecía un concurso de locos, entre los que se amontonaban frente al escenario vacío, y los que bailaban y aplaudían a la nada. A las 19:45 H, la silent party llegó a su fin, y en menos de cinco minutos, solo quedaba una mancha de gente ansiosa por que el grupo ya saliera.

La entrada a la atemporalidad

El escenario estaba descubierto y asomaba un robot destartalado, justo como el de la portada de Chronologic, el disco que Caravan Palace lanzó en agosto de este año. Cuando las ansias y el ambiente que traían los espectadores parecía comenzar a bajar, los encargados de sonido pusieron "El triste" de José José. El público enloqueció, y con gritos cómicos recordaron cantando al recién fallecido Príncipe de la canción. Entre risas y un luto cómico estuvieron listos para bailar con Caravan, que salió unos minutos después.

La gente estuvo fuera de sí, y desde el comienzo se sintió una energía indescriptible. El robot que tenían de fondo llenó el escenario de misticismo cuando se inundó de humo y de luces estruendosas. La audiencia se amontonaba para casi casi sentir el sudor de Zoé Colotis, la cantante de la banda, mientras otros sacudían los pies al ritmo del saxofón y la sombra del sintetizador.

El diseño de las luces animaba al público a llegar al clímax, mientras que Zoé, Arnauld, Victor, Charles, Antoine y Paul los animaban para bailar y dejar su alma en la pista. Presenciar esto es algo mágico. Estar a punto de llegar al 2020 con gente bailando y cantando swing es increíble. Nos pusieron a bailar durante casi dos horas y media.

La energía que se sentía en la audiencia, y el estruendo que generaba fue increíble. Hubieron canciones como "Miracle" que prendieron a la audiencia y los hizo brincar y bailar por todos lados. El Plaza crujía al tono de "Lone Digger" y "Tattoos", y la felicidad del público y la banda, era tal, que salieron dos veces por encores. Colotis, en su español perfecto pidió fotos y agradeció por la bienvenida que les dimos, habló de cuánto les gustó nuestro país, y de lo mucho que significó la visita.

Sin duda fue una noche mágica y atemporal, con sonidos eclécticos que imposibilitaban saber si estábamos bailando en el futuro, o en un pasado utópico.

Ely Guerra en el Centro Cultural Roberto Cantoral

La montaña rusa de la soledad: Ely en El Cantoral.

La noche fría del 21 de septiembre auguraba la intensidad que aguardaba a las puertas del Centro Cultural Roberto Cantoral, para vivir una experiencia que da un antes y un después. Esta noche de sábado, la gente comenzaba a aparecer de a poco para escuchar a Ely Guerra como nunca se ha escuchado antes: desnuda, vulnerable, vitalicia y valentísima.

Y así fue como en punto de las 19:30 H se dio el aviso, con la regla inoperante hacia el público de no revelar el contenido ni en foto ni en video de la vivencia que dejaría Zion. La regiomontana dio apertura con Atrium”, la primera rola del disco, cuyos visuales en vivo te transportan a un viaje astral; para “Grandes esperanzas”, la cantante se mostró semidesnuda como parte del arte visual, así, sin maquillaje, al natural, disfrutando la soltura de su cuerpo de manera muy artística. En el comienzo de “Into The Desert”, las luces se apagaron y el silencio invadió el recinto, para de a poco escuchar esos sonidos onomatopéyicos y naturales que caracterizan a Zion, una luz roja y Ely Guerra al piso para darle un tono mucho más forte y dramático.

Mucho se ha dicho que este álbum no es Ely Guerra; muchos se preguntan qué pasó o si es otra; lo que no cabe duda es que es la mejor versión de Guerra, pues demuestra una potencia vocal dominante, incluso sobrada, en tonos que requieren mantenerse fuerte, una artista completa y de otro mundo. Varias palabras podrían definir a la cantante de este concierto, pues se notaba segura, confiada, dominante, con mucha audacia, pero, sobretodo, muy libre, elegante y exuberante, en el buen sentido.

Fueron 44 minutos de concierto, donde las transiciones entre canciones marcaban una pausa tras los aplausos y el silencio precedido, siempre con la expectativa inherente de lo que seguía después. Los visuales siempre abocaron a lo corpóreo, los sonidos son los que marcan a Zion: sonidos naturales, susurros y mucha narrativa, interpretada igualmente por Ely; los tonos que logró alcanzar durante el concierto, denotan que en verdad es su mejor momento vocal, se adueñó del escenario; en repetidas ocasiones, la notábamos en el suelo, disfrutando su interpretación y, como ella misma afirma, conectando con su soledad.

La vivencia de este evento quedará marcada en los presentes, marcará un antes y un después cuando asistan a un concierto, pues con Zion no hay medias tintas; hoy no fue para corear ni gritar las canciones de Lotofire, más bien fue un espacio de reunión atemporal, donde la gente se conectó y entendió la desnudez que la cantante quiso plasmar en este disco. Los visuales y el arte del álbum hacen un homenaje, tal vez no intencionado, al verdadero México, al de los paisajes nacionales, las flores que se comen y las plantas que nos nacen, no el México que se ve desde fuera. Por sus raíces, Ely Guerra es multicultural por naturaleza, con portugués en su sangre y descendencia libanesa, además de su amor por su país, que queda demostrado en “Mía Patria”.

Quedó claro que Zion no será un disco para la radio, no se hizo para complacer a nadie y que fue creado desde su independencia; es un álbum que llega al alma y no a las masas, tuvo un proceso distinto y mucho más introspectivo que lo que nos tenía acostumbrados. Durante el concierto, solo se interpretaron las canciones de Zion, pero fue tal la experiencia, que más de uno luchaba contra la tentación de tener el celular en la mano, para guardar el momento no solo en su memoria.

Babasónicos en el Auditorio Nacional

La calma después de la tormenta con Babasónicos en el Auditorio Nacional.

Cada 19 de septiembre es un día complicado en la Ciudad de México, entre simulacros, supersticiones y el temor latente del desastre. Un concierto siempre es un buen espacio para apaciguar los ánimos y este 2019, en el día del aniversario de los sismos en la capital, Babasónicos nos dio dos horas de catarsis y emociones en el Auditorio Nacional.

A las 20:00 H salió Salvador y el Unicornio al escenario con una vestimenta reminiscente a aquellas del Sgt. Pepper a calentar el escenario con temas rock pop con un toque folk y ritmos latinos como “Carolina”, “Agua de coco” y “Calma”, esta última a dueto con Silver Rose, también conocida por formar parte de Ruido Rosa.

Para cuando finalizó su acto de media hora, el Auditorio se encontraba a menos de la mitad de su capacidad –quizás consecuencia de la incesante lluvia y el tráfico afuera-, pero puntuales a las 21:00 H, Babasónicos dio inicio a su concierto con “Ingrediente”, extracto de su más reciente material, Discutible.

Siete músicos salieron a escena con Adrián Dárgelos en medio y sobre la plataforma localizada frente a la pantalla principal, la cual también contaba también con las secciones de percusiones, bajo y sintetizadores. Portaba un atuendo reminiscente a Frodo de El señor de los anillos y un look de ermitaño con su barba prominente y cabellos largos y blancos.

A pasos pequeños

Es un inicio delicado con temas suaves, suenan “En privado”, “Bestia pequeña” y “Vampi”. “El loco” es el primer tema de la noche que pone de pie a todo el Auditorio Nacional, en esos momentos ya casi al tope de su capacidad. Para “Pijamas” se despliegan una serie de luces multicolor y los ánimos se levantan, el público está completamente enganchado, bailando y cantando, actitud que continúa con “Sin mi diablo” y “La lanza”.

Con “El colmo” llega uno de los momentos más emotivos y coreados de la noche. Los temas nuevos tienen una recepción mixta, durante algunos más lentos y sosegados como “Adiós en Pompeya” muchos aprovechan para sentarse o ir al baño, mientras que “Trans-algo” y “Teóricos” de sonido más movido tienen una acogida más cálida y algunos coros por parte del público.

En su más reciente álbum ciertamente tienen un papel más predominante los ritmos electrónicos y los sintetizadores, lo cual en vivo se traduce mucho mejor que en estudio y brinda variedad a su paleta sonora. Especialmente el tema “La pregunta” genera un momento de trance colectivo con su vibra misteriosa  aderezada por visuales psicodélicos de fondo.

Hay Babasónicos para todos

En general, Babasónicos mantiene un buen balance entre lo nuevo y lo viejo, canciones obligadas como “Irresponsables” siguen causando furor en el público que canta cada nota y emocionan desde sus primeros acordes. “Y qué” y “Putita” tampoco pueden faltar y más adelante despliegan su característico sentido del humor e irreverencia lírica y “Sobre la hierba” causa que los más nostálgicos no puedan evitar correr hacia el frente del escenario para bailar y tomar videos.

Fue un acierto el colocar “Desfachatados” y “Pendejo” una tras otra en el setlist para hacer brincar a los espectadores con sus ritmos que nos remontan al cine western. A su vez “Cretino” y “Orfeo”, los temas más roqueros de Discutible hicieron una dupla ganadora.

“Hacerte mi putita, probar tu galletita, con toda devoción”, corea el Auditorio en medio de una luz anaranjada rumbo a la recta final. Le siguen “Los burócratas del amor” y la romántica “Risa” para bailar lento, “Fan de Scorpions” es reconocida y bienvenida por los fans más acérrimos y llega el turno de “Carismático” y “Yegua” para cerrar con broche de oro.

Las despedidas nunca son fáciles

La banda pudo hacer su salida triunfal ahí, pero en breve regresó para tocar dos canciones más: “Cuello rojo” y “El maestro”, no sin que antes Dárgelos dirigiera unas palabras de duelo por los sismos que azotaron la ciudad en esta fecha, fue prácticamente lo único que dijo en toda la noche además de sus continuos agradecimientos al público.

Fueron dos horas de música -con tres descansos breves- que se fueron volando y que incluso se sintieron insuficientes para una banda con una trayectoria de casi tres décadas. “Puesto”, “Los calientes”, “Deléctrico”, “Microdancing” y muchas otras canciones no cupieron en su extenso setlist y dejaron con ganas de más.

Adultos que crecieron con la banda llevan a sus hijos a compartir la música que los ha acompañado por tantos años y jóvenes siguen descubriendo las canciones de Babasónicos que siguen sonando actuales y sobre todo auténticas. La lluvia ha cesado afuera del Auditorio mientras muchos corremos entre los charcos para alcanzar metro y evitar las altas tarifas nocturnas de otros medios de transporte, pero los de Buenos Aires hicieron mejor la noche de un día difícil.

Caifanes en el Auditorio Nacional

Caifanes en el Auditorio Nacional: El renacimiento del quinto sol.

Dos fechas completamente agotadas en el Auditorio Nacional son el reflejo del éxito que tiene una banda que siempre está en boca tanto de partidarios como de detractores, vista por algunos como unos de los últimos salvadores del rock nacional, y por otros como un mero producto de la nostalgia. Lo cierto es que Caifanes sigue atrayendo público de nuevas generaciones y a su vez reencontrando a aquellos adeptos que surgieron a la par de ellos hace ya más de tres décadas.

En tiempos donde la oferta de nuevos artistas alcanza niveles inimaginables y otros géneros lideran los rankings de popularidad, Caifanes sigue allí, resistiendo el paso del tiempo, teniendo en frente la noche del viernes 13 de septiembre – que nunca auguró mala suerte – para volver a demostrar que a donde quiera que vayan hay ritual, palabra dicha por Saúl Hernández para calificar la ceremonia  que dio por completado el renacimiento del quinto sol, el Nahui Acatl, y así poder reiniciar el calendario cosmológico del ombligo de la luna.

Vamos a dar una vuelta al cielo, para que no digas que no pienso en ti.

Fue así como poco después de las nueve de la noche Saúl, Alfonso, Diego, Sabo y Rodrigo con un mote de héroes de mil batallas salieron al escenario para reventar el júbilo de los aliados con “Antes de que nos olviden” la cual fue acompañada por gráficos de las luchas sociales que ha tenido nuestro país, partiendo de 1968 hasta nuestros días. Seguida por “Ayer me dijo un ave” la emotividad se hizo sentir desde los primeros acordes, siendo el público y Saúl una sola voz prácticamente todo el concierto.

Un setlist innovador fue el que ofreció la agrupación capitalina a los 10 000 asistentes que se entregaron durante poco más de dos horas, incluyendo temas como “Tortuga” el magnifico son jarocho - tétrico “Mariquita” y la oscura y deprimente “Nada”, logrando sonrisas entre sus fanáticos más clavados. Sin embargo, los clásicos como “La célula que explota” – La cual siempre se adueña la fanaticada – y “No dejes que” no faltaron y se hicieron presentes temprano en el escenario.

Préstame tu peine, clávame en tu cabecera, y déjame donde no me olvides.

Otro factor digno de destacar es la revolución que Caifanes ha impuesto en su sonido en vivo, donde musicalmente han experimentado con nuevos arreglos, tal es el caso de “Quisiera ser alcohol” y “Nos vamos juntos” creando atmósferas realmente interesantes, gracias a la proyección de Diego Herrera en los teclados y saxofón. Si comparamos el sonido logrado desde su reencuentro en el Vive Latino 2011 hasta hoy, es definitivo que la banda suena mejor que nunca en sus conciertos. Buen dato por si sus detractores quieren una razón de por que siguen agotando sus shows.

Por si fuera poco, el gran desempeño de Rodrigo Baills en la guitarra también resultó muy gratificante, imponiendo su propio estilo con riffs estrepitosos, apartándose así de lo realizado por Alejandro Marcovich en su etapa como caifan, siendo notoria la aprobación del respetable al momento de ser presentado. Sin duda el buen Rodrigo ya pasó por la etapa más difícil del cambio de guitarrista.

Por otro lado, la parte gráfica durante el concierto también se lleva un reconocimiento por aderezar lo escuchado en momentos clave. Por ejemplo, en canciones como “Mariquita” y “Debajo de tu piel” se pudieron ver en la pantalla fragmentos de Pedro Páramo de Juan Rulfo, y fotografías que algunos fans mandaron mostrando sus tatuajes alusivos a la banda; y en el caso de “Heridos” se proyectaron las imágenes de los “milagritos” que embellecen el arte de este nuevo single, creado por el gran artista y bajista de Fobia, Chá. Un plus que sin duda se agradece.

Aunque sea a la chingada, pero nos vamos juntos.

No hubo momento en que el Auditorio Nacional regresara a sus asientos para tomar un descanso, la entrega de los fanáticos fue inmensa hacia su grupo, coreando “Los dioses ocultos” a todo pulmón para rematar con “Aviéntame”, siendo este un preámbulo para después sorprender tanto a la agrupación como a los asistentes con un anuncio de parte de Sony Music, que entregó a Caifanes disco de oro y platino. Momento para atesorar en la memoria.

El tiempo se fue como si ya no fuera a alcanzar Metro, un público cautivado donde padres acompañaron a sus hijos, amigos admiraron lo que sus remembranzas les dictaban, como si fuera aquella primera vez en el Rock Stock, o en Rockotitlán, las pedas en el barrio, la rola que le dedicaste a tu primer novia… Todas esas emociones fueron canalizadas por esos cinco individuos parados en el escenario. Aquellos viejos lobos de mar volvieron a reventar sin piedad a la audiencia con “Mátenme porque me muero” seguida de “Nubes”, para así cerrar el ritual místico con “Viento” y con el bailongo darko - sabroso de “La Negra Tomasa”.

El telón se cerró, pero no por mucho tiempo. Lo que pasó esta noche en el Auditorio Nacional fue un exorcismo al mal augurio que solo te puede dar un viernes 13, para todo aquel que sea supersticioso fue como ver a través del vaso, irse volando e ir a ver lo que es eterno.