La astronomía nos sigue dominando.

Uniendo los nombres de sus dos músicos favoritos de blues, Syd Barrett dio inicio al viaje que lo llevaría hasta el final de su existencia, pero dejando detrás y para la posteridad un gran legado e influencia de forma más benévola que Timothy Leary, provocando con la música casi el mismo efecto que el ácido lisérgico. De su mente incomprendida nació el concepto de hacer de Pink Floyd la primera banda que aprovechaba lo visual a la par del sonido para crear una experiencia inolvidable para los fans, misma que se expandiría muy pronto por todo el Reino Unido y que llegaría incluso a acompañar en escena a Jimi Hendrix y Cream.

La satírica historia de “Arnold Layne” fue el primer esbozo del genio. The Piper at the Gates of Dawn, su opus magna, fue maquilado en los estudios Abbey Road mientras los Beatles hacían lo propio con Sgt Pepper´s Lonely Hearts Club Band en la sala de grabación de al lado, el tema “Scarecrow” fue grabado la misma noche que “Lovely Rita” de Paul McCartney, quien nunca escuchó lo que expresaría Syd al escuchar el producto final en una convivencia entre las dos bandas: “es una mierda”, definiendo su desencanto por los Fab Four de Liverpool.

Las ideas y conceptos de Syd perdurarían incluso después de ser reemplazado por David Gilmour. Discos solistas, pinturas, escrituras, padecimientos mentales, el misterio de aquel músico que un buen día decidió desaparecer, abren otra puerta a la infinidad el día de hoy que se celebran años de su nacimiento.

Para celebrar la ocasión fue lanzado el website www.sydbarrett.com en colaboración con familiares, amigos y fans. El diseño en tono índigo en honor a su color favorito, para rememorar la vida y obra de un músico que aparte de ser cómplice del génesis de una de las bandas más celebres de la historia del rock, y de ser influencia directa de bandas como Phish y Smashing Pumpkins y sus respectivos tributos a los temas “Bike” y “Terrapin”, sigue siendo reconocido por su labor en pro de la creatividad en sus diversas formas.

Cuenta la leyenda que Syd estuvo presente en la grabación de un tema en su honor, “Shine on You Crazy Diamond”, solo observando a través de la ventana del estudio sin emitir palabra, para después desaparecer por completo. Una historia que nos habla de la esencia de este ente que figura como mito inconcluso, como un alma errante en el paraíso de la historia de la música.

“Siempre pienso en Syd cuando canto 'Wish You Were Here'", ha dicho David Gilmour al respecto de aquel artista con el que poco convivió, pero mucho tiene que agradecerle. Qué hubiera sido de los subsecuentes detalles visuales en cada tour sin su influencia, ¿hubiera sido The Dark Side of the Moon aún más sicodélico?, eso ya nunca lo sabremos, lo que queda es honrar más que un nombre una historia, más que a un paciente de esquizofrenia a un alma frágil e intuitiva, al sol que le daría origen a un sistema de planetas y sonidos, de mundos inexplorados, de estrellas que se disipan. Syd Barret y su vida al filo de la comprensión, su perspectiva de otras dimensiones, su sobrecarga interestelar, su astronomía infinita.