Fotos cortesía Tropicalia Music & Taco Festival
Abrazo multicultural.
El 6 de noviembre se celebraron elecciones políticas en California. El Golden State se enfrentó a la contienda política con amplia participación, con la esperanza de anular la voluntad de Trump, apoyar la causa latina y continuar su esencia plural.
En la costa oeste, a una hora de Los Ángeles se encuentra Long Beach; una pequeña ciudad de 470 mil habitantes. En lo más profundo del downtown, a un costado del trasatlántico Queen Mary, el Tropicalia Music & Taco Festival vivió su segunda edición.
Día 1: Mexicool
Entre las calles 3rd & Pine, el autobús Passport pasa en intervalos de 10 a 20 minutos.
Por la 3rd grupos de jóvenes –que en su mayoría no superan los 30 años– caminan ignorando la parada. "Creo que tomaré el shuttle", me dice una chica vistiendo una playera con la leyenda “Como La Flor”, refiriéndose al transporte proveído por el festival, mismo que salía a unas cuantas cuadras. Tras una aparatosa demora de dos minutos, el vehículo rojo que provee servicio gratuito llegó por los pocos que decidimos esperar.
Nos dirigimos hacia la bahía mientras observaba el Acuario y el Long Beach Convention Center. Después de 10 minutos estaba en el Harry Bridges Memorial Park. Caminé por la costa sin perder de vista el imponente barco blanco, dentro encontré tres escenarios. Dos en un costado y uno enorme para recibir a los headliners, ambos divididos por una calle, misma que podías cruzar vía puente o túnel; todo sin salir del festival.
El majestuoso Chalino Stage fungió como el punto central, donde miles de asistentes de diferente color, edad y lengua bailaron "17 años" de Los Ángeles Azules y romancearon con “Amor Divino" de Leo Dan. El escenario, presa por momentos de la fiesta latina, era contrastado por lo que sucedía "al otro lado", donde Gus Dapperton y Jasper Bones creaban un espacio más nichado, con público, en su mayoría, local y joven.
Jurassic Shark fue la primera banda que me arrancó una sonrisa y una inmediata admiración con su mezcla de garage y post punk que definen como plank-punk. Me dejé llevar por el ping pong de los escenarios Juanga y Chavela, quedando anonadado con Still Woozy y su pop raro, para después presenciar a Phum Viphurit, que apenas alcanzó a tocar cuatro canciones, debido a fallas con su guitarra, situación que su bajista solucionó categóricamente con un show de beatbox.
Omar Apollo alzó la vara con uno de mis sets favoritos del día. El mexico-americano tomó su lugar como uno de los mejores exponentes del dream pop indie chicano, con una ridícula cantidad de energía en el stage y una natural conexión con el publico.
Bajé el túnel y me dirigí al Chalino para ver a Toro y Moi, sacudido por los sets y los dos prerolls de Sativa que mi psique intentaba controlar. ¡Caray!, la weed californiana no es ninguna broma –aconsejo ir despacio con esa cosa–. Chaz Bundick hizo sonar el sintetizador más funky que mis oídos habían tenido el honor de atestiguar.
Decidí regresar al "otro lado" donde se encontraba la verdadera carnita. Y no hablo de los Carnitas Tacos de 12 dólares que burdamente americanizaban el sabor de Michoacán, sino de la propuesta musical. Vistiendo un mandil con la leyenda; “Sin fronteras, sin muros, solo amor”, el californiano radicado en la Ciudad de México, Speak, se lanzó al escenario con su trap chicano y una actitud desenfadada, buscando provocar y cautivar al público que le daba una oportunidad a su número.
El hispano invitó al público a votar y dejó todo en el stage, tanto que excedió por algunos minutos su tiempo de set, siendo abruptamente silenciado por el inicio de Frankie Cosmos.
El sol cayó y dio paso a héroes locales como Mild High Club, Albert Hammond Jr. y Empress Of, campechaneados con el lado latino, representado por Inspector y Bronco.
Del lado del Chalino, el show culminó con un set melancólico de Mazzy Star, una Kali Uchis compartiendo buena vibra y un Morrissey que parecía disfrutar mucho su acto. Cerré la noche con un jocho de 5 dls que una señora hispana me vendió a la salida del venue.
Día 2: Abrazo Multicultural
La experiencia me ha enseñado que los conciertos más memorables son aquellos de los cuales no tienes expectativas. El domingo 4 de noviembre me encontré cantando "¡Y yo que te deseo a morir!" mientras bebía una IPA de 12$ y hangueaba con Luis, un californiano de padres mexicanos ansioso por escuchar los clásicos de sus orígenes. Los de Colombia crearon un momento sublime que detonó en gritos de "Vote down for Trump" en el túnel que conectaba los escenarios, como una especie de abrazo multicultural logrado gracias a la música.
La oferta artística fue vasta en cada rincón; en el Chalino con Homeshake y Yellow Days, dos de los consolidados en el underground estadounidense. Del "otro lado" The Marias atenuaba el atardecer, mientras un crowd ya esperaba en el Chavela. "¿Neta falta media hora para Boy Pablo? Hay ya mucha gente" le expresé a una chica a mí izquierda, quién obvió su respuesta con una mirada desganada.
El noruego dio uno de los sets del festival con su enérgica banda y sus dulces temas. Mucho ojo con ese dude. A las 17:30 ya era de noche, intenté no tripearme y le entré gozoso a los madrazos con SWMRS. El frontman sentenció: "el rock & roll no va a resolver tus problemas, pero te va ayudar a descifrarlo", dando paso a “Figuring Out”, abriendo el mosh pit. La liberadora fuerza del set me llevó a comprar un sundae and donut de 14dls para ver a Clairo.
La veinteañera homenajeó a Cuco, quien debido a un accidente tuvo que cancelar su participación. Los hits “Pretty Girl” y “Flaming Hot Cheetos” sonaron, sin embargo el set fue llevado con guitarras y canciones a la Mazzy Star.
Michael Seyer y Surf Curse comenzaron a despedir la ola de propuestas, mientras en el Chalino, Mac DeMarco aparecía sin banda, usando un disfraz verde, a cantar con pista de fondo. El formato permitió al canadiense mostrarse en otra faceta y cantar canciones que pocas veces toca como "My Kind of Woman". SZA cerró, compensando con creces la ausencia de Cardi B.
Tropicalia sacudió Long Beach y demostró lo rica y necesaria que es la cultura latina en la costa oeste, en un estado donde puedes hablar español, inglés, espanglish o lo que se te dé la gana. Donde no importa tú color, de dónde vengas o tu preferencia sexual, donde comprar marihuana es tan fácil como adquirir una botella de vino. Aquel lugar donde la libertad es un derecho, pero también una responsabilidad. Gracias Long Beach. Gracias California. Gracias Tropicalia.