Fotografo: David Barajas

Instagram: @daviddbarajas

Marky Ramone en El Plaza Condesa

One, Two, Three, Four…

A las 20:00 H. El Plaza estaba a un 20% de su capacidad. De Nalgas comenzó y nuestros oídos reventaron con algunos de sus éxitos como "Pare de Sufrir, pare de mamar", "Vulgar dulce hogar" y una versión de “Ever Fall in Love (With Someone You Shouldn't've)” de Buzzcocks.

Luego de escuchar media hora de villancicos, las luces se apagaron. La Blitzkrieg salió al escenario. Marky Ramone se apoderó de la batería y desde ese momento no dio tregua. Vasco Pela tomó el micrófono y comenzó el descontrol. “Rockaway Beach” nos llevó al vecindario de Queens; “Teenage Lobotomy” nos dañó el cerebro; “Do You Wanna Dance?”, “I Don't Care” y “Sheena Is a Punk Rocker” nos pusieron a cantar; “Havana Affair”, “Commando”, “I Wanna Be Your Boyfriend” y “53rd & 3rd” nos hicieron sudar; con “Now I Wanna Sniff Some Glue”, “Gimme Gimme Shock Treatment”, “Rock 'N' Roll High School” y “Judy Is a Punk” no paramos de saltar; “She's the One”, “I Believe in Miracles”, “The KKK Took My Baby Away” y “Pet Sematary” nos recordaron viejos tiempos; One, Two, Three, Four… el show continuó con “Chinese Rocks”, “I Wanna Be Sedated”, “I Don't Wanna Walk Around With You”, “Pinhead”, “Have You Ever Seen the Rain?”, “California Sun”, “Cretin Hop” “Spiderman”.

Por fin una pausa, “El último de Ramones” se acercó al micrófono y alborotó a los presentes con la frase “No habrá un muro”. Minutos después, la banda regresó para descontrolarnos con “HBD”, “I Just Want to Have Something to Do”, “What a Wonderful World”, “Merry Christmas (I Don't Want to Fight Tonight)” y el clásico “Blitzkrieg Bop”.

30 canciones seguidas con éxitos de Ramones, covers a Louis Armstrong, The Heartbreakers y Joe Jones. Un show directo y poderoso.

Damien Rice en El Plaza Condesa

Entre risas y melancolía.

Hay ocasiones en las que las mezclas más raras, resultan ser las más fascinantes. La noche de ayer terminó siendo un claro ejemplo. Una comunión de letras tristes que exhibían nuestras heridas más profundas y una dosis de humor que servía como bálsamo.

Después de tres años de espera, el público mexicano se volvió a dar cita al interior de El Plaza Condesa, para ser testigos de un set acústico que reunía la dosis perfecta entre risas y melancolía.

El reloj marcaba 10 minutos después de las 21:00 H., las luces se apagaban y los últimos asistentes se escabullían entre las sillas que llenaban la pista para encontrar su lugar. El humo se desvanecía y daba la bienvenida a Damien Rice.

El silencio se hacía presente y rompía en júbilo con un “Hola, bienvenidos”, antes de que la velada comenzara a tomar forma con los primeros acordes de Amie. La primer triada de temas fue completada por “The Professor & la fille danse”, así como “Rootless Tree”, cuyo cierre terminó vaciando los pulmones del músico irlandés y robando las palmadas de los asistentes.

El primer hit de la noche llegó con “I Don't Want To Change You”, presentando toda una reflexión acerca del amor. “En ocasiones mis amigos me dicen que escribo canciones de amor, así que un día puse atención y me pregunté dónde está el amor si mis letras hablan de celos, dolor y maldiciones. Bueno, de eso trata el amor”, fueron parte de sus palabras antes de que la noche siguiera su rumbo al ritmo de The Greatest Bastard.

El escenario de El Plaza se vestía de rojo con I Remember, seguido por un explosivo juego de luces en tonos azules, que adornaban los acordes de 9 Crimes.

“La siguiente canción es acerca de la amistad. Esa gente que te critica porque cree que te conoce. Tenía un amigo así y un día decidí hablar con él porque me cansé de su negatividad, así que escribí esta canción”, compartió el intérprete antes de escuchar The Box, dejando claro que la música es su mejor forma de expresión.

La suavidad y elegancia del piano se hacían presentes con Your Astronaut, antes de presenciar el momento más especial de la noche, cuando el músico invitó al escenario a una chica del público que respondía al nombre de Eliza, para acompañarlo a interpretar el tema Cold Water.

La colaboración resultó ser una sorpresa positiva que mereció los aplausos de los asistentes. “No siempre sale así de bien. Es el riesgo”, bromeo el músico antes de despedir a la chica y continuar con los temas Trusty and True y Volcano.

De esta forma llegábamos al primer y único encore de la noche. Tras unos minutos de espera, la oscuridad se apoderaba del escenario para regalarnos una íntima versión de Cannonball, interpretada sin micrófono. Invitándonos a dejarnos guiar por el sonido de su voz, en el momento más oscuro.

Ya muy cerca del final, la explosividad de “Elephant” se hizo presente junto a un juego de luces que acompañaban la intensidad de su guitarra, para terminar despidiéndose al ritmo de su tema insignia, The Blower’s Daughter, en medio de una serie de gritos y aplausos que celebraban el show.

Una velada llena de auténticos contrastes. Una catarsis a través de la música, el humor y la sanación de nuestras heridas.

MUTEK 2018: Nocturne 2

Nocturne 2: de la delicadeza a la abrasión.

Allá va la celebración de los quince años de MUTEK en México. Tras Nocturne 1, más tranquilo y clavado, la edición 2018 del festival de música electrónica más importante del país comenzó su cierre con un programa lleno de baile y sonidos abrasivos. Se hizo evidente que los asistentes habían reservado sus energías para el Nocturne 2: los escenarios y las barras de bebidas se sentían llenos y el público parecía más inquieto que el día anterior.

El dúo Nonotak, habituales de MUTEK, se despidieron del festival con su show Eclipse tras haber ocupado en la semana el domo digital del Papalote Museo del Niño. Ya conocíamos la aproximación arquitectónica al arte digital de Noemí Schipfer y Takami Nakamoto, que consiste en sutiles manipulaciones del entorno espacial para generar experiencias inmersivas. Quizás el escenario les quedó grande o la producción pequeña, pero el show de anoche no fue tan espectacular como trabajos anteriores del dúo transnacional. Sobre precisos ritmos electrónicos, vectores de luz se desdoblaban para dar lugar a un espectáculo que parecía más un concierto de techno que una experiencia visual.

En la sala C, que anoche estuvo más llena que nunca, Delia Beatriz presentó un nuevo set de dark ambient. Como Debit, la mexicana expatriada en Nueva York ha sido constante en sus lanzamientos que fusionan el ambient con la música de club y una sensibilidad latina, lo cual resulta siempre en una reflexión sobre la relevancia cultural del DJ en la actualidad. La tarima decorada con plantas del escenario C, combinando lo orgánico y lo lumínico, fue el escenario idóneo para un set que, como las runas proyectadas detrás de Debit, entregaba códigos arcanos que hablaban del presente y del futuro.

Una constante en esta edición del festival, o por lo menos en este segundo programa nocturno, fue la supremacía de los shows conducidos por mujeres. Edna King presentó ante un público enérgico un set tan emocional, femenino y humano como abrasivo y violento. Crueles ritmos de breakbeat y dark techno arrancaban a los presentes vitoreo que parecían animar a la canadiense. Curiosamente, éste fue uno de los momentos más festivos de la noche.

Uno de los momentos más esperados del Nocturno 2 demostró ser también uno de los más herméticos. Lageos, la colaboración de Actress con la London Contemporary Orchestra, sigue siendo uno de los lanzamientos más sorprendentes del año y los mexicanos estábamos expectantes de ver el show de uno de los músicos electrónicos más histriónicos e impredecibles del momento. Desde hace 10 años, Darren Cunningham ha formado una carrera en la que es imposible clasificarlo ni como productor ni como DJ, que puede pasar en segundos de lo barroco a lo minimalista, de lo orgánico a lo robótico y de lo clásico a lo disidente. El set de ayer, menos cruel que, digamos, el de Amnesia Scanner, no fue sin embargo menos desconcertante. El inglés se encontraba escondido detrás de su mesa, de forma que, a ratos, la única presencia remotamente humana sobre el escenario parecía ser la de un organismo humanoide, ni ser viviente ni robot, parado detrás del micrófono con pose desafiante. La música iba del noise al glitch, en un crescendo improbable y estéril, aparentemente más interesado por los silencios entre sonidos que por los sonidos mismos.

El holandés adoptado en Chile, Uwe Schmidt también fue una presencia importante y recurrente en esta edición de MUTEK. Pudimos verlo el jueves en colaboración con Robin Fox y anoche lo vimos presentando Deep State, un espectáculo iracundo y meditativo acerca de los mecanismos de control propios de la modernidad global. Detrás de Atom™, imágenes militares se encadenaban con grabaciones de brutalidad policial. Con su peculiar sensibilidad pop, que lo lleva a explorar cánones estéticos alejados de lo que entendemos por “arte digital”, Atom™ tocó un techno industrial e insistente, recordándonos quizás que la tecnología no sólo son lásers y luces, sino también los aparatos de opresión que paralizan nuestra frágil democracia.

Tras una larga espera, pudimos ver en el escenario C a Varg. En lo que constituyó uno de los sets más certeros de la noche, el sueco Jonas Rönnberg se lució con un recorrido por ritmos de ambient, de dark techno, de industrial e incluso sonidos que podrían parecer de trap y rock gótico. El entusiasmo del público contrastaba con la atmósfera oscura del show. “It’s a Cold world”, nos recordó el último sample del set. Y todos nos fuimos.

 

MUTEK 2018: Nocturne 1

La institución electrónica.

Tras XV años excediendo las expectativas y límites de lo que la cultura es capaz de comunicar, MUTEK transformó audiencias y las consumió por completo en la selección tan puntual en los actos de Nocturne 1. La curaduría audiovisual es impecable y sus ejecuciones jamás tendrán un hueco en el medio, las piezas interactivas solo hacen más real la sensación de que se produce un espacio único por noche y ambientado por la eterna relación entre tecnología y espacio. La fábrica se mantiene como el descubrimiento y acoplamiento más adecuado a la esencia de MUTEK; un lugar con espacios interminables y estructuras continuas; frío y que solo con dichas cualidades en conjunto, se produce una experiencia en comunidad de tal magnitud. Las instalaciones interactivas, cada vez mejor compuestas, crean una mini-experiencia estética que, al registrarse, innegablemente se asociará dicha estética con el arte de MUTEK; el arte digital.

Las representaciones audiovisuales este año se complementaron por la coordinación lumínica en los escenarios, apoyadas con pantallas y LEDs; Gaspar Peralta utilizó las condiciones de la Sala C, una pequeña atmósfera con helechos reales de fondo y estrobos por doquier, y la contextualizó a su ambient ultra-light con las luces más suaves que se verían en toda la noche; un breve episodio de desconexión a la tranquilidad.

Tanto Smerz como Aurora Halal llevaron al límite su potencia durante sus presentaciones, recordando a la misma de Holly Herndon y Jlin en 2016; donde ambos actos femeninos se elevaron como dos de los más relevantes de dicha edición. Aurora y Nina comparten un lugar ahora en donde ambas voces del techno se han comunicado sin interrupción con la audiencia por completo durante hora y media y han demostrado y confirmado que la voz femenina del techno es imperdible. Smerz aprovechó su comunicación con el público mediante su música y crearon un show único de alta calidad; las voces más exactas para acompañar las producciones impecables. Amnesia Scanner desde la Sala B nos introdujo a un plano de ciencia ficción guiado por sus cambios de género y mixes perfectos de glitchy bass, sin perder la atención del público ni por un segundo; más bien parecían hackers atacando la mente de todos, recordando que aún eso tiene una cierta belleza en el contexto digital.

Las presentaciones previas a las 12 de la noche hacían sentir la especialización que MUTEK ha adquirido para desarrollar un festival con calidad al máximo. Con la presentación de Apparat, MUTEK elevó innegablemente la barra en las sensaciones que un acto había impregnado en un público; al mismo nivel de Marcel Dettmann y la visible felicidad que sintió representada en acercarse y saludar al público al concluir su set. Dos actos donde el público y el autor se sintieron en sincronía al 100% durante toda la presentación. Apparat es un experto en el posicionamiento de beats durante una presentación en vivo, más a la hora de convertiros al dance. Concluyó su presentación con "A New Error" de Moderat y así registró el momento de comunión autor-espectador más fuerte que he sentido durante los últimos cinco años del festival. Marcel es un maldito titán del techno y no hay ni habrá nada como él; cuando se sintió el agradecimiento que tuvo la audiencia, solo se volvió más increíble. Realmente hablar de Marcel es identificar la intelectualidad que la música puede desarrollar en un individuo con tanta experiencia; su set fue magistral y sin un solo segundo de desconexión; controló a la audiencia como un líder y la sensación del espacio-público cada vez se sentía más adecuada. Ninguna de los escenarios estuvo saturada jamás y esos aspectos solo hacen que la experiencia se vuelva aún más alta en la escala.

Por último, el acto que cerró la Sala c, aquella pequeña habitación donde antes había algo tranquilo y ambient; ahora se transformó en una capilla del noise donde Prurient asaltó la paciencia y retó a la audiencia a una experiencia muy difícil de digerir sin previo aviso. De cualquier forma, cuando lograbas conectar con la presencia del noise como un espacio también, se revelaba la excelencia detrás de todas las capas de sonidos. Prurient definitivamente es un acto que MUTEK debe registrar como otra producción magnífica de un espacio audiovisual y una experiencia como audiencia retadora y completamente satisfactoria.

 

 

Morrissey en el Auditorio Nacional

En su show del Auditorio conocimos a un Morrissey menos disgustado.

No es un secreto que el ídolo de Manchester es muy agradecido con la comunidad latina, tanto que vive en el barrio mexicano Los Ángeles, alejado de las estrellas de televisión y los lujos de Beverly Hills. Pero parece que el cantante también ha encontrado una segunda casa en nuestro país, ya que en estos dos años se ha mezclado entre nosotros de una manera que parece irreal, con apariciones en televisión y presentaciones en festivales. El ex vocalista de The Smiths ha abrazado a la cultura mexicana tanto como puede y esta noche fue prueba de ello.

Es preciso aclarar que el show comienza antes de que el cantante aparezca, muchos creen que están esperando, viendo clips en la enorme pantalla que ocupa el escenario, pero no. El espectáculo ya está ahí, esas proyecciones son una mirada a la cabeza de Morrissey, una invitación a conocerlo un poco más y contagiarnos de sus pasiones. Los videos de Ramones y Patti Smith son una muestra, ya que en su juventud fue periodista musical y vio de cerca el ascenso del movimiento punk. Los neoyorquinos, junto a New York Dolls, siempre han sido de sus bandas favoritas.

La combinación de metrajes agradó al público, tanto que terminaron en redes sociales y videos como el de "Rebel Rebel" sacaron pequeña ovaciones del público. Luego de eso, las luces del auditorio se apagaron y Morrissey entró a escena. No salió tan llamativo como en veces anteriores, de hecho apareció con jeans, un cardigan azul y una playera de su merch oficial. Más relajado y más ordinario, como si de verdad estuviera en casa.

Inició con "William, It Was Really Nothing", que causó furor entre los fans de The Smiths. Debo confesar que en un principio pensé que Morrissey no había salido en sus cinco sentidos, pues jamás lo había visto tan efusivo y en un par de ocasiones se le fue la voz, pero al parecer solo estaba pasando un gran momento.

Siguió "Alma Matters", uno de los tracks del olvidado Maladjusted. Aquí algo llamó mi atención, pues pesar de que este es uno de los sencillos más exitosos en la carrera de Morrissey, no fue tan seguido como "I Wish You Lonely". No sé si solo sea entre el público mexicano, pero los tracks del último disco, Low in High School, se han convertido en los favoritos de la gente.

"Is It Really So Strange?" y "How Soon Is Now" nos dieron los momentos clave de la noche. La gente se le entregó por completo y el británico lo disfrutó al máximo: se acercaba al público, les daba la mano y parecía no poder contener su entusiasmo. Como fan, el ver a uno de tus artistas favoritos deshacerse de la emoción es algo increíble e inexplicable, sobre todo cuando se trata de alguien como Mozz.

Antes de seguir, se tomó un tiempo para hablar de su nuevo sencillo, un cover a "Back on the Chain Gang" de The Pretenders. Sin embargo, no usó ese tiempo para hacer promoción, sin para compartir; sus palabras fueron: "Tenemos una nueva canción y sé que ninguno de ustedes lo va a comprar, así que es mi deber dar y entregárselos". Lanzó una copia y comenzaron a tocar.

Canciones como "If You Don't Like Me, Don't Look at Me", "Munich Air Disaster 1958" y "Dial-a-Cliché", no era lo que esperaba la mayoría de los asistentes, pero Morrissey supo manejarlo y mantener el interés de todos. Su dicha era contagiosa y se mantuvo hasta el último momento.

El track de la noche definitivamente fue "Life is a Pigsty", pues no solo es uno de los favoritos entre la comunidad de fans, también el músico no la había tocado desde 2015. Aunque la interpretó por primero en San Diego, nos queda el consuelo de que fuimos segundos en la lista.

Cerca del final tuvimos "Spent The Day in Bed" y "Hold On To You Friends". A este altura la emoción era tal que los fanáticos cercanos al escenario estaban a punto de invadir el lugar, el júbilo ya estaba en punto de ebullición.

Después de tantos momentos, poco podíamos pedir. Tal vez no escuchamos muchos hits, pero eso no importaba, venimos por la música y nos quedamos por la experiencia. Sonó "Jacky is Only Happy When She's Up On The Stage", otros de los tracks de Low In High School y en un momento de arrebato, Morrissey destrozó su playera y la aventó al público.

El cantante salió del escenario, sin camisa y agotado, pero con una sonrisa que lo decía todo: Mozz había encontrado en nosotros a su público consagrado. Todo se dio para tener una noche memorable y estaba agradecido de poder compartirlo con nosotros.

Volvió poco después, ya vestido, para decirnos lo feliz que estaba, que esta era su casa y para tocar "Everyday is Like Sunday". Todo el Auditorio explotó y un joven invadió el escenario para abrazar a Morrissey, lo que fue bien recibido por el artista, pidiéndole a los miembros de seguridad que se alejaran y le permitieran volver a su asiento. El momento era catártico, erizaba la piel, pero justo en el éxtasis de la noche, Mozz se retiró, y aunque la gente pedía más, no regresó.

Aquella fue una noche para recordar, pues éramos él y nosotros, no importaba otra cosa. No hubo menciones a Trump o cosas por el estilo, nada existía y todo lo malo del mundo lo dejamos atrás esa noche para disfrutar de nuestra compañía.