Ciudad: CDMX

Editors y el tangible peso del amor

Una noche llena de amor en muchos buenos sentidos cuando de música va el tema, y es que las canciones de Editors tienen un poder de gran peso cuando se exponen más allá del disco y el mp3. Afortunados todos por haber sido un galante Plaza Condesa el designado para presentar a esta banda, pues es sabido que la organización y el sonido que proporciona el lugar pocas veces queda a deber.

Editors no venía con su mejor disco, pero sí con un puñado de excelentes hits nuevos que dan un revulsivo a un catálogo lleno de piezas poderosas. No lo digo al azar, quizá usted fue uno o presenció la reacción del público, eufórico a más no poder, con todos y cada uno de los temas interpretados, incluso con las melodías lentas como “Sugar”, la encargada de abrir el set.

Tom Smith, excelso en todo momento, compartió palabras con los presentes cuando era necesario, no más; lo importante era su garganta sustentando el peso de canciones como “All Sparks”, durante la que nunca se quedó falto de potencia, ni siquiera cuando había vértigo desde las percusiones (“An End Has A Start”) como en una triunfal “Munich”, en las que su voz se entregó totalmente y de forma uniforme (“Bullets”).

No hubo parte de la noche en que el recinto no dejara de cantar una a una las canciones que Editors ofrecía, recibiendo a cambio aplausos y gritos siempre. El comportamiento de Tom, colgándose del micrófono, expresando el sentir desde los movimientos de sus manos hasta la manera en que se movía su boca al dar el canto (“Eat Raw Meat = Blood Drool”), incluso cuando se sentaba al teclado (“The Racing Rats”). Pero si hay algo digno de celebrar y ahora inolvidable, es y será la parte final del concierto tras el encore, la cual aseguro que no se compara con ninguna que el grupo haya dado antes en nuestro país.

Smith salió de nuevo con una guitarra, le dio naturalidad y dejó apreciar la esencia de “The Weight” en versión acústica para de inmediato enlazar con “Bricks and Mortar”, mientras el resto de compañeros emprendían sus instrumentos, fantástico y emocionante el poder que toma la canción en vivo y el salto al encadenar con “A Ton Of Love”, en la que el grave color vocal de Tom detonaba en el gigantesco estribillo.

El cierre no pudo ser otro más que “Papillon” y no puedo decir más que el momento logró hacer cimbrar el piso de El Plaza ante la explosión de emociones que en cada espectador provocó.

Uno de los conciertos que los fieles seguidores del grupo anhelaban tras ya un año de salida de su más reciente disco, una espera recompensada en la que Editors, ahora sí con un set completo, demostró cual es el verdadero y tangible peso de su amor.

Celebración a los muertos con Peter Hook

El día de muertos funge como una tradición para evocar a los que ya no están, los que dejaron un espacio y serán siempre recordados. Es imposible asistir a un show alusivo a Joy Division o New Order sin pensar en el caído Ian Curtis. El entonces bajista de los pioneros del post-punk regresó a México a ofrecerle más que una ofrenda, una noche de homenaje.

Peter Hook & The Light trajo lo que muchos seguidores del grupo ingles esperaban: escuchar Unknown Pleasures y Closer en su totalidad. Hooky saltó al escenario, que estaba adornado por un par de ofrendas a Curtis, para comenzar con un set de la banda que abandonó en 2007: New Order.

A pesar del creciente ánimo del público de escuchar las canciones de Joy Division, “Let’s Go” y “Dreams Never End” fueron coreadas por varios que alzaban su puño en dirección al escenario. El bajeo de Hook cobró suprema fuerza en “Age Of Consent”, mientras que los asistentes saltaban y agitaban sus cabezas como si estuvieran en el club londinense ochentero The Hacienda.

Para seguir el baile, siguieron “Subculture” y “State Of Nation”. El primer corte del show terminó con “True Faith” y “The Perfect Kiss”, dando fin al groove ochentero. La banda abandonó el escenario por unos minutos para regresar con el set del álbum Closer, tras un discurso preparado por Peter que leyó un traductor, y la dedicación: “este show va para la memoria de Michael Shamberg, que en paz descanse”.

Los beats de Andy Poole ahora eran sustituidos por el introspectivo tamborileo de Paul Kehoe. Hook abandonó la playera del Club Barcelona que portó al inició de su presentación para adoptar la playera oficial del show: una especia de calaverita impregnada con el diseño del álbum Unknown Pleasures.

La presencia de las canciones de Joy Division era evidente. Los asistentes comenzaron a empujar hacia adelante, la fuerte y ronca voz de Hook reconceptualizaba los temas compuestos por Ian. El bajeo impecablemente ejecutado de Jack Bates, hijo de Hook, contrastaba con las minimalistas apariciones en la guitarra de David Potts.

Desde “Atrocity Exhibition” hasta “Decades”, el José Cuervo recordó el segundo álbum de la mítica banda formada por Ian Curtis, Bernard Sumner, Peter Hook y Stephen Morris. Aunque aún faltaba repasar el LP más recordado, aquel que figura en miles de playeras alrededor del mundo. Tras otro breve descanso, toco el turno del set de Unknown Pleasures.

Un encore, y el final esperado con “Transmission” y “Love Will Tear Us Apart” dieron fin a la celebración de muertos, demostrando que la música de Joy Division siempre quedará viva, ya sea en la música de Peter Hook, de New Order o el gusto de la gente.

Funk nipón de primer nivel con Osaka Monaurail

Noche de funk y soul en el Plaza Condesa y no precisamente por parte de un ensamble que imaginaríamos, sino que desde Osaka, Japón, muy a la usanza de los conjuntos y orquestas clásicas de R&B, Osaka Monaurail llegó por vez primera a un escenario mexicano para ejecutar lo mejor y más destacado de la música afroamericana de los 60 y 70.

Con un quórum ridículamente reducido que, tal vez por ser domingo de festividades o ser una agrupación poco común, tuvo a la organización regalando y promoviendo el 2x1 a toda hora, es digno reconocer como afortunados a quienes se animaron a asistir, ya que la fiesta de casi dos horas fue memorable e inolvidable, por decir poco.

Con más de veinte años de trayectoria y casi diez discos bajo el brazo, la noche fue reinada por el sonido de los vientos que acompañaban al grupo; tres piezas instrumentales en las que destacaron temas de The Temptations y The J.B.'s (la banda de James Brown) dieron paso a la llegada de Ryo Nakata, vocalista y frontman de tan espectacular conjunto que, entre broma sobre la ausencia de verdadera música japonesa esa noche, fue recibido con aplausos y gritos de un público en que claramente se veían sus paisanos echando porras.

A pesar de tener un consistente número de piezas originales, la banda, siendo más una especie de grupo de entretenimiento cuasi novelty act, se optó por un set en que predominaron los estándares del género como “Get Up” de James Brown, “People Make The World Go Round” de The Stylistics, y hasta el tema de Shaft de Isaac Hayes.

Era domingo y la plancha del Plaza Condesa estaba abierta para baile. Sí bien pocos fueron los que se animaron a mover el bote, todos aplaudían y seguían el compás; estaban frente a un gran conjunto que, para culminar su encanto, terminaron por bajarse del escenario a saludar y convivir un poco con la audiencia. Grandes nipones.

AFI: Con la energía del fuego azteca

Para su regreso a la capital mexicana, A Fire Inside eligió una fecha emblemática: El día de todos los santos, la cual no fue para una presentación cualquiera, sino la del cierre de su gira. La noche comenzó con un oscuro total y gritos ensordecedores de cientos de fans que emocionados aclamaban a la banda.

Eran las 8:20 cuando Davey Havok, Adam Carson, Hunter Burgan y Jade Puget aparecieron en el escenario y tras una introducción llena de luces, arrancaron con “The Leaving Song Part II”.

El ambiente era impresionante y la gente acompañaba a Havok cantando a gritos todas y cada una de las letras. Con “Girl’s Not Grey” la emoción continuó y la audiencia entera se puso a brincar sin parar. Cuando llegó el turno de “I Hope You Suffer”, Davey se acercó a cantar con el público que simplemente enloqueció. Al terminar la canción, el vocalista agradeció a sus fans y dio la bienvenida en español.

El concierto continuó con “A Single Second” “Love Like Winter”, “Ever and A Day” y “Medicate”, durante las que la energía del público no perdió intensidad en ningún momento. La conexión entre la banda y los fans, quienes sabían a la perfección en que momento aplaudir, gritar, saltar o corear, era evidente.

Antes de que llegara el momento de tocar “17 Crimes”, Havok volvió a agradecer reiteradamente al público mexicano y declaró que no había mejor lugar para terminar su gira. Llegó el momento de bajar el ritmo por unos cuantos minutos y “The Leaving Song” fue la encargada de llevar a los aficionados a un lugar un poco más íntimo.

“Days of the Phoenix”, “Beautiful Thieves” y “Kill Caustic” también formaron parte de un setlist tan variado que la banda californiana presentó en el corazón de la colonia Condesa.

Cuando los primeros acordes de “Miss Murder” sonaron, El Plaza parecía derrumbarse con los gritos y saltos. AFI se despidió de su público al finalizar esta melodía y tras un par de minutos y miles de gritos, reapareció para tocar “Greater tan 84” y “Silver and Gold”.

Las emociones dentro del recinto estaban a tope y para los fans mexicanos la presentación de 1 hora no era suficiente. A las 9:20, cuando AFI volvió a abandonar el escenario, la gente permaneció en sus lugares y gritando ¡AFI! ¡AFI! hasta que después de unos minutos las luces se volvieron a apagar.

Los californianos no defraudaron a sus seguidores y salieron nuevamente para tocar “Veronica Sawyer Smokes”, “The Killing Lights”, “6 to 8” y “The Conductor”, emocionando y sorprendiendo gratamente a la audiencia. Finalmente, la tercera fue la vencida y la agrupación se despidió de sus fans mexicanos.

AFI mostró no solo su fuego interior, sino el fuego exterior que emana y comparte con su público mexicano. Una velada llena de energía, gritos y emociones que no decepcionó y llenó los corazones de todos los presentes.

Cadencia andina que estremece corazones: Gepe

En sus canciones, Gepe algo de enigmático y oculto, incluso esotérico como él mismo lo acepta, por lo que la noche de brujas resultó el marco perfecto para dejarnos hechizar por sus ritmos, el baile y sus letras.

La gente superó el lento tránsito, el frío y lo concurrido del transporte público, por lo que las butacas del Teatro de la Ciudad fueron llenándose, mientras que globos y pulseras de neón recorrían entre los asistentes para preparar el ritual de uno de los artistas chilenos más queridos en este país, algo que pocos minutos después quedaría más que confirmado.

Un poco antes de las 21 horas, Gepe saltó al entarimado con sus tres músicos y soltó de un solo golpe, “Amigos y Vecinos”, “Bacán tu casa” y “Con un solo zapato no se puede caminar”, donde bajo del escenario para sentir el calor del respetable y detonar la felicidad del mismo.

El chileno tiene la habilidad de cantarte al oído, de hacer sus shows íntimos, no importa que tan grande sea el recinto, la gran mayoría de los asistentes se sentían en la sala de su casa, la interacción con su público lo hace especial, parece contar secretos y explica sus canciones como si debiera explicaciones, un acto que todos agradecemos.

Fue una noche con pequeñas sorpresas y detalles emocionantes; canciones que hace mucho no sonaban y algunas que nunca habían sonado; llegaron “Platina” el estreno de “Marinero Capitán”, “Campos Magnéticos”, además aprovechó para leer un recado procedente del público y dedicar “Fruta y Té”.

El escenario fue abandonado para que él con su guitarra y montado en la batería interpretara una versión acústica de “La Bajada”, “Estado de Visita” y “Ayelén”. De nuevo con banda completa y sus bailarines que entraban y salían, llegó el éxtasis de la fiesta con, “No te mueras tanto”, “Bailar Bien, Bailar Mal”, el estreno de otra pieza llamada “Melipilla”, “Alfabeto”, y “Bomba Chaya” donde por fin salieron los globos guardados y el teatro se convirtió en una pista de baile que hizo olvidar el tremendo frío que se vivía en las afueras.

El ritual ya podía considerarse un éxito, sin embargo, si algo puede salir puede salir bien, saldrá mejor. El escenario fue abandonado de nuevo y el cantante postrado en una silla estremeció almas con “Un Gran Vacío”, para después con la integración de un charango interpretara “Las Flores” de Café Tacvba, arrancando gritos de emoción, y sonó “En la Naturaleza” para cerrar con broche de oro el embrujo de una noche que apenas empezaba.

Cynic y Dark Lunacy: Música de culto en honor a los muertos

Era la noche previa al día en el que se le rinde honor a la muerte y a nuestros muertos,  por lo que no hubo mejor preámbulo que una sesión de dos bandas que transitan por los caminos de la música de culto. La primera, Dark Lunacy, con un regreso al país que le ha abierto los brazos de un modo sorprendente, inclusive mejor que en Italia, su país de origen; y la segunda, Cynic, que han ocupado un lugar en lo más alto de la cima prácticamente desde su primer álbum, auún cuando estuvieron alejados de los escenarios por más de diez años.

Con The Day Of Victory bajo el brazo, álbum con el que consolidaron su veta death metal y su gusto por la temática rusa, Dark Lunacy subió a las tarimas de un Circo Volador que, aunque los recibió con emoción, eventualmente pareció dividirse entre quienes se decantaban por el death melódico y sinfónico de los italianos, y quienes esperaban con ansías el virtuosismo y experimentación de Cynic.

A pesar de ello, Lunacy gozó de una muy buena aceptación por parte del público mexicano, cuyas voces se unieron en más de una ocasión para entonar esos coros característicos de la música de los europeos. Sonaron así “Stalingrad”, “Through The Non-Time”, “From the Don to the Sea”, en la que destacaron los coros emulando el canto del ejército ruso, y por supuesto los clásicos “Dolls” y “Aurora”.

Tocaba el turno de Cynic y el Circo Volador pareció adquirir otro matiz, pero sin perder la energía que se ganó con la banda previa. Las luces iniciaron un juego distinto y bajo ellas apareció Paul Masvidal con su ya clásica forma de sostener su guitarra y una máscara cubriéndole el rostro.

El set abrió con “True Hallucination Speak”, primer corte de su último LP, Kindly Bend to Free Us, y tras ésta, los originarios de Florida hicieron un recorrido por toda su discografía: “Evolutionary Sleeper”, “Carbon-Based Anatomy”, “Veil of Maya”, “The Space for This”.

En su última placa, Cynic pareció hacer a un lado los riffs pesados y otorgarle un lugar preferente a los sonidos derivados del jazz y el rock progresivo. Sin embargo, en vivo su postura es distinta y las interpretaciones del nuevo disco parecen tener un tono más heavy, lo cual sin duda se agradece.

A diferencia de la gira anterior, la alineación que Cynic presentó en esta ocasión es lo más cercano que se tiene a la formación clásica, pues además de Masvidal en la delantera y Sean Reinert en la batería, Sean Malone fue el encargado de hacer vibrar las cuerdas de un virtuoso bajo y el siempre exótico chapman stick. Maravillosa sorpresa sin duda alguna, si consideramos que los tres son unos genios detrás de sus respectivos instrumentos.

Al final poco importó que la naturaleza de ambas bandas pareciera incompatible. La música ejecutada fue lo suficientemente efectiva que la noche sirvió como un perfecto preámbulo para la celebración de día de muertos. Un honorable culto para quienes ya no están entre nosotros.

In Robert Alfons We TR/ST

Locura, sudor, mucho sudor, euforia, baile, casa llena. Eso fue un poco de lo que se vivió la noche de ayer en el Pasagüero, que recibió el proyecto electrónico de synthpop y darkwave TR/ST del canadiense Robert Alfons, quien por primera vez trajo su acto en vivo a nuestro país.

La llegada de TR/ST a tierra azteca era un momento esperado por muchos, y se notó cuando para antes de las nueve de la noche, una larga fila de gente esperaba por ingresar al recinto elegido para darle la bienvenida. Si fue la mejor opción de lugar o no, quedó en opinión del público quien, por lo que pude averiguar preguntándole a unos cuantos si se sentían contentos con esta selección, respondió negativamente, pues la cantidad de personas que había, provocaba cierta incomodidad, e incluso algunos se quedaron en el área del comedor o en la entrada. Así como el audio, que también dejo mucho que desear.

Lo cierto es que este aspecto no nubló en absoluto la entrega del canadiense y su crew, armado por una tecladista rubia y un joven baterista, quienes para las diez y media de la noche, cuando los ansiosos asistentes comenzaron a chiflar pues no podían esperar más por ver el espectáculo, inauguraron la noche con algo tranquilo como “Slightly Floating”, para después desatar la locura con “Sulk”.

A partir de ese momento, la música fue in crescendo, sonaron temas del primer disco homónimo, que grabó junto a Maya Postepski de Austra, cuando ambos eran TR/ST. Por ejemplo “Heaven” y “F.T.F.”, que hicieron explotar la pista de baile, también podía verse un bonche de celulares en lo alto intentando capturar una imagen de Alfons, que salió al escenario con un tipo blusón largo, negro y sin mangas, muy sencillo, pero también con mucha garra.

El show siguió e hicieron aparición canciones de Joyland, segunda placa de Robert, ya en solitario, y así fue que “Rescue, Mister” y “Capitol” se convirtieron en clave de la noche. Se estaba cuerpo contra cuerpo, de que casi cachete con cachete; el calor humano hervía en todo el lugar. Hay gente a la que le molesta el contacto físico con un desconocido, pero aquí simplemente era inevitable, para donde te movieras, tenías que rozar a alguien y podía ser no muy placentero. Aunque por otra parte, para los que son más desinhibidos, era un verdadero gozo, pues la fiesta estaba al tope: sin pudor y sí con mucho sudor.

El setlist estuvo lleno de temas muy esperados y que el respetable coreó sin chistar una sola frase, los más sonados: “Chrissy E”, “Dressed For”, “Candy Walls” y “Bulbform”. La entrega tanto de Alfons como del público es de destacar, simplemente hubo una conexión cósmica que hizo que el show corriera a la velocidad de la luz. Para cuando vi la hora, ya era casi medianoche, estábamos recibiendo Halloween mientras “Are We Arc?” arrancaba gritos del público.

Finalmente y después de tanto gozo, “Peer Pressure”, “Gloryhole” y “Icabod” despidieron no sólo un concierto, sino un verdadero espectáculo; uno de los mejores del año. El primero en nuestro país, y esperamos que no el último.

The Pains of Being Pure at Heart: Cuando el dolor se vuelve fuerza

El olor a dulces, flores, pan, y demás alimentos preparados especialmente para los muertos comenzaba a apoderarse de la ciudad y con ellos se asentaba la melancolía por el pasado y lo efímero de la vida. Como si fuera coincidencia, el Foro Indie Rocks! albergó la presentación estelar de una banda neoyorkina famosa por convertir la desolación en una energía revitalizadora: The Pains of Being Pure at Heart, que reunió a varios seguidores de sus nostálgicas melodías y a otros más que los escucharon por primera vez.

El frío no fue impedimento para conglomerar a varios melómanos en busca de pasar un buen jueves de guitarras. Eran las 23:00 horas y el público se encontraba ansioso por recibir a esta singular banda liderada por el carismático Kip Berman, que justo regresaba de una extensa gira por Europa. En medio de un tour por todo Estados Unidos promocionando su más reciente álbum, Days of Abandon, el quinteto ofreció un concierto incomparable que volvió locos a los presentes.

El regreso de esta agrupación a nuestra ciudad fue muy especial ya que no solo traían un nuevo material, sino que su arribo incluyó una alineación totalmente nueva que inclusive traía a la prima de Kip en los coros. Sonaron temas ya queridos por el público nacional, como “Young Adult Friction”, “Heart in your Heartbreak” y “Come Saturday”, además de no uno sino dos encores que dejaron escuchar una versión de pura guitarra “Ramona” y “This Love is Fucking Right!”.

Una hora exacta fue el tiempo en el que estos músicos se entregaron e hicieron vibrar el recinto, sin embargo, lo que más impactó fue que al finalizar la presentación, como cualquier mortal, Berman bajó a conocer a sus fans, se tomó fotografías con ellos y firmó uno que otro vinil, demostrando la nobleza de su corazón y el agradecimiento a quien les permiten seguir sonando.

La maestría de Bajofondo de vuelta en la ciudad

Sería redundante condecorar como triunfal el regreso de Bajo Fondo Tango Club a la Ciudad de México, puesto que cada una de sus presentaciones, desde aquella vez en el antes llamado Salón 21 hace exactamente ocho años, han sido memorables.

Cada que se avisaba el arribo del llamado Maestro Gustavo Santaolalla, no solo los ávidos consumidores del tango electrónico, sino los deseosos de un show de categoría que mucho tiene que ver con la nueva frescura que invade a Latinoamérica, hacen siempre lo posible para abarrotar las salas donde se presente y esta no fue la excepción.

Después de pasar por festivales, no solo el Cervantino o la Cumbre Tajín en nuestra nación, sino el prestigioso Festspillene en Noruega y el por demás laureado Glastonbury Festival en Inglaterra, la plancha del Plaza Condesa, en esta ocasión sin sillas para que se pudiera armar el baile, recibió con una ola de aplausos al colectivo rioplatense que, aunque con la notoria ausencia de único integrante mujer, Verónica Loza, ofreció una memorable velada en la que se demostró que sin importar edad, credo, atuendo o sector social, la música es música, y es de todos para bailarla.

La batería de Adrián Sosa, al lado de las programaciones de Juan Campodónico, retumbaron desde el primer tema, “Código de Barras”, a un nivel que el mediastino de los presentes vibraba con la música. Siguieron “Sabelo”, “Segundos Afuera”, “Pena en mi Corazón” y muchos otros que comprenden su más reciente y exitosa producción, Presente, hasta que el bandoneón de Martín Ferres y el violín de Javier Casalla azotaron con “Duro y Parejo” para enardecer la locura que era ya la pista.

El momento que el mismo Santaolalla condecorara como de reflexión llegó con un tema desprendido de la banda sonora de Diarios de Motocicleta que, antecedido con un solo de bandoneón, fue acompañado de un mensaje de solidaridad ante la actual situación de estudiantes y civiles desaparecidos en México. “Que se solucione pronto, nosotros entendemos lo que se siente”, dijo el ganador dos veces del premio Óscar.

El set parecía terminado, pero el obligado encore se presentó con tres temas más, entre ellos “Leonel el Feo”, “Perfume” y “Los Tangueros”. Baile sobre el escenario, "Las Mañanitas" para Campodonico y un dedo al cielo en agradecimiento cerraron una velada grandiosa, en la que el romance entre México y Bajofondo se reafirmó y se enalteció.

Fiesta entre semana al estilo The Drums

Miércoles, mitad de semana; día en el que todos están preocupados porque a la mañana siguiente hay que levantarse temprano para ir a la escuela o trabajar y también el día elegido por The Drums para visitar México por tercera ocasión.

Las puertas se abrieron a las 7:00 p.m. con una larga fila de personas que esperaban a la entrada del Plaza para poder llegar hasta la parte de adelante. Una hora después, con el lugar casi lleno, la impaciencia de los presentes provocó los primeros gritos y chiflidos, además de la compra de cerveza.

Luces amarillas y azules a medio tono, con un fondo alusivo al nombre de los neoyorkinos, dejaban claro que todo estaba listo, sólo hacía falta que Johnny Pierce y Jacob Graham salieran para iniciar lo que parecía ser una noche prometedora.

Por fin se escucharon las primeras distorsiones y Jacob, acompañado de un guitarrista, baterista y bajista, inició con “Bell Laboratories”, que desató los primeros empujones que prácticamente no pararon durante toda la noche. Posteriormente apareció Pierce con su típica chamarra roja metálica y ahí sí que empezó la fiesta. Sus sinuosos e incontrolables movimientos enamoraron inmediatamente a todos los presentes, en su mayoría eran hombres, mientras que la representación pantomima de Jacob inevitablemente llamaba la atención.

Continuaron con “Let Me”, “Me And The Moon”, “Days” y “I Can’t Pretend”, canciones en las que Johnny nunca dejó de agradecer el amor de los mexicanos y lo su entusiasmo. “Te amo, México; somos The Drums!”.

De entre los puntos álgidos del show cabe destacar “Best Friend” y “Money”, durante las que Johnny incluso dejó de cantar para que se pudieran escuchar las voces al unísono de todos. La dupla neoyorkina no podía estar más feliz de estar allí.

El mes pasado, la banda dio a luz su tercer álbum, Encyclopedia, que interpretaron en su mayoría, lo cual, como toda banda que promociona disco, es bueno, pero no tanto. Por más que sus fans se supieran las canciones, éstos esperaban escuchar algo más viejito, una muestra de aquello que los colocó el ojo de la popularidad.

Momentos después retomaron un poco de Portamento con “I Need a Doctor” y “How It Ended”, cuya emotividad sacó las letras de los asistentes al tope de su voz.

La velada estaba por terminar y el escenario se tornó a media luz en un silencio impregnado de sudor y cigarrillo. Jacob tocó los sintetizadores y Johnny, pegado al micrófono, cantó “Wild Geese”. Aunado a ellos, se escucharon la guitarra y bajo con un poco de batería, para luego dar gracias y salir de escena.

Aplausos por doquier, más y más gritos que pedían otra canción, y aunque todos sabían que así iba a ser, que iban a tener más dosis de The Drums, la espera era insoportable, pues el éxtasis seguía allí.

Nuevamente, Pierce y Graham aparecieron para tocar, por vez primera en todo su tour, “Forever and Ever”, superando las expectativas de todos a través de un embelesamiento incontrolable. Las parejas se besaban y otros solo miraban a la banda mientras cantaban con ellos; cada quien disfrutaba a su manera.

“Let’s Go Surfing” y “Saddest Summer” prolongaron aquel instante. Si hay algo característico de The Drums, es que pueden llevar del punto más eufórico al punto más melancólico en un santiamén, y así fue como pasaron de los saltos y empujones a la levantada de manos con “Down By The Water”, tema que cerró con broche de oro una fiesta entre semana.