La montaña rusa de la soledad: Ely en El Cantoral.
La noche fría del 21 de septiembre auguraba la intensidad que aguardaba a las puertas del Centro Cultural Roberto Cantoral, para vivir una experiencia que da un antes y un después. Esta noche de sábado, la gente comenzaba a aparecer de a poco para escuchar a Ely Guerra como nunca se ha escuchado antes: desnuda, vulnerable, vitalicia y valentísima.
Y así fue como en punto de las 19:30 H se dio el aviso, con la regla inoperante hacia el público de no revelar el contenido ni en foto ni en video de la vivencia que dejaría Zion. La regiomontana dio apertura con “Atrium”, la primera rola del disco, cuyos visuales en vivo te transportan a un viaje astral; para “Grandes esperanzas”, la cantante se mostró semidesnuda como parte del arte visual, así, sin maquillaje, al natural, disfrutando la soltura de su cuerpo de manera muy artística. En el comienzo de “Into The Desert”, las luces se apagaron y el silencio invadió el recinto, para de a poco escuchar esos sonidos onomatopéyicos y naturales que caracterizan a Zion, una luz roja y Ely Guerra al piso para darle un tono mucho más forte y dramático.
Mucho se ha dicho que este álbum no es Ely Guerra; muchos se preguntan qué pasó o si es otra; lo que no cabe duda es que es la mejor versión de Guerra, pues demuestra una potencia vocal dominante, incluso sobrada, en tonos que requieren mantenerse fuerte, una artista completa y de otro mundo. Varias palabras podrían definir a la cantante de este concierto, pues se notaba segura, confiada, dominante, con mucha audacia, pero, sobretodo, muy libre, elegante y exuberante, en el buen sentido.
Fueron 44 minutos de concierto, donde las transiciones entre canciones marcaban una pausa tras los aplausos y el silencio precedido, siempre con la expectativa inherente de lo que seguía después. Los visuales siempre abocaron a lo corpóreo, los sonidos son los que marcan a Zion: sonidos naturales, susurros y mucha narrativa, interpretada igualmente por Ely; los tonos que logró alcanzar durante el concierto, denotan que en verdad es su mejor momento vocal, se adueñó del escenario; en repetidas ocasiones, la notábamos en el suelo, disfrutando su interpretación y, como ella misma afirma, conectando con su soledad.
La vivencia de este evento quedará marcada en los presentes, marcará un antes y un después cuando asistan a un concierto, pues con Zion no hay medias tintas; hoy no fue para corear ni gritar las canciones de Lotofire, más bien fue un espacio de reunión atemporal, donde la gente se conectó y entendió la desnudez que la cantante quiso plasmar en este disco. Los visuales y el arte del álbum hacen un homenaje, tal vez no intencionado, al verdadero México, al de los paisajes nacionales, las flores que se comen y las plantas que nos nacen, no el México que se ve desde fuera. Por sus raíces, Ely Guerra es multicultural por naturaleza, con portugués en su sangre y descendencia libanesa, además de su amor por su país, que queda demostrado en “Mía Patria”.
Quedó claro que Zion no será un disco para la radio, no se hizo para complacer a nadie y que fue creado desde su independencia; es un álbum que llega al alma y no a las masas, tuvo un proceso distinto y mucho más introspectivo que lo que nos tenía acostumbrados. Durante el concierto, solo se interpretaron las canciones de Zion, pero fue tal la experiencia, que más de uno luchaba contra la tentación de tener el celular en la mano, para guardar el momento no solo en su memoria.