El Futuro llegó a San Luis.
El lugar ES ideal. Un salón de fiestas, pero un bello salón de fiestas. El jardín sirve de escape y zona picnic. Los pocos que han llegado a ver a XIII, la primera banda, en este momento se encuentra tirada en el sol, bebiendo cerveza para apaciguar el calor y matar el tiempo.
Son las 16:35 H, el sol no da tregua, sin embargo la mayoría de la gente sigue prefiriendo el sol del patio a la protección del salón donde Dor+an entrega su alma. La verdad no los culpo ya que si bien este DJ de Tijuana tiene un buen acto, la hora no era la adecuada para su set. En fin, seguiré la corriente: una chela, pasto y a esperar.
Por fin, el sol se empieza a apaciguar y esto solo puede significar una cosa: shopping time. Qué acertado es el pequeño tianguis que instalaron. Desde la Roma Récords, con lo mejor de su catálogo, hasta diseñadores independientes como Omar Quiroz. Un excelente agregado, ya me había cansado de los mismos puestos de playeras con el nombre del festival en turno que solo sirven para pasear al perro los domingos.
La música empieza a sonar en el salón. Poder y distorsión sale del sistema de audio. Los argentinos Mujercitas Terror, suben al escenario. Por primera vez el público se acerca a escuchar a un grupo, aunque no todos. Aquellos que si entramos nos dimos un muy buen show de post punk y garage, destacando la potencia y presencia de Daniela Zahra, hasta me dieron ganas de regresar al UTA con solo escucharla.
Termina el post punk. Volteo a mi alrededor: ¿Por qué carajo nadie entra a ver a las bandas? Me pregunto. Salgo con el fin de averiguarlo. La observación es clave para el método científico así que tomo otra chela y me siento en el pasto del patio, justo entre los foodtrucks y los puestos de ropa, lugar estratégico para no perderme nada. No pasó mucho tiempo para que una epifanía llegara a mi mente: estás en San Luis, ¿Hace cuánto que no hay un festival en San Luis? La vestimenta los delata, frente a mí, tres chicas con vestido de noche. A mi lado un tipo con zapatos, más allá una chica con un vestido tan incómodo que no puede ni sentarse. Esto se vuelve simple, falta de experiencia, no saben vestirse para un evento así y me da gusto. Este público es virgen, moldeable. Es como la primera vez en el sexo, no tienes ni idea, pero te vale, el chiste es hacerlo, no hacerlo bien. Y al final, una cara de satisfacción.
De pronto, mi epifanía se vio interrumpida. Drab Majesty empezaba a tocar y como mi interés principal si era la música me dispuse a ver a esta banda de darkwave. De nuevo me puse en modo UTA. Sobre el escenario dos hombres, pintados completamente de blanco, tiraban beats obscuros desde sus sintetizadores. Sus voces gruesas me recuerdan al synthpop de los 80, mientras que su actitud robótica pareció hacer referencia a Kraftwerk, aunque sin llegar a ese nivel de calidad, un show bastante aceptable.
Cayó la noche. El salón se transforma. Ahora las luces artificiales son las que iluminan los rostros de la gente. Aprovecho la pausa para ir al baño y me encuentro con el primer defecto del festival: ¡Un baño para 5000 asistentes! Ni modo habrá que hacer fila y matar el tiempo para la siguiente banda.
Psychic Ills es una banda neoyorquina que, como su nombre lo indica, apuesta por una música más psicodelica. Atmósferas y más atmósferas es lo que se escucha por la siguiente hora. Interesante y atemporal es este concepto, quizás si hubiese tocado más temprano el público conectaría mejor con su propuesta, en cambio muchos aprovecharon ese momento para darse un bajón en los foodtrucks que vendían tortas en 30 pesos (aprende algo Vive Latino).
Ya bajoneado, la mayoría del público entró al salón donde iba a tocar la banda más esperada de la noche: Little Jesus. Con los capitalinos el escenario lució lleno y me pareció sorprendente. No digo que los pequeños Jesus no merezcan semejante reconocimiento, al fin y al cabo son una de las mejores bandas nacionales de los últimos años. No, lo que me llamó la atención fue el notar que en realidad muy pocos habían asistido al festival por otra banda que no fuera este grupo chilango. Lo cual terminaba de explicar el porqué muy pocos se molestaban en acudir a ver al resto de propuestas, interesante. Una hora después, el público se vio satisfecho. Habían cantado “La magia”, “Norte” y “Azul”, así como una decena de canciones más.
Quedaban dos bandas, una de ellas The Make-Up, así que asumo que, al no ser tan tarde (22:30 H.) la gente se quedaría a ver el cierre del festival. Asumí mal, de las cinco mil personas que se encontraban en el lugar, solo quedó una quinta parte, misma que salió a cenar, beber, hacer picnic, etc.
Es una pena que esto haya pasado ya que The Make-Up dio el mejor concierto de la noche, su vocalista Ian Svenonius le importó poco o nada que al principio solo hubiera una veintena de personas, se entregó, brincó, cantó entre la gente. Tanta fue su intensidad que terminó por atraer a todos aquellos que vagaban por las áreas verdes del festival. Los que lo vivimos sabemos que estuvimos ante un concierto único en su especie.
Ya cansados los que quedamos en el lugar bailamos con Cero39, una propuesta colombiana de música electrónica que, obvio, fusiona ritmos latinos. Son buenos estos parceros así que atribuiré al cansancio el hecho de no haber conectado con ellos.
En fin, para ser uno de los primeros festivales en San Luis el saldo fue bastante positivo. La gente se la pasó bien, las propuestas fueron excelentes y la producción, a pesar de un par de contratiempos, hizo un gran trabajo. Se me hace que este festival si tiene Futuro.