Favoritos

Haz click en la banderilla para guardar artículos en tus favoritos, ingresa con tu cuenta de Facebook o Twitter y accede a esta funcionalidad.

209197
A 25 años de ‘The Fat of the Land’ de The Prodigy

A 25 años de ‘The Fat of the Land’ de The Prodigy

Sonidos demasiado violentos para ser música electrónica y muy bailables para ser punk.

Los tiempos cambian como suele cantar Bob Dylan y en la actualidad ya no existen las fronteras musicales. Ahora es bastante común ver en un mismo festival a Slipknot y Belinda o simplemente observar a Los Tucanes de Tijuana encabezar un Vive Latino aunque no siempre fue así. Hasta hace algunos años las divisiones estaban muy bien marcadas pero uno de los conjuntos que logró unir a la música electrónica con el punk fue The Prodigy y fue con un álbum en particular.

La década de los ochenta fue una época dorada para los sonidos electrónicos. La popularización de las cajas de ritmos llegó hasta lo más alto del firmamento. Con Depeche Mode al frente, los peinados estrafalarios y el maquillaje andrógino se adueñaron de las pistas de baile. Música amigable para los oídos que creció con el surgimiento de MTV.

El rave como fenómeno cultural

Por otra parte, en el mundo subterráneo también se generó un movimiento hermano con sintetizadores y con la misma finalidad. En el caso del Reino Unido el club The Haçienda fue el epicentro de noches sin fin con luces de estrobos y altas dosis de alucinógenos. En el escenario desfilaron desde New Order hasta Happy Mondays. Mientras que dentro del público acudieron personas de todo tipo como un muy joven Liam Howlett.

Su nombre es clave para entender el desarrollo de la música electrónica de finales del siglo 20. Su pasión empezó con clases de piano que después lo condujeron al mundo del hip hop y las mezclas rudimentarias con canciones grabadas de programas de radio. Se volvió un incipiente DJ aunque después se profesionalizó.

En el apogeo de los raves hizo su aparición The Prodigy con un estilo marcado por completo por la música electrónica. Aunque de forma paulatina hubo una transformación derivada por la integración de otros elementos como los bailarines y cantantes Maxim y Keith Flint. Cada uno le imprimió energía al combo que pronto se adentró en el big beat.

Los primeros dos trabajos del grupo tuvieron una buena recepción del público y la crítica aunque el punto más alto llegó en 1997. En medio del apogeo del britpop y cuando Björk marcaba tendencias apareció un disco que de inmediato llamó la atención. Las reacciones iniciales fueron que era demasiado pesado para ser música electrónica pero también muy bailable para ser punk.

El álbum que eliminó las fronteras musicales

Para este momento de la historia tanto Ministry como KMFDM eran los estandartes de la música industrial pero ambas eran bandas de nicho. Su estilo era conocido solo por una cantidad mínima de personas que guardaban muy bien el secreto. En cambio, cuando se publicó The Fat of the Land los ritmos acelerados estuvieron al alcance de la mayoría.

El matrimonio perfecto entre punk y música electrónica deja ver su primer engendro con “Smack My Bitch Up”. Una pieza violenta como ver a un trailer en llamas a media noche junto a un ritmo más adictivo que un taco al pastor. La mejor interpretación del tema la hizo el cineasta Jonas Åkerlund con un video en primera persona que retrata la vida de excesos de miles de jóvenes de la época.

Aunque en realidad apenas se trata del inicio de una sesión salvaje que continúa con “Breathe”, la cual genera el mismo sentimiento de escuchar por primera vez a los Sex Pistols. No sabes si debes bailar o azotarte contra las paredes. Mientras que “Funky Shit” es otro de los puntos álgidos al demostrar que no se necesitan coros pegajosos para transmitir sentimientos.

Pero el momento de mayor impacto llega con “Firestarter” porque es el que reafirma que los beats bailables y el punk sí son compatibles. Es la canción que colocó a The Prodigy en lo más alto del firmamento y marcó su ingreso a las grandes ligas gracias a su video en blanco y negro que hoy ya puede ser considerado un clásico. Las desoladas calles de Londres que muestra son bastante similares a las de cualquiera de México.

Desde entonces, más de 10 millones de copias del material se han vendido y la cifra se mantiene en aumento constante. En los tiempos turbulentos que hoy se viven es el mejor soundtrack que existe. Es música violenta que logró unir dos universos que parecían completamente distintos entre sí.