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Black Lips — Sing In A World That's Falling Apart

8

Black Lips
Sing In A World That's Falling Apart

Fire Records / 2020

Artista(s)

Black Lips

12/Feb/2020

Sing In A World That's Falling Apart: el nuevo traje de Black Lips.

21 años han pasado y Black Lips sigue teniendo un aura de juventud. Es una de esas bandas que perpetuamente estará ligada a presentaciones caóticas, energéticas y de las que, probablemente, la mitad del público se acuerde y la otra mitad solamente recuerde algunos lapsos. La misma oración puede aplicarse a los miembros de la banda. De leyendas en leyendas, algunas sirven para confirmar su estatus descontrolado. Como aquella vez que casi matan a Mark Ronson porque para celebrar que habían hecho una canción llamada “Raw Meat”, decidieron ir a un restaurante japonés a comer hígado crudo. No sé a qué estaría acostumbrado Mark Ronson, pero seguro que alguien con su estirpe económica, no habría sido curtido estomacalmente por puestos callejeros de dudosa procedencia. El punto es que le dio una fiebre tan alta que tuvieron que llamarle a su madre para advertirle que, probablemente, tuviera daño cerebral si las cosas continuaban así. Y eso que la historia no involucra sustancias. No obstante, con mucha suerte, a todos nos llega la madurez. 

Cuando se revisa la discografía de Black Lips, hay un cierto despiste. Si bien fueron capaces de establecerse en el imaginario colectivo como una banda de garage/punk, en realidad los esbozos musicales tenían fronteras poco limitadas. Era como si nunca se hubieran atrevido a tomar un rol definitivo. Como si el delimitarse fuera en contra de lo que representaban. Ty Segall o Thee Oh Sees, bandas que podrían coexistir en el mismo conjunto de un diagrama de Venn, son reconocidos por su capacidad de composición que parece ilimitada. Black Lips no pertenece a ese grupo. Son más erráticos. Más complicados de poner manos a la obra. Para su más reciente álbum, hubo un factor que fue definitivo en cuanto a la cohesión: Jeff Clarke se unió a la banda. 

Sing In A World That's Falling Apart toma por sorpresa. Si bien los de Georgia siempre han cargado con algo del sonido sureño entre la distorsión de sus cuerdas, ahora parecen una banda completamente diferente. “Hooker Jon” es como uno de esos clásicos que se disfrutan más en los trayectos hacia alguna aventura. Una noche en la que no sabes dónde ni cómo acabarás. Incluye todas las referencias necesarias en una canción tradicional estadounidense: la ruta 66, un encuentro fortuito, alcohol, retransmisiones de Wheel of Fortune, avena y centeno. Con “Chainsaw”, el segundo tema del disco, se terminan de materializar los fantasmas de Willie Nelson, de Johnny Cash, del Bob Dylan de “Subterranean Homesick Blues”. ¿Son los mismos Black Lips de los instrumentos incendiados, fluidos regurgitados y ropas volando a la menor provocación? 

Jeff Clarke cuenta que estuvo en prisión en Berlín. Las razones pueden ser las que sean. De un personaje que ha estado en bandas como Demon's Claws o The King Khan & BBQ Show, se puede pensar lo que sea. Lo bueno es que, durante su estancia —y gracias a que la prisión de Berlín brindaba más libertades— pudo tener una guitarra con la cual componer. Al salir, ya tenía canciones que se convertirían en el génesis del disco con su nueva banda. Viejos amigos que formalmente estarían en el proyecto. Un punto de inflexión para una identidad cohesionada. Black Lips nunca habían sonado tan asentados. “Es mejor envejecer como una banda de country que como una de punk”, dice Zumi Rosow en una entrevista reciente. Quizá tenga razón. 

“Gentleman”, “Rumbler” u “Odelia” tienen lo necesario para parecer clásicos modernos. Una dicotomía que va bien con la estética de los de Atlanta, quienes poseen el don que muchas bandas nunca encuentran: hacer coros memorables. “Live Fast Die Slow” es el corte en donde se puede apreciar de mejor manera la fusión de estilos que han logrado. Es una canción de transición que cierra el disco como una carretera en el horizonte. La letra podría parecer triste, desesperanzada, pero en general, la esencia del disco es, en cierta forma, esperanzadora. Cantar en un mundo que se está cayendo a pedazos podría parecer como un paliativo fútil. Un desperdicio. Pero para algunos puede significar ese resquicio de fuerza y creencias que ayuda a sobrevivir. 

Que Black Lips tome todo el moonshine que quiera, pues ha logrado un disco vetusto que suena fresco y, a pesar de los tropiezos en el camino, de las amistades perdidas, de las carencias de presupuesto y de las tardes de resacas, sigue siendo una banda que consigue emocionar.