Fiesta en el tártaro con brujas y vampiros, eso fue HIPNOSIS 2019.
Los paganos se reúnen una vez más a celebrar el HIPNOSIS, una fiesta para la euforia y el frenesí. Un alucinante descenso para estimular nuestros sentidos sin tabúes ni prejuicios.
Esta tercera edición tuvo una naturaleza distinta, pues a lo largo del año, la gente de HIPNOSIS congregó nuevos seguidores a su aquelarre con distintos shows. Sin duda seríamos más, y la llegada del último fin de semana de octubre daba condiciones para que fuera una experiencia casi ritualística.
El lugar creció considerablemente y la producción cada vez es mejor. La comunidad HIPNOSIS está haciendo ruido y dándose a notar. Esta fue la segunda vez en Las Caballerizas y la mayoría los asistentes venían preparados para todo, las botas y las parcas alimentaron la fantasía de que estábamos en una ceremonia de hechicería.
Sei Still fue la banda elegida para iniciar las festividades, se necesitaba sangre nueva y nacional para iniciar. La agrupación maravilló con su oscuro y penetrante sonido, convenció a la gente y los hizo caer en trance.
Siguió The Darts, agrupación vampiresca que hizo explotar al público. Hubo garage, mucha energía, sensualidad sobre el escenario, sangre y martinis. Un show pensado para el disfrute de todas las brujas.
Desde temprano la lluvia comenzó a caer, Tajak y The Holydrug Couple fueron los afectados. Los que veníamos preparados pudimos verlos de cerca. Su talento es innegable y no quedaron a deber, pero la experiencia se vio mermada por el clima.
La lluvia fue constante, iba y venía, parecía que estábamos en el tercer círculo de la Divina Comedia. Sin embargo, la gente no se detuvo ni la pensó dos veces para enfrentarse a las condiciones climáticas. Quedó claro que la música mueve y siempre puede más.
El lugar se llenaba poco a poco, pero la mayoría llegó justo a tiempo para Crumb. Este es uno de los proyectos más prometedores de la escena estadounidense y sorprendió que se hiciera posible una pronta visita. Ya estábamos pisando lodo y el frío atacaba, pero era lo de menos teniendo a uno de los imperdibles de esta edición. Fueron todo lo que esperábamos y hasta más, Lila Ramani y compañía maravillaron a tal grado que despejaron las nubes e hicieron que saliera el sol.
Kikagaku Moyo fue de lo más destacado del festival, seguramente los favoritos de muchos. Metieron ritmo y velocidad a HIPNOSIS, dieron paso al baile de las parcas y las pipas. Los japoneses, con sus múltiples guitarras y hasta una sitar, nos metieron en una profunda alucinación psicodélica de la que pocos querían salir.
La energía no se detuvo con Uncle Acid & The Deadbeats, se notó que el festival tuvo mucho cuidado con la distribución de las bandas. Claro, aunque se mantuvo equilibrio, la situación cambió. El stoner se hizo presente, las cosas se pusieron más serias y el sonido se hizo provocador.
La suerte le sonreía a HIPNOSIS en todo momento, incluso con los pequeños detalles como las fogatas. El público, tratando de mantener la leña encendida, quemaba los papeles que cargaban y el fuego se pintaba de verde, iluminando el lugar. Todo fue hechicería en esta edición.
Por su sonido, Mild High Club prometía calma, pero fue todo lo contrario. La gente se entregó y cantó como pocas veces cuando el Alexander Brettin subió al escenario. Queríamos estar lo más cerca posible, no importaba que el lodo nos hundiera ni tampoco los charcos.
La gente ya no se quería mover, seguían puras cartas fuertes y nadie estaba dispuesto a perder su lugar. Estábamos al pie del cañón, listos para empaparnos, pero la lluvia cesó. Si alguien clavó un cuchillo en la tierra, le quiero agradecer.
Es discutible, pero para muchos The Claypool Lennon Delirium se llevó esta edición de HIPNOSIS. Su ejecución fue algo fuera de este planeta, la habilidad de ambos se mostró y el parecido de Sean con su papá es algo irreal. Si eso no hubiera sido suficiente, hicieron un cover de “Tomorrow Never Knows” de The Beatles. Simplemente sublime.
Por fin, Stereolab, lo que muchos estuvimos esperando. Los que se dejaron hechizar por la banda quedaron fascinados. Lætitia Sadier acaparó toda nuestra atención no importaba si estaba con la guitarra o solo tocando el pandero, su sola presencia bastaba. El show de esta legendaria agrupación se puede definir en dos palabras: magnífico y mágico.
Fu Manchu cerró HIPNOSIS. Aunque Stereolab nos pudo dar un final encantador, fue mejor terminar con furia y vehemencia, gastar la poca energía que nos quedaba. Los pies nos dolían, el frío se metía hasta por los huesos y estábamos empapados. De verdad llegamos a nuestro límite, pero no paramos nunca, fue la epidemia del baile, una histeria colectiva.
Al final, la gente se arrastraba a la entrada, pero no podían esconder su cara de satisfacción. HIPNOSIS, más que un festival, se convirtió en una experiencia, un ritual que hace lo opuesto a una expiación. Bajamos hasta lo más profundo para complacer nuestros oídos y dejarnos seducir por nuestra naturaleza oculta.