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NUEVA YORK Y SU HUÉRFANO

NUEVA YORK Y SU HUÉRFANO

17/Abr/2012

Nueva York, los años 40. El estudiante Holden Cauldfield, de 17 años, delgado y con la mitad del pelo llena de canas, es expulsado por enésima vez del internado. Esta no es la conmovedora historia de un discapacitado al que se le niegan los esfuerzos de los médicos y el amor de los ciudadanos. Esta es la historia de un joven al que todo le parece insoportable (posiciones políticas, gustos artísticos, amores y odios) y está tan enojado que cada vez se esfuerza menos en bienvivir. Salinger bien podría haber llevado a su personaje hacia la moraleja medio irónica y medio cruel pero al fin encantadora: Holden descubre que el mundo es un lugar espantoso, pero decide no hacerse de mala sangre, por lo que encuentra la felicidad en lo sencillo, como en los perritos o en los refresco. Salinger no era ningún cursi.

Holden, antes de que el director oficialice la expulsión llamando a sus padres, hace las maletas cuando sus otros compañeros duermen y toma un taxi a Manhattan. Es un lugar común decirlo, pero como la mayoría de los lugares comunes, es cierto, y más aun si está expuesto sin sentimentalismos: las ciudades se enrarecen por las noches, a la gente le crece la locura, el más tranquilo de los colegiales se mete en peleas y a las mujeres les da por gritar. Manhattan ha puesto el paisaje preciso para empeorar el estado mental de Holden: un hotel lleno de pervertidos, intelectuales con los que es imposible charlar, niños ricos excéntricos, jazzistas pedantes, niñas que no pueden aceptar un cumplido, policías que no pueden dar una dirección sin enojarse, etcétera. “Al parecer sólo puedo conocer bastardos”, dice Cauldfield.

Para su tiempo El guardián entre el centeno fue una novela cruda. Salinger habló del ansia sexual adolescente (recordemos que era un tema tan escabroso que el porno sólo retrataba inocentes chicas pin up) y escribió con un lenguaje repleto de maldiciones y groserías (también recordemos que antes de los hippies y su ecología, una de las primeras cruzadas sociales fue la de la libertad lingüística, esto es, poder decir fuck sin ser encarcelado). Para mí, tiene dos propuestas que la vuelven maestra. 1) El joven no se enfrenta a vicisitudes de índole metafísica (¿cuál es mi lugar en el mundo?, ¿cómo se me perdonan mis pecados?) sino a la sociedad.  Entre calle y calle, entre persona y persona, Holden Cauldfield siente cada vez más que no puede estar feliz con nadie y en ninguna parte. ¿Y no es cierto que el mundo está lleno de gente y que uno debe salir de su casa para cumplir con la obligación de estar afuera y vivir?

2) A diferencia de otros escritores que sucedieron a Salinger y que plantearon sus inadaptados sociales como a unos iluminados, Holden aparece temblado de frío en Central Park.

En sus 61 años de existencia, El guardián entre el centeno no pierde un gramo de sinceridad y tampoco se le evapora su sabor a blanco y negro, a golpeteo de máquina de escribir.

Autor: J.D. Salinger.

Título: El guardián entre el centeno

País: Estados Unidos

Editorial: EDHASA

Edición: 2008

Año: 1951