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A 40 años del ‘Ace of Spades’ de Motörhead

A 40 años del ‘Ace of Spades’ de Motörhead

Rock pesado como un elefante pero con la velocidad de un tornado.

Existen muchos tipos de rock dentro del rock y no significa que uno sea mejor que los demás. Mientras algunos músicos construyeron su carrera a partir de la reinvención constante como David Bowie, también hay otros que toda su vida mantienen un mismo estilo y se niegan al cambio. Precisamente en el segundo rubro es donde se ubica Motörhead, una de las bandas más potentes que han existido en el planeta y con un sonido inconfundible que nadie ha podido igualar.

Aunque todo tiene un comienzo y en este caso el fundador del conjunto es Ian "Lemmy" Kilmister, una persona que vivió algunos de los pasajes más importantes en la historia del rock & roll. Según cuenta en su autobiografía White Line Fever (Simon & Schuster, 2002), siendo un adolescente pudo ver varias veces en vivo a The Beatles. Aunque ya tenía afinidad por la música, fue el punto que lo impulsaría para dedicarse por completo a este complicado mundo.

Unos años después el joven inglés se convertiría en roadie de Jimi Hendrix, lo que le permitió conocer las drogas y excesos dignos de un rockstar. Aunque no fue una mala experiencia, lo suyo era estar arriba del escenario y ser el centro de atención. Fue así que se integró a Hawkwind y descubrió los sonidos psicodélicos. Su estancia fue breve pero daría pie al proyecto con el que cambiaría la historia del metal.

Música que hace reventar las bocinas

En 1975 fundó Motörhead con el único objetivo de ejecutar rock & roll con la estructura clásica de las canciones de los cincuenta pero con toda la potencia del punk de la época. Música simple que no es simple música. Nunca fue un secreto que Lemmy era un fan declarado del combo neoyorquino Ramones y de sus integrantes aprendió la importancia de tocar rápido y fuerte. No importa si suena bien o mal sino que se escuche y haga enojar a los vecinos.

Ahora bien, dentro de su discografía destaca un álbum por contener la que podría ser la mejor canción en la historia del metal. Fue el 8 de noviembre de 1980 cuando llegó a las tiendas de todo el mundo un disco con una distintiva portada. En ella se observa a tres hombres vestidos de negro al estilo de Johnny Cash pero en un árido ambiente vaquero que recuerda las antiguas películas de western.

La canción que se convirtió en un himno del metal

La caratula avisa que su nombre es Ace of Spades y es también el nombre del tema abridor. Desde el primer segundo suena el bajo Rickenbacker de Lemmy a máxima potencia que simula ser una estampida de rinocerontes que resulta imposible esquivar. Además también sobresale su rocosa voz producto de todas las botellas de whisky que bebió. Aunque no está solo y como acompañantes están Eddie "Fast" Clarke (guitarra) y Phil "Philthy Animal" Taylor (batería). Los tres conformaron la alineación más emblemática de este potente trío.

Por su parte, dentro del LP también aparecen otras composiciones dignas de mencionar. Dentro de ellas se encuentra “Love Me Like a Reptile” que, muy a su estilo, se trata de una sencilla canción de amor. No es una balada ni cae en cursilerías sino que se acerca más a la estructura clásica del blues pero con la distorsión del rock. Es un escupitajo directo a los oídos.

Mientras que “(We Are) The Roadcrew” es un canto de agradecimiento a todos los utileros y ayudantes de los músicos. Son las personas que no reciben aplausos pero que se encargan de que cada concierto logre concretarse. A final de cuentas así fue como empezó Kilmister y por eso les tenía tanto respeto.

El álbum, junto a toda la obra de Motörhead, sería definitorio para el desarrollo del metal. Sin su existencia sería muy difícil de pensar que agrupaciones como Metallica, Slayer y Sepultura hubieran surgido. Inclusive llega hasta generaciones más recientes como Mastodon y Baroness.

De la simpleza nace la grandeza y con unas pretensiones mínimas este tridente británico logró consolidarse dentro de la música. Su estilo era demasiado punk para ser metal y muy metal para ser punk. Al final simplemente era rock & roll del que provoca headbanging y que durante unos minutos te olvides de los problemas que existen en el mundo externo. No había más pero tampoco menos.