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Mono — Nowhere Now Here

10

Mono
Nowhere Now Here

Temporary Residence / 2019

Artista(s)

Mono

31/Ene/2019

Ecos que nos llevan a mejores lugares.

A 20 años de sus primeros destellos musicales, Mono ha cambiado de factores pero no se ha alterado el producto. Dahm Majuri Cipolla llegó a ocupar el lugar dejado abruptamente por Yasunori Takada en la batería, y el combo ahora formado por tres japoneses y un norteamericano no ha visto mancillada su inventiva ante la pérdida de una de sus extremidades más necesarias.

“God Bless” cual destello cada mañana, como si fuera el mismo amanecer que Edvard Grieg tuvo a bien musicalizar, pero esta vez la anunciación es distinta: cual trompetas de los ángeles que caerán y que nos advierten que solo algunos cuantos seremos salvados. Y de pronto esa araña que emanan las cuerdas de la guitarra infame comienza a producir el telar, cual moscas quedaremos atrapados ante el encanto y el estruendo hará que estallemos: “After You Comes The Flood”, el andar intempestivo de los jinetes que vienen a cortarnos la cabeza, las pulsiones como de una máquina que indica nuestra arritmia cardiaca, la pasión que aflora en una orquesta siniestra, los ecos de Dante en la búsqueda por salir de su círculo del infierno, el feedback cual vómito de nuestras almas adoloridas que se sienten timadas en espera de una esperanza, cualquier ayuda, la luz que nunca llegará.

“Breathe”, que las ondas sonoras sirvan de alivio ante los rumores, las advertencias y las lunas rojas, Tamaki Kunishi a la par del bajo deja entrever su voz cual eco de esperanza, una suerte de rezo difuso que se convierte en ambientes de coral, guitarras en eco y arcos desplazándolas, el ritmo entrante y la pasión saliente, y de nuevo ese extraña calma que produce el post metal que en esta banda tiene una de sus más altas causas, sus cuatro justicieros. “Nowhere, Now Here”, un poderoso statement de actividad permanente, el silencio volvió a disiparse y la banda emprenderá de nuevo un largo camino entre escenarios para expandir su culto por todo el mundo. 10 minutos que conjugan perfectamente la inventiva siempre descarnada e icónica, la producción impecable y cruda, sin más magia que el modo de sus integrantes de enmarañarse a la perfección. Takaakira seguramente sentado y con los ojos cerrados evocando ecos de nostalgia en su instrumento ante ese altivo y voraz golpe al inconsciente, ese andar in crescendo que llama al modo orquestal, a los cambios de ritmo. El director de orquesta que no observa, solo siente y levanta el brazo para atacar fuertemente el cuerpo de la guitarra, la implacable garra de un dragón que ve su suerte de inmortalidad flotando entre la reverberación de un viejo y poderoso amplificador de bulbos.

“Far and Further”, un arpegio que nos lleva a una dimensión desconocida, la forma de comunicación perfecta entre el alma y el cuerpo, las señales que nos gustaría llegaran a un planeta lejano para que otra civilización entienda la pureza de la música hecha en nuestro planeta. “Sorrow” y esos sonidos que nos evocan otros tiempos de una banda cuyo estilo es tan bien definido que a pesar de las similitudes nunca suena igual. La frescura latente de una inventiva constante. “Parting” es una hermosa oda al piano que de nuevo nos hace cerrar los ojos ante el peligro: el magma del volcán, el desabasto de energéticos, dictadores e invasores, las malas noticias de siempre y la música que siempre nos salva.

“Meet Us Where The Night Ends”, no hay mejor ocasión para disfrutar a Mono que en una noche de aires intempestivos y ausencias latentes, sonidos difusos como de búhos eléctricos, aves de buen agüero en parvada opacando las nubes, colibríes que indican el regreso a casa de un alma que hemos extrañado tanto, y de nuevo esa guitarra cual cardo floreciendo y alimentando nuestra vista con sus colores, nuestra visión con sus colores, nuestro tacto con sus formas, y nuestra escucha con su perfección.

“Funeral Song”, un hermoso réquiem a lo que hemos perdido y ya no importa, la marcha fúnebre que marca la partida de otro año que debimos superar con creces antes que con lutos, la inclusión orquestal cada vez más profunda, música que bien puede hacer que viajes sin necesidad de substancias extrañas. “Vanishing, Vanishing Maybe” y otro disco que se nos escapa entre las manos cual montón de azúcar que con su dulce voracidad nos consumió. Un gran final para una pieza más de perfección instrumental, el drama estilizado del kabuki y las hojas de sakura que cual nieve flotan por nuestras cabezas. La nostalgia por desvanecernos y la gloria por reunificarnos.