El pandemonio festivo de un renacimiento.
En el corazón de Santa María La Rivera se encuentra el Museo del Chopo; lugar sumamente significativo puesto que hace varias décadas, en ese museo y producto de un experimento sociológico, salieron a la luz con libertad y pleno reconocimiento, todas las culturas urbanas que habían habitado en el área de metropolitana de forma subterránea y dispersa. El pasado 30 de septiembre, a espaldas de ese museo, sucedió un evento que da fe del resurgimiento de las cenizas una escena que se encuentra en pleno renacimiento y el momento para empezar a ponerle atención es ahora.
El Salón Sociales Romo, a diferencia de muchos otros foros en la ciudad, no tiene el reconocimiento que tienen otros espacios como el Palacio de los Deportes o el Circo Volador. Para llegar a él, es necesario subir tres pisos de un viejo edificio en la entrada de la calle Dr. Atl, justo debajo del salón hay un gimnasio, y el lugar en sí no tiene mucha gloria: los techos son bajos, la acústica no es muy buena, no está muy bien ventilado y la iluminación es precaria. Es decir, es el escenario perfecto para un festival de punk de 13 H continuas.
El festival Off Limits, es el esfuerzo titánico de una pequeña promotora independiente de revivir con choques eléctricos a la escena hardcore de la Ciudad de México. No es tarea fácil, ya que desde los ochenta es una cultura que no ha dado los mismos signos de unidad y tamaño de los que gozan otras como el metal. Sin embargo, esa pequeña promotora (junto con el esfuerzo de muchos otros organizadores independientes que han hecho eventos en estos años) está a punto de tener éxito en lo que parecía imposible.
Lo declarado en las líneas previas no es de ninguna forma con una intención peyorativa, incluso los integrantes de bandas importantes como Hellmaistroz y Gula jugaron con eso cuando dijeron: “esta rola que vamos a tocar es nueva, está chingona, y algún día estará en un disco… Por ahí del 2050, pero va a ser un disco bien chingón, así que aguanten”. No es de ninguna forma una crítica y sus presentaciones fueron impecables.
Hellmaistroz prometió tocar un repertorio clásico y cumplieron. Fue sorprendente ver cómo canciones que tienen años relativamente perdidas en todo lo que produce la escena hardcore, provocaron el coro de más de un asistente. Por otro lado, Gula demostró que su sonido aún es vigente, que el elemento melódico es un buen contendiente para regresar con todo su impulso. Ambas bandas se retiraron con aplausos.
Sin embargo, hay que reconocer que quienes realmente cortaron el listón del pandemonio en el festival fueron Providence; banda francesa de hatecore que dio la sorpresa a la gran mayoría. Su sonido fue tan brutal que desentumeció a los asistentes e inauguró un mosh pit que no se detuvo hasta que terminó la última banda. Violento, break downs memorables, hardcore de sonido nuevo, pero con un impacto completamente macizo; es imposible quedarse impávido ante el asalto sonoro de Providence.
Down to Nothing era una de las bandas más esperadas por los asistentes. Su presentación provocó una danza masiva de hardcore en el pequeño foro, era como ver una muy sincronizada sesión de capoeira por un grupo de personas muy enojadas. Todo un éxito de presentación que colocó los parámetros a los que el resto de la tarde aspiraron todas las demás bandas.
Para cuando llegó el turno de Sworn Enemy, el público ya estaba completamente en ambiente. Volaban las patadas, los golpes y la sangre. El salón estaba repleto, el círculo del mosh pit ya iba desde el escenario hasta la consola de audio. Con temas ya clásicos como "As Real As It Gets" mantuvieron el ánimo al máximo nivel hasta el final de su presentación, la cual cerraron con la mejor línea de groove hasta la fecha: "Domination" de Pantera.
A continuación, subió Death by Stereo quienes, con su muy particular y relajada actitud, propia de las bandas de California, nos recordó a todos que a final de cuentas el evento era una fiesta. Y cómo no celebrar el lleno total, el ambiente en éxtasis, las casi nulas fallas técnicas. Death by Stereo mantuvo la energía elevada pero ahora con una sonrisa.
Esa actitud despreocupada y sonriente también la tuvo Candace Kucsulain, vocalista de Walls of Jericho, quienes comenzaron la parte más climática de todo el festival. Candace nos recordaba constantemente: “este es su micrófono, este es su escenario. Vamos a cantar y pasarla bien juntos”, y así fue. Entre canciones nuevas y viejas, Walls of Jericho subió al máximo la intensidad en el aire. Los descalabros abundaban, en el suelo había sangre, cerveza, escupitajos, sudor, lágrimas y basura; sobre esa superficie inmisericorde azotaban constantemente los cuerpos.
El mosh pit se volvió una tierra dividida entre la danza marcial hardcore, y los golpes del metal. Una batalla campal de matar o morir en la que la había que luchar para pertenecer. Nadie tenía su lugar asegurado, y si querían tener una oportunidad, había que combatir con el otro y resistir los impactos. Candace nos agradeció por asistir y dijo: “en un tiempo en el que nos dicen qué hacer, cómo vestir y cómo pensar, tenemos que formar resistencia, nosotros somos la resistencia y hay que levantarle el dedo medio a todo lo que nos quieren imponer”, y así comenzó "The American Dream".
Cuando Judge tomó el escenario, los asistentes straight edge dieron cátedra de resistencia física. Aún seguía la violencia casi respirable de Walls of Jericho en el ambiente, y sin pensarlo dos veces se entregaron con la misma energía y actitud a Judge. El resto buscábamos cualquier forma de rehidratarnos con lo que fuera. La demanda de cualquier bebida estaba rebasando a los encargados del lugar que reaccionaban con sorpresa al nivel de consumo y apenas podían dar abasto.
Se aproximaba el final del evento, pero no sin antes que Good Riddance subiera por primera vez a un escenario mexicano y regalar una presentación festiva de punk clásico. Claros herederos de sonidos como Descendents y OFF!, Good Riddance logró congregar a todos en un momento alegre con himnos de la escena como "One For The Braves" o "Fire Engine Red", con historias de la vida cotidiana, de esas que nos han pasado a todos.
Integrity cambió por completo el humor. Banda de hardcore metalcore de gran densidad. Con sonidos pesados, temáticas oscuras, largos pasajes de escándalo instrumental en capas en algunas canciones. Una lección de depresión, enfermedades mentales y ocultismo. Solo los más vividos de los asistentes parecían entender de qué les hablaban. Un lugar oscuro y frío al que solo se llega con las peores experiencias.
Por último, salió Suicidal Tendencies con una alineación que ahora tiene a Dave Lombardo en la batería. "War inside my head", "Possessed to Skate", "You can’t bring me Down", "Send me your Money", "Trip at the Brain", "Pledge your Allegiance", "Cyco Vision". Mike Muir no guardó casi nada. A pesar de las horas, el cansancio, la sed y el hambre, todos pusieron todo de sí para hacer que Suicidal se sintiera bienvenido. El mosh pit más grande de todo el festival, el grupo que logró integrar a todos los asistentes bajo la misma bandera, la banda que todos iban a ver.
El proceso de conformación de una escena es una bola de nieve; al principio solo son unas cuantas personas con un interés común, después es un circuito independiente por mucho tiempo, y eventualmente alcanza cierto éxito comercial. En el caso del hardcore en la Ciudad de México, su camino ha sido extraño y lleno de giros. Off Limits es la prueba de que una escena que se pensaba muerta está de vuelta y esa fue su fiesta de revelación. El momento de empezar a poner atención al hardcore es ahora, porque quizá luego ya sea demasiado tarde.