La voz que venció al ataque de pánico: Ed Maverick florece ante un público que lo ama.
La lluvia no daba tregua en el sur de la CDMX. Afuera de la Sala Nezahualcóyotl, los charcos se confunden con las fuentes incrustadas en el suelo del Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC). La atmósfera es la de una de esas noches que se prestan para los amores imposibles, esos que por más que se desean no podrán consumarse. A las 19:30 H era la cita para el concierto de Ed Maverick, pero el show casi no sucede… Lleva casi dos horas de retraso y nadie sabe qué pasa.
El recinto, con una capacidad para 2 mil 299 personas, prácticamente está lleno. El aforo completo fue un reflejo del peso simbólico de este show, organizado por Ocesa en colaboración con Cultura UNAM. A pesar del retraso de casi dos horas, el público esperó con paciencia. La música de la playlist to wait —curada por el mismo Ed Maverick— ayudó a sobrellevar la incertidumbre: “¿Qué pasa, por qué no sale?”, dice una pareja en la fila de atrás. Otros, después de una hora y media, optaron por irse. Yo me quedé, bajo el abrigo de la intuición de que algo bueno vendría. Y vino.
Más tarde, los rumores se confirmaron: Ed Maverick tardó en salir debido a un ataque de pánico. Él mismo lo compartió en sus redes: "Gracias por ayer, me siento con mucha pena por la tardanza en salir pero, a veces, tengo algo en la mente que me hace sentir que muero aunque mi cuerpo esté bien, siento mucho pánico (...) De nuevo una disculpa, les agradezco por la paciencia, espero que después de todo haya valido la pena, gracias por venir”.
La voz que venció al pánico: Ed Maverick florece ante su público
Antes de saber los motivos, el público solo estaba atónito, expectante. Cuando el originario de Chihuahua apareció en el escenario, no hubo una entrada espectacular. Nada de grandilocuencias. Apenas un cambio sutil en la iluminación y el cuarteto de cuerdas —tres violinistas y una violonchelista—. Así arrancó La Nube en el Jardín, el álbum que lanzó este año como un solo track de 53 minutos, como quien decide no interrumpir una idea ni aunque le tiemble la voz.
La obra en vivo fue tan atmosférica como el disco: cuerdas profundas que se abren paso con lentitud, con acordes menores flotando sobre arreglos minimalistas. La voz de Ed —seca, al borde del quebranto— es casi una línea melódica más, aunque de repente se sobrepone como protagonista y el público clama “¡No la cantes, mejor grítala Ed!”, negándose al estribillo fácil.
Tras el largo poema sin interrupciones que representa su último álbum, vinieron las favoritas: “Ropa de bazar”, “Acurrucar”, “Siempreestoypati”, “A mis amigos”, “Fuentes de Ortiz”. Sin cuarteto. Solo él, su guitarra, y una luz roja que parecía calcinarlo por dentro. Ahí Eduardo Hernández Saucedo, mejor conocido como Ed Maverick, regresa al formato donde es imbatible, donde no hay pánico, ni barreras: hace suyo el folk crudo melancólico y confesional, con progresiones armónicas simples, pero eficaces para el alma.
Al final del show, de cara a las 23:00 H, varias personas se acercan y le entregan flores. Hubo lágrimas —yo las vi—, gente que decía a la salida que la espera había valido cada minuto. Yo no lloré, pero salí pensando en que quizá la lluvia, la demora y el miedo no fueron más que la antesala para una noche que se sintió real como la vida misma, imperfecta, pero precisa como quedarse a solas con el corazón latiendo.
