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Lo que caracterizaba tener un vinilo o un CD en nuestras manos era el poder de decisión. Por la simple o llamativa portada, por la recomendación de un amigo o un primo, teníamos que escoger bien cual comprar. Al llegar a casa y reproducirlo; una vuelta, dos, tres, algo hizo enamorarnos de la música o de la banda. De las personas detrás intentado transmitir algo en las complejas melodías o en la lírica.
Miles de artistas, comparten su música y, como esclavos, no podemos permitir perdernos aquellos descubrimientos. Con los servicios streaming, en la palma de la mano, y más en tiempo de pandemia, escuchar álbumes se ha vuelto una competencia interminable.
En una situación hipotética, escuchas dos álbumes, por regla, al día. Te gustan 7 canciones, las cuales probablemente clasifiques en una playlist: ¿cómo te sentiste? o ¿podrás encasillarla en un género? El siguiente paso nadie lo sabe, pero difícilmente volverás a escuchar las canciones que te gustaron. Lo seguro es que repetirás el proceso hasta el hartazgo. En fin, Everything Now.
La calidad ha pasado a segundo plano, pues priorizamos y alabamos la cantidad. Escuchar un álbum solo una vez, para juzgarlo y criticarlo, no funciona, incluso cuando nuestro único fin es compartirlo. Se necesitan más vueltas para percibir cada elemento y entender su papel en la canción. Ya no existe el tiempo para sentarnos y escuchar, nos distraemos con el celular y la plática en redes sociales. Olvidémonos de conocer al artista y enamorarnos de su música. Poco a poco dejamos de escuchar en esta interminable carrera hasta tragar y diluir líricas y melodías. De nada sirve si no le damos seguimiento y, aquellas canciones que vagamente nos llegaron a gustar, se quedan en una infinita lista de corazones.
Necesitamos enriquecer el alma, al escuchar una canción o álbum nuevo para nosotros. Aprendernos un coro, un riff, un solo; clavarnos con las canciones por días, semanas o meses, porque es un pequeño tesoro que descubrimos en un mundo de posibilidades. Escuchar mil y un álbumes no debería ser una tarea, mucho menos una checklist.
Así como en la literatura, en ocasiones estamos preparados para ella, otras la odiamos; entendemos que no era el momento. Sin embargo, sabemos que la música siempre estará ahí, para nosotros, lista para ser escuchada, de nuevo, y llenar abrazar nuestros corazones. Nunca se ha tratado de una competencia; atragantarnos con los miles de géneros y subgéneros que día con día van evolucionando; no es opción. La satisfacción propia es lo importante, sentirnos cómodos con cada cambio de ritmo.
Al final ¿quién está consumiendo a quién? Nuestro consumismo está alejando a la música como parte de nuestro ser, tanto que sin darnos cuenta, llegamos a odiarla