205445
A 15 años del ‘Idealism’ de Digitalism

A 15 años del ‘Idealism’ de Digitalism

¿Dónde quedaron los viejos días salvajes?

Pertenecí a la última generación de adolescentes que creció con buena música electrónica. Y no, no me malinterpreten: sé que aún hay nombres como FKA Twigs, Aphex Twin o Holly Herndon que levantan el género y demuestran que está más vivo que nunca. Pero la primera mitad de los años 2000 fue una época bien interesante para los amantes de las cajas de ritmos: el dance-punk se consolidaba gracias a LCD Soundsystem, el primer Daft Punk daba sus últimos coletazos con Alive 2007 —si bien había dejado marcado el camino del french-house con grupos como Justice— y Burial le daba su forma más refinada al dubstep, antes de que se deformara en aquella aberración etiquetada como “brostep” por nosotros, los más elitistas.

Quizá por eso, porque un montón de grandes sucesos estaban ocurriendo al mismo tiempo, es que álbumes como el Idealism de Digitalism pasaron desapercibidos. Bueno, casi; al menos para quienes no estaban tan clavados en el new rave o para quienes no tuvieron la dicha de jugar al FIFA 08 —el último buen FIFA, si me lo preguntan—, donde el sencillo “Pogo” hizo las delicias de un puñado de adolescentes ávidos de encontrar el punto de equilibrio entre la energía del indie rock á la The Strokes y los sintetizadores que en aquel tiempo conquistaban cada vez más y más espacios en la radio.

Y es que, aunque no lo parezca, es imposible hablar de una generación de música pop sin hablar de “Pogo”. Es imperdible. Es un clásico. Es como hablar de “Young Folks” de Peter Bjorn and John o “Chelsea Dagger” de The Fratellis. Mientras, a unos kilómetros de distancia, el Reino Unido vivía la proliferación de lo que Vice llamó el landfill indie —one-hit-wonders genéricos de imitadores de los ya mencionados Strokes—, en Hamburgo se levantaban un par de muchachos alemanes para recordarnos la belleza de la vida y gritar “¡Yeah! Hay algo en el aire, baby, hay algo en el aire”. ¿Qué exactamente era ese algo? Bueno, nunca lo supimos, pero bien que respiramos de su optimismo post-noventero.

Para mí, en aquella época, “Pogo” no era menos que increíble; era una proeza del dance-punk, indietronica, nu-gaze o como se llamara aquel estilo que entonces parecía no sonar a nada más en el mundo. Y es que es justo ahí donde radica la magia del Idealism: es música de baile con todas las de la ley, nacida a partir de la inquietud de un par de DJs que se conocieron en una tienda de discos por llenar sus sets con sus propios tracks, pero también es un poco de rock y hasta de post-punk revival —no por nada, el dueto tuvo la osadía de integrar una remezcla de The Cure, convenientemente titulada “Digitalism In Cairo”—. Ahí están temas como “I Want I Want” e “Idealistic”, cuya mezcla de guitarras llevó a Digitalism a empujar los límites del rock y la electrónica de forma más elegante que sus contemporáneos del electroclash. Y, por supuesto, ahí también apareció el sencillo “Zdarlight”, el cual sin recurrir a los elementos formales del rock evoca todo el sentimiento de una canción de estadio.

Por lo demás, Idealism es un álbum largo, poco cohesivo y difícil de roer para los no tan enterados de la música de baile. Pero también es el material donde se estrenaron tracks que terminaron por convertirse en los clásicos del dueto y de una generación de melómanos indietrónicos, a pesar de la torpeza derivada de la falta de experiencia y equipo de Jens e Ismail —hasta la fecha, el lugar de trabajo predilecto de Digitalism sigue siendo un búnker viejo de la Segunda Guerra Mundial—. Por ello, parece ser el trabajo más honesto de Digitalism, pues mientras más experiencia fue adquiriendo el dueto, más se fue volcando a los terrenos del pop y la canción radio-friendly.  

Esto tampoco es queja: I Love You, Dude (2011), Mirage (2016) y JPEG (2019) son buenos discos; hasta he cantado y bailado con “Forrest Gump”, “Circles” o “Utopia”. Pero la realidad es que, 15 años después de Idealism, Digitalism no ha logrado hacer otra “Pogo”. ¿O se tratará de mí, que no he superado la gloria de esa vieja canción? No me culpen: “Pogo” me introdujo de lleno a la melomanía e inició el efecto dominó que me llevó a escribir en revistas de rock como la que tiene usted ahora en sus manos. También ocurre, por supuesto, que la nostalgia de “Pogo” es la nostalgia de una generación; su línea “¿dónde quedaron los viejos días salvajes?” evoca recuerdos de cientos de adolescencias, pero también de una música electrónica menos tímida a la hora de flirtear con las ideas del rock.

Creo que a nuestra generación le hace falta otra “Pogo”, otro hit de verano donde el indie rock, el shoegaze y la electrónica se encuentren de frente sin llegar a lo cursi o al fastidio. Creo que a la indietronica le hace falta retomar un poco de su energía de hace 15 años. Quizá a algunos de nosotros también. Tal vez, el mundo sería un lugar un poquito más alegre. Sí se puede, solo hay que ser un poco idealistas.