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Nadie puede negar la importancia de la serie televisiva Juego de Tronos (Game of Thrones). E indudablemente, buena parte de su éxito e impacto se desprende del trabajo de D. B. Weiss. Él junto con el argumentista y director David Benioff, adaptaron a la pantalla grande la obra original del escritor estadounidense George R. R. Martin.
Ahora, Weiss regresa con un nuevo argumento donde se aleja de las turbias conspiraciones y traiciones de la afamada serie antes mencionada, para narrar una historia más sencilla que, sin embargo, tiene algo de épica en ella.
Estrenada en la plataforma digital Netflix, dirigida por el cineasta especializado en relatos románticos juveniles, Peter Sollett (Raising Victor Vargas, Nick y Norah - Una noche de música y amor) y contando en la producción nada menos que con Tom Morello (Rage Against The Machine, Audioslave), Metal Lords parte de una anécdota sencilla: un grupo de preparatorianos que intentan ganar un concurso de bandas en su localidad. El detalle significativo es que la agrupación se llama Skullfucker y dice tocar post death doom metal.
Inicialmente, la banda está encabezada por el guitarrista y cantante Hunter Sylvester (Adrian Greensmith), metalero empedernido, siempre desafiante y a veces de carácter intransigente, quien desea ganar el concurso a toda costa por diversas razones, entre las que se encuentra ganarse el respeto de sus compañeros, algunos de los cuales lo molestan por el simple hecho de escuchar heavy, andar con el cabello largo y usar playeras negras con símbolos de emblemáticos grupos del género.
El otro integrante es el baterista Kevin Schlieb (Jaeden Martell), quien usa anteojos, tiene apariencia de nerd, y es tímido y un tanto apocado, pero muy noble de corazón. Kevin se unió a la banda más bien empujado por la amistad con Hunter que porque realmente conozca o disfrute del género musical y, de hecho, no sabe tocar bien la batería. Pero poco a poco irá adentrándose al mismo, tomándole gusto y aprendiendo a ejecutar su instrumento.
Un día, Kevin conoce a Emily Spector (Isis Hainsworth), una temperamental estudiante de origen extranjero, y se siente atraído por ella. Y no tarda en descubrir que Emily tiene un don especial para la música, y domina su instrumento (el violonchelo) a la perfección. En algún momento, decide mostrarle a ella el tipo de música que quiere tocar al lado de Hunter, y de ese modo entre ambos jóvenes comienza a germinar una estrecha amistad que gradualmente se tornará en romance.
Hunter y Kevin buscan con ahínco a un tercer integrante que los pueda apoyar con el bajo, pero infructuosamente. Entonces este último decide sugerir que Emily se una a la banda para suplir esa carencia. Pero Hunter desaprueba la idea, porque siente que el instrumento de la joven no encaja con el sonido de la banda, porque desvirtuaría el concepto de la misma… y porque es mujer. A raíz de esto (y de un par de eventos que ocurren de forma simultánea), se desatará una serie de situaciones que pondrán en peligro no solo las posibilidades de que la banda pueda concursar y ganar, sino también la supervivencia de la misma, así como de la entrañable amistad que existe entre ellos.
Weiss y Sollett elaboran un entretenido retrato de la adolescencia y de maduración, donde confluyen elementos como el descubrimiento del primer amor, la amistad a toda prueba, la búsqueda de una identidad propia, y, especialmente, el poder que la música -en este caso, el metal- tiene para transformar (e incluso dar sentido a) la vida de los jóvenes. Quizá no aborde esos temas con mucha profundidad, pero con la necesaria para que tengan un buen peso específico en la trama
Transversalmente, el sencillo (que no simple) argumento de Weiss toca temas como la marginación que estos jóvenes sufren por ser diferentes de la “norma” establecida por la sociedad, en especial por la de sus compañeros escolares. También habla del problema de incomunicación que tienen con sus respectivos padres, derivadas de distintas situaciones, pero que les impactan emocionalmente. Y es en la música donde encuentran consuelo, alivio, y una forma de expresarse libre y abiertamente.
Valiéndose de una trama sin mayores complicaciones –con cierto sabor ochentero y noventero- y un humor elemental pero que funciona, Metal Lords es también una emotiva carta de amor al género, pletórica de referencias al mismo. Y como era de esperarse, ostenta un magnifico soundtrack, que emplea temas (de forma diégetica y no) como “War Pigs” (Black Sabbath), “The Trooper” (Iron Maiden), “Metal Gods” (Judas Priest), “For Whom The Bell Tolls” (Metallica), “Blood Thunder” (Mastodon), “Hail To The King” (Avenged Sevenfold) y “I’m Broken” (Pantera) entre otros. E incluso la banda ficticia Skullfucker participa con la canción “Machinery of Torment”, la cual en realidad es una composición de D. B. Weiss, Carl Restivo y el propio Tom Morello.
Para finalizar: en la película hay una escena donde Hunter le entrega a Kevin una lista de canciones que debe de escuchar y practicar para entrarle de ello al universo metalero. No sería extraño que esa lista sea obra del propio Morello, y en ella haya vertido sus propias preferencias. Y ese listado funciona bien como panorama general para aquellos que deseen adentrarse en la historia y diversos estilos del metal.