41817
Pussy Riot: Un manual de punk para activistas sociales #Ambulante2014

Pussy Riot: Un manual de punk para activistas sociales #Ambulante2014

11/Feb/2014

Pussy Riot: A Punk Prayer

Mike Lerner & Maxim Pozdorovkin

Rusia / UK, 2014

Roast Beef Productions

Efervescencia anarquista y juvenil-feminista, inocente broma de niñas traviesas que, el 21 de febrero de 2012, osaron profanar la Catedral de Cristo Salvador de Moscú con poderosas botas punketas, pisoteando con ello la autoridad del macho alfa ruso, Vladimir Putin y, según los fieles, del mismísimo Dios.

Una historia sencilla: tres mujeres activistas, Nadezhda Tolokónnikova, Yekaterina Samutsévich y María Aliójina, que después de supuestamente profanar territorio religioso fueron detenidas. La cuestión, que incluso da origen al documental, surge cuando su juicio (que en opinión de mucha gente alrededor del mundo no debió haber sido para tanto) pasa a convertirse en el más importante celebrado en Rusia durante los últimos cincuenta años.

El documental Pussy Riot: A punk Prayer (2013), de Mike Lerner y Maxim Pozdorovkin, intenta evidenciar la exageración tan grave y el nivel de injusticia en el que las conservadoras autoridades rusas han caído al encerrar a unas jóvenes activistas –que se encuentran entre los 23 a 32 años–, a las que, en un principio, intentaron darles hasta 8 años de prisión.

Como se comenta en el documental, ni el punk ni el performance existían en Rusia hasta hace muy poco, por ello nadie los entiende, mucho menos los líderes políticos y religiosos (de quizás ningún país). El filme explora la posibilidad de que por dichos antecedentes, el caso de las tres punketas podría ser una cuestión montada para intimidar a las juventudes rusas y a los futuros activistas; lo cual, más que desalentar a los simpatizantes, le ha dado un golpe global al caso: el encierro de las Riot viralizó su causa y las convirtió en auténticas rockstars, mientras que las autoridades rusas han quedado en ridículo.

Por otro lado, es interesante cuando el filme contrapone la visión de los simpatizantes de Russy Riot en oposición a las denuncias de los fanáticos religiosos ortodoxos (vestidos con un curioso look que parece la fusión de los atuendos de los fans de Mötorhead y el pintor Andréi Rubliov): “Ellas quieren destruir a la Iglesia y al Estado. Son brujas que no se arrepienten de nada; en el siglo XVI las hubiéramos quemado”, declaran algunos de los supremacistas ortodoxos que aparecen en la película.

La película nos regala un retrato muy preocupante de la Rusia de hoy (y también de nuestras sociedades modernas) que se debate entre el país industrializado, neoliberal, anticomunista, anfitrión olímpico y próspero que dice ser, y la otra Rusia, la que emergió después de la caída del régimen soviético, la de los extremistas religiosos ultraconservadores que parecieran pretender las nupcias entre la Iglesia y el estado; indicadores sociales problemáticos que a los mexicanos no nos pueden sonar nada desconocidos.

Al mismo tiempo, la cinta da constancia de la lucha de un grupo de activistas que han hecho a todo el mundo poner sus ojos en ellas, tanto así que Madonna, durante un concierto, llegó a pintarse en la espalda el nombre del grupo. De modo análogo, en la última película de Harmony Korine, Spring Breakers (2012), las protagonistas aparecen encapuchadas con máscaras a la usanza de Pussy Riot.

Un documental bastante subversivo y provocador que no te permitirá abandonar la sala de cine sin un par de  buenas sacudidas mentales, de esas películas que sea cual sea la postura política (al contemplar esas imágenes de una bella punketa, tras barrotes y ataviada con una playera que reza en español, “¡No pasarán!”) nos obliga a meditar.