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Todos los días tendremos el blues

Todos los días tendremos el blues

Las manos heridas de la mancillada comunidad negra sangraban pizcando algodón en difíciles tiempos donde los capataces aún sometían a su fuerza trabajadora, esos días donde los cantos del góspel eran el refugio y la paz, voces al cielo pidiendo clemencia o venganza, el alma del siempre presente black power y su eterna resistencia. Fue en esas épocas en las que el joven Riley Ben King usaba la fuerza de sus dedos para someter las cuerdas de su guitarra de una forma que eventualmente se convertiría en un estilo de vida y un legado inmortal.

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“Él es sin duda el más importante artista del blues”, escribió Eric Clapton, Gary Holt de Slayer publicó una foto en Instagram en su honor, Gary Moore “Still Got The Blues”, guitarristas de todo el mundo y de toda vertiente musical, desde el metal hasta el ska tomarán hoy sus instrumentos para tal vez dedicarle unas notas y agradecer su legado, los adolescentes que pasaron de jugar Guitar Hero a comprar una Fender y aprender a tocar, hoy gracias a sus auténticos héroes como Slash y a sus mensajes en Twitter sabrán quién era B.B. King, como pasa muchas veces gracias al hecho de que se ha ido, pero la música es la que siempre se queda.

El joven rey un día llegó a Memphis Tennessee con sus zapatos rotos y tocando a cambio de un dólar en clubes y concursos amateurs, mientras las espirales de vinil comenzaban a girar en las estaciones de radio y el joven Elvis Presley buscaba su identidad, el pequeño pero talentoso Beale Street Blues Boy como lo llamaban, llegaba a amenizar las charlas y los tragos de whisky, con su guitarra parchada musicalizaba las noches de un territorio que se volvería fundamental para la historia del rock & roll.

Algunos conocimos a B.B. King gracias a U2 y su ímpetu de mostrar al mundo el legado de Memphis a través de las canciones del disco Rattle and Hum, “When Love Comes To Town” nos abrió la ventana para salir volando al delta del Mississipi y buscar la inspiración, queríamos entender el origen de aquel vibrato que causaba escalofríos figurando al joven Riley observando el río, escuchando tristes historias de esclavos, lamentando el abandono de su padre, estirando las cuerdas al máximo doloroso.

“There must be a better world somewhere” y el soberano se fue para allá después de la afrenta con el paso del tiempo, durmiendo en Las Vegas dio su último respiro la misma noche que Frank Sinatra, su cantante favorito, 17 años después. 250 shows al año en promedio a cuestas, más de 10,00 en su andar que el 15 de abril de 1992 lo trajo al Auditorio Nacional como parte del Festival Jazz & Blues acompañado de Chuck Berry y Ray Charles, el cual cuenta la leyenda del inmueble, invitó a su camerino a conversar a su majestad.

Tocando de pie inspirando a Jimi Hendrix, sentado dando lecciones a John Mayer, siempre acompañado de su fiel Lucille, porque las mujeres como las guitarras nos acompañan, nos alientan y nos duelen, por ellas peleamos y nos arriesgamos a entrar a edificios en llamas para rescatarlas.

“Lo más hermoso de aprender es que nadie te puede quitar lo que has aprendido”, esa es una de sus frases que resonarán como sus solos, y es que nunca olvidaremos que el blues es sangrar y curarse, “Everyday I have the blues”, nos dijo y procuró hasta el final retenerlo y transmitirlo, y a pesar de no haber hecho todos los sonidos que hubiera querido, con lo que dejó es suficiente para que su legado sea eterno. Godspeed Blues Boy.