Foro: Teatro Milán

Low Roar en el Teatro Milán

Low Roar: Un concierto para caldear el corazón.

Empezaré la reseña de Low Roar con la frase de una película que me parece acertada para esta circunstancia: “El trabajo del crítico es sencillo en más de un sentido. Arriesgamos muy poco y, sin embargo, tenemos poder sobre de quienes someten su trabajo y su persona a nuestro juicio. Prosperamos gracias a nuestras críticas negativas, que resultan divertidas cuando se las escribe y cuando se las lee. Pero la cruda verdad que los críticos debemos enfrentar es que, en términos generales, la producción de basura promedio es más valiosa que lo que nuestros artículos pretenden señalar. Sin embargo, a veces el crítico realmente arriesga algo, y eso sucede en nombre y en defensa de algo nuevo. Anoche experimenté algo nuevo… logró conmover lo más profundo de mi ser”. Pero ¿en realidad fue de esta manera? Sí, con creces.

La noche empezaba lento: la entrada al pequeño lobby que comparten el Teatro Milán y Foro Lucerna comenzó a abarrotarse desde las 20:00 H y terminó sofocándose hasta alrededor de las 20:30 H que se permitió el acceso al teatro. Ya ahí tuvimos que esperar 30 minutos más para poder escuchar un espectáculo único. A las 21:02 H, después de que la tercera llamada fuese anunciada por el equipo del lugar, las luces se apagaron y Ryan Karazija apareció en el escenario entre aplausos y silbidos de todo el público. “I’m a man of my word I could say, probably, maybe not….” fueron las primera palabras que brotaron de la boca del artista. No miento al decir que el ambiente entre las butacas se tensó de una manera tan indescriptible que la piel de muchos de los presentes se erizó y los suspiros se escaparon de nuestros pulmones. Con apenas una guitarra y un par de micrófonos, en los que Ryan alternaba para crear diferentes atmósferas sonoras, el cantante logró una sublime catarsis con quienes nos encontrábamos ahí. Fue cuestión de un instante, un momento apenas medible, un parpadeo en el que la melancolía y la calidez se entremezclaron con las historias personales de cada asiento. Al terminar “Slow Down” entraron un chelista y un violinista, virtuosos en su instrumento ambos, que acompañaron la versión a piano de “I’ll Keep Coming”.

El recuento de cada canción haría de esta una reseña por demás larga, pero para dar una idea a quienes leen de lo que fue este show puedo resumirlo como un viaje a través de su discografía magistralmente armado para que, la mayor parte del tiempo al piano o la guitarra sin acompañamiento, el corazón de todos los presentes se caldeara de una manera tan bella que puedo asegurar que ha sido uno de los mejores conciertos de mi vida… aunque a decir verdad fue un recital. Por momentos, el músico, dejaba de rasguear las cuerdas de su instrumento para cantar a capella y mientras se alejaba del micrófono (sin que su voz dejase de escucharse en todo el recinto) cantaba junto con el público que coreaba canciones como “Easy Way Out” o “Friends Make Garbage (Good Friends Take It Out)”. Entre algunos de los temas se daba el tiempo de contar las historias que habían inspirado piezas como “Blue Eyes” o “St. Eriksplan”. Para el final del show, justo después de despedirse y regresar con un encore sobrecogedor, relató la historia de la creación de “Bones”, la cual fue concebida en 2016 después de su presentación en la Ciudad de México y en conjunto con uno de los ingenieros de audio llamado Juan Pablo. La historia, por demás cálida se convirtió en una invitación al co-creador del tema para que, en el piano y junto con Ryan, tocara y cantara para aderezar la noche con una gota más de emociones.

Demás momentos pueden ser contados como un mito transmitido de generación en generación, pues la presentación de Low Roar en el Teatro Milán fue sin duda alguna uno de los momentos más bellos de este inicio de año. Musicalidad magistralmente ejecutada, poesía a través de las letras del artista americano-islandés y que inundaron el lugar con esa característica y tersa voz que se cuela por los oídos para llegar al fondo del alma… todo un espectáculo que no necesitó más que unas luces a nivel del escenario y algunos reflectores que apenas iluminaban la tarima para ahogarnos en un mar de sentimientos y sueños de los que uno nunca quisiera salir. Gracias, Ryan.

Balmorhea en el Teatro Milán

La calma en el caos: Balmorhea en el Teatro Milán.

La calle tranquila en una noche entre semana en la Ciudad de México, un martes cualquiera, el tráfico, el trabajo, los nervios estancados en la última capa de la piel. Dentro de la colonia Juárez se respira otra atmósfera, una que llena los pulmones de armonía y cuerdas musicales.

Entre Lucerna y Milán se encuentra un rinconcito acogedor, cálido y bonito, con una acústica que cualquiera de los grandes venues podría envidiar, un lugar con cierta magia que encapsula lo que sea que se encuentre en su escenario y aún más en sus butacas.

La casa estaba llena y una voz angelical salía de entre las cortinas, una increíble Aisha Burns, violinista, cantante y compositora, que encarriló a los presentes a una experiencia que esperaban con ansia unos minutos que parecieron segundos con ella en el escenario para darle entrada al acto principal.

Uno tras otro, Rob Lowe, Michael Muller, Jeffrey Olson, Nino Soberon, Sam Pankey y nuevamente Aisha Burns, salieron al escenario más que dispuestos para comenzar el show, dando rienda suelta a la velada nostálgica.

“Clear Language” sonó en la oscuridad del teatro, con unas cuantas fallas técnicas que nunca desanimaron a los fans, quienes esperaron cinco años para ver una vez más a esta talentosa agrupación, así que un par de minutos no causaban conflicto alguno. El setlist de Balmorhea constó de nuevas y antiguas canciones, las favoritas y los descubrimientos, pasando por canciones como “The Summer”, “Dreamt”, “First Light”, y la aclamada, “Masollan”.

El disco más reciente, Clear Language, cautivó con su simpleza y espectaculares arreglos; “Sky Could Undress” y “Behind the World” fueron viva prueba de esto. Con un salto al 2009, “Truth” del álbum All Is Wild, All Is Silent, consiguió mucho más que aplausos, logró ponerle la piel de gallina a más de uno en la sala.

La combinación de cello y violín con una guitarra, la batería un vibráfono y un banjo, puede no ser tan fácil de explicar, pero quién necesita explicaciones cuando seis personas en un íntimo escenario pueden hacerte sentir vibraciones y emociones que rara vez podrías imaginar dentro de la caótica y experimental Ciudad de México.

Balmorhea no es solo una banda que hace música sin letras, es un conjunto de músicos apasionados por generar momentos inimaginables en el ser humano, sin miedo a nada, sin fallas, sin malas intenciones; Balmorhea genera experiencias implícitas al ritmo del un do’ tre’ cua’, dejando más que un buen sabor de boca, un gran deleite musical.

Balmorhea en el Teatro Milán

El ensamble minimalista regresa a la ciudad.

La banda llega para presentar su último lanzamiento Clear Language, el cual fue lanzado a finales de septiembre del año pasado. El Teatro Milán ubicado en el centro de la ciudad será el escenario testigo de la propuesta ambiental de Balmorhea.

La agrupación liderada por Rob Lowe y Michael Muller seduce los oídos en momentos de calma, su propuesta crea una atmósfera pacifica y sofisticada con una serie de arreglos cuidados y detallados, y en conjunto ofrecen un sonido limpio, de cierta manera etéreo, fácil de digerir.

Balmorhea ha mantenido su ritmo constante, ofreciendo música nueva año con año desde su primer largo homónimo lanzado en 2007. En esta visita, el ensamble regresa promocionando Clear Language décimo disco con el que celebran diez años de carrera. Poco a poco han integrado a más miembros, incluyendo una sección de cuerda y percusión completa; la rica y variada música de Balmorhea continúa siendo concisa y compleja al mismo tiempo, uniendo una colección de ideas, texturas y sonidos en un paisaje desafiante.

balmorhea

20 de febrero es la fecha donde la agrupación originaria de Autin, Texas presentará temas como "Masollan", "Begin the World" y "Dream of Thaw". Balmorhea logra elevar a la audiencia fuera de la tierra, cada acorde funge como un propulsor que lentamente despega de los asientos a los espectadores, claramente un show imperdible.