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No se puede comprender a plenitud el rock contemporáneo, si no se conoce la música e historia detrás de The Velvet Underground. Y en ambos, Andy Warhol desempeña un papel importante.
El celebrado artista pop y actor conoció a la agrupación en 1965, trabando amistad con Lou Reed, y convirtiéndose casi de inmediato en su manager. Gracias a su influencia la cantante alemana Nico fue incorporada posteriormente a la banda. Dos años más tarde, se lanzaría el emblemático álbum The Velvet Underground and Nico, cuya producción y portada (la de la famosa banana), correrían por cuenta de este último. En algún momento, Reed reconocería que, sin el apoyo, empuje y las aportaciones de Warhol; la banda nunca hubiera logrado trascender.
Sin embargo, poco después del lanzamiento del disco, Nico abandonaría al grupo argumentando diferencias musicales y personales. Y Warhol le seguiría poco después. Su amistad con Lou se había deteriorado mucho, especialmente porque el músico estaba cansado de tocar casi exclusivamente en museos y exposiciones de arte, y se había hartado de la constante publicidad y el mundo de la farándula alrededor de Warhol, llegando a sentir incluso que la banda no era sino otra obra de arte creada por el excéntrico personaje.
Tras el rompimiento profesional y personal entre Warhol y Reed (propiciado por este último), ambos permanecieron peleados hasta el año de 1987, cuando Andy fallece el 22 de febrero de 1987, por una inesperada complicación tras una cirugía de vesícula.
En 1990, Lou Reed, junto con su excompañero en The Velvet Underground, John Cale (con quién no colaboraba desde 1972), editan el álbum Songs for Drella, una serie de composiciones en memoria de Andy Warhol. El título de esta producción (el cual se traduce como Canciones para Drella), se inspira en un apodo que Ondine (un actor quien trabajó en varios filmes dirigidos por Warhol) le puso a Andy al contraer las palabras Drácula y Cenicienta (Cinderella en inglés) resultando Drella, y este mote era empleado cariñosamente por el círculo de amistades y conocidos del artista.
Este álbum fue concebido a sugerencia del pintor y cineasta Julian Schnabel quien les sugirió a Reed y Cale que escribieran una pieza musical a modo de memorial para Warhol. Entre los días 7 y 8 de enero de 1989, el dúo ejecutó por vez primera y en vivo casi todas las piezas del disco en la iglesia de St. Anne en Brooklyn, pero por compromisos previos de cada uno de los músicos, la obra debió esperar un año para ser completada y grabada. Y posteriormente, efectuarían algunos conciertos ejecutando una selección de canciones de esta producción.
El afamado fotógrafo y director cinematográfico Edward Lachman se embarca en la empresa de llevar a cabo un registro documental sobre Songs For Drella. Pero a petición personal de Lou Reed (quien detestaba tener cámaras frente a sí durante un concierto), decide grabar principalmente los ensayos sostenidos por Lou y John previos a las diversas presentaciones en vivo donde ejecutaron las canciones de este disco homenaje. Y el resultado fue intitulado del mismo modo que el álbum, y lanzado el mismo año.
El documental logra reflejar fielmente en pantalla el concepto detrás del álbum, el cual pretende rendir un sensible tributo a la vida, obra y persona de Warhol, a través de sus vivencias y relaciones personajes. Las composiciones de Reed (también fallecido hace ya casi 10 años) y de Cale para este disco, podrían agruparse en tres categorías: una perspectiva y pensamientos –ficticios- de Warhol hablando en primera persona de diversas cosas; una serie de narraciones en tercera persona sobre eventos y situaciones destacadas vividas por la celebridad (algunas de las cuales se volvieron públicas) y una serie de comentarios, de nuevo en primera persona, sobre el propio Warhol emitidos por Lou y John.
De ese modo, el disco conceptual –que logra replicarse en su versión fílmica- ensambla un mosaico de hechos y emociones, buscando plasmar un retrato de perfil del desaparecido artista pop, desde una mirada alimentada por la simpatía y añoranza generada por su deceso, pero no exenta de algunos dardos sarcásticos y agudos y de un humor cáustico dirigidos a Warhol, tratando de que el retrato ofrecido sea lo más preciso, completo y real posible. Y resulta en un excepcional réquiem musical y un sentido -y muy sincero- último adiós a un amigo quien ha partido, pero también resulta una catarsis (en especial para Reed), en la cual, a través de sus letras y composiciones, externa aquellas ideas y sentimientos que, por el distanciamiento y por el orgullo, ya no pudo hacerle saber a Andy Warhol cuando este aún vivía, y encuentra en estas canciones el vehículo para comunicárselo y hacérselo llegar, donde quiera que este se encuentre.
Así, tanto el álbum como el documental, se convierten en obras complementarias y sui generis, en un testamento audiovisual de dos artistas (y de una época de la música y la cultura pop) ya extintos, pero cuyo legado sigue aquí. Y quien sabe, quizás, con un poco de suerte; Drella y Lou se hayan reencontrado en otra parte, hayan hecho finalmente las paces, y anden tramando algo juntos…