10
Warp Records / 2020
10/Abr/2020
Yves Tumor es caos. Una suerte de artista que se encuentra en el post-género, más allá de las clasificaciones y etiquetas que nos ayudan a entender la realidad, a comprenderla, a nombrarla. Caos, recuerden eso. Caos como incertidumbre, pero también como posibilidad. Caos como potencia, como una forma de crear un sonido. No podemos decir que este artista sea inclasificable, porque esa mirada se queda por encima y no ahonda en lo complejo de su obra. Si decimos que Yves Tumor compone música electrónica nos quedamos en un solo plano; si mencionamos que con su sonido se acerca a lo experimental nos distanciamos de lo que produce y, si lo citamos como rock, dejamos de lado toda su fuerza. En su nueva producción, Heaven To A Tortured Mind, usa free jazz, shoegaze, avant-pop, soul, psych y rock para concebir una obra fuerte, robusta y completa.
La vida del nacido en Miami, Florida, es tan misteriosa como su música. Citado comúnmente como Sean Bowie en realidad no se sabe su nombre, así como se ignora su domicilio. Creció en Knoxville, Tennessee, y se dice que está afincado en Turín, Italia, pero lo mismo anda por Los Angeles, Miami, Leipzig y Berlín, él se niega a confirmar su ubicación. Tal vez no tiene y deambula por el mundo. Lo recorre con el fin de rodearse de ambientes y personas que construyan parte de su sonido exquisito. Es un enigma. En sus videos lo mismo puede ser un demonio poseído que un demonio implacable, vestido con colores brillantes y con atuendos tan exóticos como increíbles, Tumor es un artista que expande su vena musical hasta su persona.
En su cuarto álbum, Heaven To a Tortured Mind, vuelve al ataque, porque eso es su música, un constante ataque a los sentidos y a la mente, un ataque a la norma, a lo convencional… decía que vuelve al ataque con composiciones “reales” o “concretas” a diferencia del inquietante tercer álbum, Safe In The Hands Of Love, en donde construyó ambientes electrónicos disruptivos como en “Economy Of Freedom” o “Hope in Suffering (Escaping Oblivion & Overcoming Powerlessness)". Por reales me refiero a composiciones en donde se pueden percibir los instrumentos, en donde tienen una forma que reconocemos, pueden habitar algunos coros, incluso, y puede ser más accesible su música. No es amenazante o peligroso como en el ambiente pesadillesco de Safe In The Hands…, es caótico, vibrante, salvaje, romántico y poético.
En “Kerosene!” junto con Diana Gordon, y su lujosa voz, se declaran hambrientos de fuego, de un amor que arda, dice que puede ser lo que la otra persona quiere que sea, puede ser lo que ella necesite, puede vivir en sus sueños. Fuego. Llamas. Explosivos. Dinamita. Rock psicodélico y jazz que inician con un tono agudo nostálgico mientras el bajo y la batería lo echan a andar, le dan consistencia a ese tono que será la base sobre la cual arda la canción y más tarde explote con un requinto de guitarra soberbio en la mitad del tema. El clímax suele venir en los tercios de las canciones, pero Yves Tumor no sabe de esa lógica y lo explota a la mitad, después deja que sea la voz de Gordon quien haga el otro requinto con el coro.
En los 12 temas y casi 40 minutos, el artista va rompiendo los géneros, avanzando sobre ellos, como si fueran arbustos o árboles de una jungla que se interpusieran en su camino. Para “Folie Imposée” afila las guitarras, ataca con furia en diferentes riffs y en el coro deja el eco de un noise convaleciente. Habla sobre una obsesión sexual que tiene con alguien y que no lo deja tranquilo durante toda la semana. Ese parece el tema del álbum, el sonido de un nuevo siglo que se produce cuando se está obsesionado o enamorado de alguien y se tiene la mente bajo un torturo.
La complejidad del álbum se nutre de cualquier instrumento, violines, trompetas, guitarras, synths, batería y bajo. Las estructuras no existen. Las composiciones no tienen relación entre sí, salvo en “Romanticist” y “Dream Palette” en donde se vinculan ambos temas, pero el resto es un campo minado con granadas en cualquier sitio. “Hasdallen Lights” por ejemplo. En dos minutos Yves Tumor crea un agonizante y nostálgico tema que se desvanece desde el principio, en su textura se siente como caen los instrumentos, las letras son como gotas en una cascada que sin coro ni verso simplemente son arrastradas.
Es caos. Y ese caos tiene sentido. Es una declaración. Es el gospel de un nuevo siglo. Es uno de los mejores álbumes del año. Es el cielo para una mente atormentada. Es Yves Tumor.
9
Fuzz Club Records / 2020
Hubo un tiempo en el que tener una banda a la que clasificaban como krautrock, era más bien despectivo. En los 70 todavía no había pasado la aversión a los alemanes, sobre todo por parte de un sector estadounidense que veía en la música que no seguía las bases del blues/rock tradicional como algo extraño que merecía ser señalado. Por su parte, a músicos como John Weinzierl de Amon Düül nunca les ha gustado el término. Para él, el krautrock era sinónimo de querer sonar como gringos o británicos. Como ejemplo pone a los Scorpions. Sobra mencionar que cuando se voltea al revalorizado olimpo del krautrock, Amon Düül, CAN, NEU!, Kraftwerk, La Düsseldorf o Popol Vuh, son vistos como parte de un movimiento que revolucionó la música, con una influencia que llega hasta el día de hoy. Es sobre todo apreciable cuando bandas como Sei Still aparecen en el panorama para cautivar a los incautos.
Desde la CDMX, Sei Still de inmediato se sienten como viejos conocidos. Y es que no sé si lo que me pasó a mí sea lo adecuado, pero el año pasado pude verlos abriéndole a Mueran Humanos en uno de esos recónditos y benditos lugares que todavía existen en la ciudad cuando no hay pandemias amenazando. Poco o nada había escuchado de ellos y enseguida me capturaron. Por supuesto que no recuerdo el setlist, pero hay bandas que pueden tocar lo que sea e hipnotizarte. Así pasa con ellos. ¿Es el trance inducido por las baterías Dingerescas? Quizá. El famoso motorik que quieras o no demuestra que para controlar a un ser humano hace falta muy poco, te deja perplejo. Lo primero que hice después de aquella noche, fue buscarlos para re-escucharlos. Por supuesto que desde aquel día esperaba con ansias su primer material.
Es fácil poner una etiqueta que ha traspasado tantos años. Es fácil decir que Sei Still toca krautrock, pero es difícil definir al krautrock. Algo hay de ritmos de música clásica, de psicodelia, de funk, por supuesto de electrónica, de música concreta, de jazz, de rock y de blues, al final, el amplio espectro de bandas que conformaron el periodo histórico del “verdadero” krautrock, hace que muchos perfiles encajen. Con Sei Still podríamos decir que al primer vistazo, es el más clásico. En el que todos pensamos cuando nos dirigen al ritmo alemán. Y no lo niegan, su nombre alude a un disco de Popol Vuh. El título de la primera canción de su álbum homónimo está en alemán. “Blumenkriege” lleva por título. Dado que mi alemán es nulo, busqué el nombre en la Internet. He aquí la fusión, el juego, las referencias que unen culturas. “Blumenkriege” se refiere a las guerras floridas, aquellas misteriosas prácticas en donde se argumenta que los mexicas tomaban como prisioneros a individuos de otros pueblos menos poderosos, ya sea para esclavizarlos o, quizá, para devorarlos. Algo típicamente mexicano con terminología teutona.
“El camino” sigue por la misma línea. Mención aparte es el video musical hecho por Absolute Beginners Films que rescata algunos puntos clave de la ciudad como la cabeza olmeca del Parque Hundido, el Polyforum o la estatua a Rockdrigo en el metro Balderas. “Emisión” tiene un aura guitarrera. Es aquí en donde se diversifican los estilos. Se pierden las fronteras para que “Fortuna” se desmarque un poco más del kraut y, curiosamente se acerque al fútbol con las palabras Fortuna Düsseldorf repetidas constantemente. Además, post punk sería la etiqueta por momentos, quizá. Nada nuevo, puesto que el génesis del género tal vez no hubiera llegado sin los alemanes. La banda tiene una esencia, pero no teme navegar en ríos distintos. A final de cuentas, apenas estamos viendo el forjamiento de la identidad.
Sei Still hace un recorrido en brumas. Robert A. Heinlein publicó hace tiempo una serie de relatos que incluyen la novela corta que da título al libro: La desagradable profesión de Jonathan Hoag. En ella, Hoag contrata a un investigador privado para que descubra qué ha hecho cuando entró al piso 13 de su lugar de trabajo, puesto que el piso no existía. Es una historia mucho más compleja, pero hay un pasaje al final en donde se habla de una niebla gris e informe que, cuando abren la ventanilla palpita en lugar de la ciudad que ven cuando está cerrada. Por supuesto que no deben abrirla para, digamos, no ser “consumidos” por la nada. Repito, el relato da para mucho más, pero no puedo sino imaginar ese trayecto, con canciones como “Ladrón” o “Tácticas de guerrilla urbana” de Sei Still retumbando en las bocinas. Los sonidos perfectos para un sendero amenazante pero apasionante.
En el 2020, tocar krautrock o Teutonic Railroad Rock ‘n’ Roll —como alguna vez se le quiso llamar— no solo no es despectivo, sino que es emocionante. Se agradece poder ver por ahí alguna banda que tenga bases tan arraigadas, alguna banda mexicana que extienda las distorsiones de sus pedaleras y sintetizadores hasta las aguas del Rin.
Haz click en la banderilla para guardar artículos en tus favoritos, ingresa con tu cuenta de Facebook o Twitter y accede a esta funcionalidad.
Avisos