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Universal Music México / 2015
12/Oct/2015
Hoy, a casi 30 meses de su presentación en sociedad, la banda no solo es conocida entre el público; también ha sido acogida por los medios locales, lo cual los ha transformado de desconocidos a futuros principales en los carteles de nuestros festivales, así como en material de calidad para la exportación de nuestro rock nacional. Dualidad es el segundo disco de la banda, una producción que venía siendo anunciada desde hace unos meses y de la cual ya se conocían un par de canciones que habían sido liberadas.
El sonido de Reyno no cambió mucho con respecto a su primer disco. Digamos que Pablo Cantú y Christian Jean agarraron la fórmula que les había funcionado en Viaje Por Lo Eterno y la mejoraron, agregándole dos gotas (más) de talento y un chorro de madurez, sin mover nada más.
El disco abre con “Pacífico”, canción llena de atmósferas con un sonido que por momentos recuerda al de Babasónicos de finales de los noventa (disco Miami para ser exactos). Siguiendo con el rock lento de la primera, “Dualidad”, sencillo y canción que le da nombre al álbum, sube los ánimos e introduce como protagonistas a las guitarras que logran darle un toque más rockero que a la canción anterior. “Blanco y Negro” continúa con la misma tónica.
“Fluye”, el cuarto track del disco, es sin lugar a dudas el mejor ejemplo de la madurez que ha alcanzado Reyno. Aunque por momentos recuerda a Zoé, esta canción tiene el potencial para convertirse en un clásico de la banda, debido a su calidad lírica y melódica, y a que el coro puede llegar a meterse en el inconsciente, algo que es importante para que cualquier canción tenga éxito.
“Química” y “Control” son las más “flojas” del disco. No es que sean malas canciones o que den la impresión de ser de relleno, lo que pasa es que simplemente no tienen la calidad de las anteriores.
Este bache se ve rápidamente superado gracias a “No olvidé”, balada que, aunque baja las revoluciones, alza la calidad retomando el nivel mostrado en los primeros momentos del disco. Lo mismo pasa con “Cuatro elementos”, tema que llega al rescate después de que “Fórmula” vuelve a dar un bajón al disco.
“Revivir” es el momento más rockero, gracias a los riffs de guitarra que suenan potentes y que parecen ser sacados de otra época por su sonido setentero.
El final llega con dos baladas más. La primera, “Me Desprendo”, empieza con un sonido orgánico, con una guitarra acústica que acompaña la voz de Christian que, con un tono dulce, canta acerca de la necesidad de terminar una relación que no parece llegar a ningún lado: “Es inútil esperarte tanto, con el tiempo me derrito lento, es así como decido irme”, recita. La segunda —y última canción del disco—, “Al principio del final”, recurre a atmósferas más artificiales, llegando nuevamente, y como al principio del álbum, a tener un sonido, ya sea con intención o no, que recuerda mucho al Miami de Babasónicos.
Reyno continúa su ascenso a velocidad luz. La fama le está empezando a llegar y la calidad de su música va en aumento, lo cual seguro logrará que la banda acumule más seguidores a lo largo y ancho de nuestro país.
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I U She / 2015
12/Oct/2015
A ella no le importa si te sientes ofendido o frustrado. Tampoco le interesa si su música te perturba o te hace jugar bajo las cobijas. Lo que Peaches ha hecho desde mediados de los 90 es manifestar, a través de explícitas líricas y pegajosos ritmos, su ferviente anhelo de equidad y libertad sexual.
Fantasías y realidades convergen en Rub, un álbum de 11 tracks que más allá de ser poco convencional, invita a reflexionar sobre aquello que has mantenido oculto por miedo al qué dirán. No se trata de endulzar el oído de alguien, sino de dejar de ser presa de tus propios deseos.
El disco inicia con tambores pesados y las rimas lascivas de Kim Gordon (Sonic Youth): “Close-up”. La libertad con la que Merrill Beth Nisker (Peaches) habla sobre su vagina en “Rub” hace que este tema no solo sea sensualmente andrógino, sino que los rasposos beats y los agridulces coros generan oscuros y húmedos pensamientos oníricos, que para Freud serían oro puro.
El feminismo es para Peaches más que una imagen. Con raíces teatrales, la artista explora la sexualidad femenina de la misma manera en que los hombres lo han hecho por siglos. Para la canadiense no hay diferencia entre senos, traseros, penes y testículos cuando de erotismo se trata. “Dick in the Air” es un tema que inicia pidiendo que los lugares se inviertan, y sean los caballeros quienes hagan todo para subir los ánimos de las damas.
La estética sonora sigue siendo la misma en “Pickles”, y entre sintetizadores desquiciantes, Nisker pide que su deseo sea saciado, estando dispuesta a dar lo mismo a cambio. Asimismo, hace hincapié de su poder femenino al repetir incansablemente: “A principios del verano di a luz a una niña mala, sin la epidural”.
Su descontento político también se hace presente en “Sick in the Head”, una de las mejores rolas del disco, que nos revela más del espíritu combatiente de una mujer en busca de igualdad. Por su parte, “Free Drink Ticket” es un tema que nos regala una versión masculina de Peaches, en la que deja que su rabia fluya en una historia que parece ser bastante personal.
La siniestra dulzura regresa con “Dumb Fuck”, la canción más pop de esta sexta entrega discográfica, para cerrar el juego de fantasías sexuales y furia junto a Feist en “I Mean Something”.
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