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Grizzly Bear: una promesa ininterrumpida

Grizzly Bear: una promesa ininterrumpida
Grizzly Bear: una promesa ininterrumpida

Artista(s)

28/Sep/2012

Grizzly Bear

Shields

Warp

2012

Este año ha sido distinguido por el regreso de la clase 2009 de Brooklyn, marcada por su glorificación a la psicodelia. Animal Collective y Dirty Projectors han vuelto en 2012, ambos con distintos desenlaces. En un escenario similar, llega Grizzly Bear, con su anticipado Shields.

La sensibilidad pop del cuarteto se ha identificado por pasar etapas, pero siempre con la misma melancólica sintonía. Si bien Horn of Plenty, la distorsionada y meditabunda visión freak-folk del 2004, fue un trabajo solista de Ed Droste - quien ahora comparte funciones de vocalista y composición con Daniel Rossen -, su secuela Yellow House, sentó las bases para la personalidad de la banda. Un influyente exponente del psych-folk moderno donde convivieron ambientes fantasmagóricos y arreglos orquestales por igual. Veckatimest significó su alteración sonora, pues aunque manteniendo sus facultades principales, se adentró en el indie rock más convencional: incrementó el uso de la distorsión en las guitarras, y se degradó la importancia de la orquestación, dándole un lugar como acompañamiento. De igual manera, éste funcionó como parteaguas a un público mucho más extenso, movimiento encabezado por su sencillo estrella, “Two Weeks”.

La producción a cargo de Chris Taylor, bajista de la banda, toma un papel estelar aquí, y proporciona calidad cristalina. Consciente del aumento de público, no se avergüenza de pulir en toda su superficie el LP, y promueve un aspecto más accesible y manteniendo el ambiente orgánico que distingue al proyecto.

Shields parece dividido en tres actos. Al inicio, un deslumbre de adrenalina y urgencia emocional por respuestas. Aprovechan el estado de desconcertación para propinar los 15 minutos más crudos y directos de la discografía de Grizzly Bear, entre ellos dos tracks ya lanzados como sencillos. "Sleeping Ute" escurre un blues diluido en una masa de guitarreos agresivos, identificable por la exageración en la voz de Droste, y “Yet Again”, una oda a la incomprensión amorosa, inundada de la obsesión de Droste por Fleetwood Mac y otros actos de rock clásico de los setentas.

En el segundo, retoman su fama de amantes de la repetición como formato de expresión. No es raro que hagan hincapié una y otra vez en algo si lo creen redituable a futuro, que es común desemboque en la culminación del crecimiento o una recompensa similar, una que permita sentir progresión. “A Simple Answer” luce como un corte rechazado de Arcade Fire: una letra predicante de la nostalgia y arrepentimientos de la juventud, con todo y Rossen en su mejor impresión de Win Butler, que termina por hundirse en su intrascendencia.

En lo que pareciera una disculpa a su falta de sustancia, la banda proporciona un intenso y dramático desenlace, donde no se miden consecuencias. Coros atronadores, puentes emocionales de piano, orquestas disonantes, percusiones explosivas. “Sun In Your Eyes” es una mini-ópera pop por sí sola, atragantándose con su propia sobredosis de emociones mientras se despide, “so bright, so long, I’m never coming back”.

La consistencia de sus extremos es contrastante, comparada con los momentos anti climáticos vividos en el resto del material. Grizzly Bear intenta demasiado ser grandioso, y en forma parcial, ese es un problema. Muchas veces lo visible no es el resultado, sino el esfuerzo exagerado por lograrlo, uno que altera los momentos, tanto, que a final de cuentas no los deja bien parados. El exceso de confianza se muestra denso, y su urgencia por dar una declaración final que resuma su existencia, es la misma que los detiene. Nos encontramos ante una promesa interrumpida, una que se tendrá que aceptar por lo que es.