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Steve Vai en el Pabellón Cuervo

Steve Vai en el Pabellón Cuervo

Romelia Zúñiga
Jesús Contreras

Jesús
Contreras

28/May/2017

Detalles

Organización

Producción

Ambiente

Lugar

Pabellón Cuervo

Artista(s)

Pasión y guerra. Una noche con Steve Vai.

En la prepa conocí a un grupo de metaleros que me abrieron las puertas de su vida y, me dieron todas las bases musicales para convertirme en lo que hoy soy y sé. Recuerdo cuando me enseñaron por primera vez a Steve Vai y la reacción que mi cuerpo y mente experimentaron al escuchar por primera vez “For The Love Of God”; es algo que nunca podré olvidar. Bien me dijo hace muchos años Gustavo, mi amigo, cuando en una ocasión le comenté que no había oído una canción de Maiden: “Te envidio sabes, me gustaría volver a sentir eso que se siente al escuchar por primera vez esa canción; tú lo experimentarás”. Ese día me di cuenta de que tan importante era la música. Porque, todos los melómanos sabemos que las sensaciones audibles dejan huella en nuestra alma, por eso las atesoramos.

Las calles que rodean el Palacio de los Deportes estaban tranquilas, casi desiertas. No lucían ese desfile de personajes corriendo de un lado a otro, inmersos en la tertulia de la noche. Faltaban los muchos puestos ambulantes con mercancía; pero al entrar en el Pabellón, parecía que estabas dentro de una burbuja: suspendido en el tiempo.

Las luces rojas del escenario nos dieron la bienvenida al infierno. La gente gritaba, se amontonaba, bebía cerveza y disfrutaba el momento. A las ocho de la noche, las cuerdas de una guitarra emitieron un sonido distorsionado y el universo abrió sus puertas. Una ola de energía estalló en el escenario.

Un riff, bajo y sucio, nació de la guitarra de Steve Vai; relinchó un caballo, y la batería se unió a “Bad Horsie”. Es extraño; a pesar de que los otros músicos dominaban su parte, la guitarra de Vai electrificaba todo a su paso.

“Crying Machine” cambió el entorno a nuestro alrededor. La guitarra rugía segura de sí misma; tan rápida, tajante y seductora a través de un vaivén de acordes. Mientras, el bajo estaba en su papel y jugaba con nuestra mente excitada y sucia. La batería tomó el aire que había a su alrededor y lo tornó exótico y sensual. Los audiovisuales acompañaban el ritmo de la canción y, la guitarra de Vai nos congeló entre las llamas a través de solos que subían y bajaban con destreza y sincronía en “Gravity Storm”.

Un giro, la vida cambia, todo siempre cambia, y el sonido de las cuerdas de una guitarra puede acompañarte en ese camino. Mística y delicada, “Whispering A Prayer” nos regaló el regreso a nuestro origen, al centro de todo. De mis ojos brotaron lágrimas de vida y emoción, al mismo tiempo, Steve alzaba la guitarra frente a nosotros como un trofeo.

“It’s so nice to be here in your country again”, gritó un Steve Vai contento y extasiado, agradeciendo a todos por el apoyo a su carrera. Presentó el motivo de la noche: Passion and Warfare. De pronto, Brian May apareció en la pantalla e hizo la alabanza con honores debidos para dar inicio a la pasión y a la guerra; algo muy parecido a lo que hizo Devin Townsend en The Retinal Circus (2013).

“Liberty” brindó esperanza con el sonido de las cuerdas de una guitarra que cantó y nos recibió con los brazos abiertos. “Erotic Nightmares” explotó frente a nuestros ojos con un rasgueo furioso y lascivo. Al mismo tiempo, el bajo y batería seguían sus pasos y nos envolvieron en una de mis canciones favoritas de este disco. La batería marcó el ritmo, un Steve virtuoso empezó a mover sus manos haciendo magia para regalarnos: “The Animal”.

“Answers” y su sonido futurista no mostró una guitarra divertida y ágil que nos remitía a películas de alienígenas y naves espaciales. Para continuar con el mood, apareció  Joe Satriani en pantalla y tocó un solo al lado de su gran amigo, mientras que “The Riddle” nos regalaba un viaje por el espacio a través de sus notas. El bajeo pausado y los solos de guitarra distorsionados formaron algo increíble.

Las manos de Steve Vai se movían rápidamente para darle forma a “Ballerina 12/24” y todos aplaudían al ritmo de la canción. La pausa fue eterna pero las notas iniciales de “For The Love Of God” empezaron a sonar, y el Pabellón Cuervo se cayó a gritos y energía desbordada. En las pantallas se podía ver a un Steve joven tocando una guitarra con el mundo entero a su alrededor. El amor de dios posó frente a nosotros para redimir nuestros pecados y caer rendidos frente al altar.

“The Audience Is Listening” repasó el heavy metal de los 80 con sonidos agudos y pesados. John Petrucci, guitarrista de Dream Theather, apareció y felicitó a Steve por los 25 años del álbum; compartieron su maleficio con nosotros. “I Would Love To” corrió para regalarnos los acordes de una guitarra angelical y, así, continuó “Blue Powder”.

Una a una, “Greasy Kid’s Stuff”, “Alien Water Kiss”, “Sisters” y “Love Secrets” se fueron extinguiendo, rodeadas de audiovisuales coloridos y dinámicos, solos de guitarra, riffs y mucha pasión. El último invitado de honor apareció en las pantallas; Vai tocó a dueto con Frank Zappa: “Stevie’s Spanking” (como si el otro ícono del rock estuviera ahí).

Para finalizar este encuentro, “Racing The World” y “Taurus Bulba” sonaron e hicieron explotar las mentes de todos con su poder, majestuosidad y ejecución. La noche terminó llena de agradecimientos por parte de Vai y el público.

Tener el honor de presenciar y escuchar el don de un ángel caído, es un regalo.

Romelia Zúñiga

REDACCIÓN:

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Jesús Contreras

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