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14/Oct/2018
Fotos Edwin Lopez
No esperarías algo así de una banda de punk rock. Para quienes nunca habíamos visto a Against Me! en vivo, el misterio de Laura Jane Grace era grande, era místico adivinar cómo sería estar en su presencia. Pues estar ahí te hace sonreír, no hay más. Su sonrisa contagia la tuya, es algo que no esperarías de alguien que aparece sobre un escenario envuelta en negro y delineador; y sin embargo ahí está, porque a Laura le importa un carajo qué esperes de ella.
Aparecieron los cuatro sin decir más; sin hablar tomaron sus instrumentos y comenzaron a tocar “New Wave”. Habían pasado 30 segundos y ya todos habíamos entendido de qué se iba a tratar esto. No iba a ser sobre Laura, ni sobre política, ni sobre transexualidad. Iba a ser sobre Against Me!, sobre la música y sobre esa noche, sobre los coros que íbamos a hacer entre todos y las sonrisas que nos íbamos a regalar.
El público era una selección particular. Ir a un concierto de punk rock suele conllevar empujones de un amplio grupo de adolescentes furiosos. Aquí no. El público rondaba los 30, la mayoría seguramente envueltos en una vida de responsabilidades adultas, pero con algún distintivo de lo que reclamaba su corazón. Algún mechón de color en el cabello, una perforación discreta, una playera negra, un puño en alto. Y así como sin nada, la tercera canción fue “I Was A Teenage Anarchist”. No había un público más adecuado. SALA ardió.
Andrew Seward es una gran compañía para Laura sobre el escenario. El bajista acaba de regresar a la banda después de cinco años fuera y se nota. Se nota cómo hace suya cada una de las canciones viejas y nuevas, cómo alienta al público, cómo agita la cabeza, el cuerpo y los ánimos. Y todo cae en equilibrio. La banda no es Andrew ni Laura, la banda no es la furia de Atom Willard en la batería o la pasión de James Bowman en la guitarra. La banda es el momento, la banda es lo que están tocando.
Cantaron “Dead Friends”, “Stop!” y “White People For Peace” sin detenerse, sin hablar, sin quitarle peso a lo importante. Solo cuando Laura apareció en el encore con una guitarra acústica, acompañada de la marcha de la batería, para tocar la desgarradora “Joy”, se tomó un minuto para explicar que se trataba de no rendirse; más allá de las naciones, de las fronteras… nunca rendirse. El verdadero punk se trata solo de ser tú mismo.
Hacia el final aventaron “Transgender Dysphoria Blues”, “Thrash Unreal” y “Black Me Out” seguidas, sin decir nada más. Laura Jane, la banda y el público crecieron con las canciones o las canciones crecieron en ellos. Hacia el final ya todo era una fiesta de crowdsurfing, gritos y sonrisas en un concierto de punk que no decía “estamos furiosos”; decía “ya ganamos”. Crecimos, somos nosotros mismos, estamos aquí esta noche cantando con una cerveza en la mano, el punk ganó, nosotros ganamos.