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18 años de 'Machina/The Machines of God' de The Smashing Pumpkins

18 años de 'Machina/The Machines of God' de The Smashing Pumpkins

Lo sagrado y profano que permanece al paso del tiempo.

For the first time
I'm telling how much I need and bleed for
Your every move and waking sound in my time
I'll wrap my wire around your heart
And your mind
You're mine forever now
Who wouldn't be the one you love and live for
Who wouldn't stand inside your love and die for
Who wouldn't be the one you love, "Stand Inside Your Love".

Para Mafer.

¿Recuerdas la primera vez que escuchaste el riff de "The Everlasting Gaze"?, cuando volvió a tus ojos absortos la presencia de Billy Corgan enfundado en un extraño vestuario, tasajeando una guitarra Gibson SG negra, gritando postrado en un piso verde: “You Know I’m Not Dead”, un poderoso statement, la espera vencida, el regreso de The Smashing Pumpkins al panorama dominado por las boybands que ahora ofrecen burdos shows en Las Vegas mientras tu banda favorita de todos los tiempos se re-agrupa de extraña forma para celebrar incluso esta última gran pieza de su siempre variante alteza.

“Raindrops+Sunshowers” que nos llegan a todos, la misma lluvia de antaño que te regresa 18 años en el tiempo a la búsqueda en los anaqueles por este disco mientras tu sobrina estaba por nacer, y este día en especial coincide su llegada a la mayoría de edad mientras te tomas un tiempo entre los pendientes en el trabajo para dedicarle unas letras a ella y a la música que te sigue salvando y que compartes para que salve a los demás. “Stand Inside Your Love” como alta causa, delirio constante, dolor reciente, inspiración de frases en un pequeño libro negro. El repaso a la lírica que quieres gritar, pero que nunca escuchará, la confusión, la ansiedad por lo irreparable o la esperanza por lo que no se puede separar. “I Of The Mourning”, el duelo permanente, la radio personal que toca siempre las mismas canciones que nunca se irán.

Lo sagrado y profano que te dio a entender que las bandas evolucionan, crean y se destruyen, las alineaciones complicadas, los tours que nunca llegaron hasta tu ciudad, habías de conformarte con escuchar una y otra vez e intentar, siempre intentar no fallar en cualquier cosa: “Try, Try, Try”, cae y vuelve a levantarte, intenta resistir siempre, gana o aprende, nunca pierdas. Sé una “Heavy Metal Machine” que bloquea los embates, piensa en los próximos años, las reuniones inesperadas, el trabajo que hacer, los discos que te falta escuchar.

“This Time”, este tiempo es tuyo, debes sufrirlo porque la vida es así: “Someday we'll wave hello and wish we'd never waved goodbye”, personas que se van, pero que siguen rondando de alguna extraña forma como una sombra, buena o mala, pero indeleble. La voz que implora por una oportunidad, y las canciones que se sienten tan diferentes al respecto del pasado, cuando solo analizabas la extraña evolución de una banda que superó un hit, la disolución de su alineación original, la experimentación que muchos no comprendieron y que queda en evidencia en “Glass and the Ghost Children”, pero sin perder el drama, el eco ensoñador de las guitarras, la cadencia gloriosa en la batería de Jimmy Chamberlin, quien después de haber vencido a las adicciones volvió a la banda a la que le ha dado tanto hasta la fecha.

“Wound” para entender que existe un después de “1979”, que los verdaderos fans siguieron alimentándose de la lírica entrañable: “Last night I turned around and thought I watched the world ending, inside the crashing down I felt a pang, the tide was turning”, “The Crying Tree of Mercury” como una canción que seguiremos cantando por toda la vida, “With Every Light” para ayudarnos en el camino hacia lo que viene, “Blue Skies Bring Tears” que seguirán inspirando hasta que se desate el armageddon, “Age of Innocence” por cada año que ha pasado desde aquella vez que este disco giró en tu estéreo y en tu cabeza por primera vez, edades que pasan, días que se van como un parpadeo.

Machina/The Machines of God nos mostró en su momento lo que significa una evolución que después fue disipando extrañamente la obra de The Smashing Pumpkins entre aún más cambios de alineaciones, dinámicas de composición y con el siempre arraigado mando de Billy Corgan como eje creativo. Un disco que al principio no puede parecer relevante en su discografía, pero que con el paso del tiempo se vuelve esencial para entender que la obra de la banda no radica solo en sus primeros discos, aunque nos aferremos fervientemente a ellos hasta la fecha.