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Zola Jesus y la paradoja de la música en el Siglo XXI

Zola Jesus y la paradoja de la música en el Siglo XXI

13/Sep/2018

Las corporaciones siguen dictando lo que escuchamos.

La contradicción es una constante que fue creada al mismo tiempo que el universo. Está en la naturaleza de las cosas, como un ciclo que aparece, un insecto que nunca muere, como el sol que resurge después de haberse ocultado, aunque no se haya ido en verdad y sea el movimiento del planeta lo que nos impida seguir viéndolo hasta que nace de nuevo. Las reglas de la civilización no son perfectas y en su ciclo de vida encuentran formas de romperse; nosotros, quienes las redactamos y perfeccionamos, encontramos maneras de moldearlas a nuestra conveniencia. De contradecirlas. La regla del mercado y de la vida en donde el más fuerte se impone está escrita sobre una piedra y no parece que pueda borrarse como si se tratara de una inscripción eterna, aunque por momentos hayamos creído que no necesariamente ocurre así, o que por lo menos no debería tener ese destino. Cuando creíamos que estábamos viendo el fin de las disqueras, aquellos gigantes que controlaban la producción y distribución de la música de una manera omnipotente sobre todo en los ochenta, noventa y la primera mitad de la década del nuevo siglo, nos damos cuenta que no han desaparecido, han mutado como unos entes digitales, más pequeños, con menos ganancias y más diversificados, pero con la misma consigna: enriquecerse y controlar el mercado.

El reporte de 2017[1] de BuzzAngle Music, consultora de datos y análisis de la industria musical, sostiene que como ocurre desde hace un par de años las ventas físicas de discos han caído y la cantidad de reproducciones en streaming está aumentando considerablemente, 50% más que en 2016. Quienes siguen acaparando esas cifras son las disqueras “grandes”, las de siempre. Interscope, RCA Records, Atlantic Records, Columbia Records, Epic Records, Capitol, Def Jam, Island, Warner Bros, Republic/Cash Money son las diez disqueras con mayor cantidad de reproducciones en Estados Unidos. Paradoja: no importa que tengamos posibilidades de escuchar música diferente, preferimos lo que dicta la tendencia, lo que se escucha en las fiestas, de lo que hablan los medios, lo que recomiendan los servicios de streaming. ¿Pero cómo llegaron estos nombres a filtrarse dentro del gusto popular? Puede ser que los hayan puesto o puede ser que su talento los haya llevado a secuestrar nuestra atención, y una vez que llegaron las grandes no dejaron que se escaparan del radar, no mientras haya dinero de por medio. Creímos que con la llegada de las plataformas digitales iba a concluir el reinado de las corporaciones, así como iba a terminar el período de oscuridad para muchos artistas que finalmente podrían tener el control de su música y de sus ganancias y que muchos iban a poder tener espacio dentro de un negocio al que cada vez era más difícil ingresar. Pero no sucedió.

Al final la regla se impuso: si no hay quien te coloque en los reflectores no podrás vender, sin importar que haya espacio. Es un cuello de botella que muy pocos logran cruzar.

La cantante Zola Jesus, quien recientemente dio un fantástico show en México como parte de la Semana Indie Rocks!, ha publicado una serie de comentarios en sus redes sociales que señalan las carencias de este modelo actual. Las contradicciones de las estaciones de radio. Las dificultades de formar parte de una grande. Un engaño en esencia, pues aunque se ha transformado, sigue con muchas dificultades. Las corporaciones (los monstruos que engendró el capitalismo) ejercen su dominio dentro de las plataformas digitales para impulsar a sus artistas y éstos reciben un porcentaje minúsculo por reproducción. “El actual modelo para músicos independientes está roto. No se ha adecuado para mí en mucho tiempo. Solo crea ansiedad y sentimientos sobre cómo sobrevivir haciendo música a largo plazo. Los músicos independientes están obligados a explotar su trabajo o colaborar con corporaciones para hacer dinero. Tengo la fantasía de ser capaz de trabajar juntos y tomar el control del arte independiente y recuperar el poder para nosotros. Por nosotros quiero decir ustedes y yo, porque la música es una experiencia colectiva y requiere de ambas partes para que siga con vida”, asegura Zola.

El sitio watt.cashmusic.org documenta algunos métodos que utilizan las disqueras con recursos para empujar a sus artistas dentro de sitios como Spotify mediante playlists que colocan en las páginas principales de los reproductores. “Continuar con la idea de que es lo que hay es básicamente permitir que el consumismo y las corporaciones nos quiten la cultura, dejarlos que dicten lo que debe escucharse de acuerdo con su marca. Nadie (de los músicos) puede tomar riesgos, todos están jugando a lo seguro porque no hay apoyo para quienes toman riesgos. Durante Taiga (cuarto lanzamiento de su carrera y que Zola Jesus firmó con Mute Records) le pregunté a mi disquera si podían poner “Dangerous Days” en la radio y ellos dijeron que tratarían, pero que no tenían suficiente dinero para “sobornar” a las estaciones de radio, porque eso es en realidad lo que hacen”. Por ello es que las disqueras son “necesarias”, se puede producir y distribuir música de una manera más independiente, pero es necesario un gigante que empuje y promueva tu nombre para que la gente te compre.

Esa es la contradicción y al mismo tiempo la imposición de una regla que parece inamovible. Más facilidad para producir y crear música, pero si no hay quien la pague, no hay forma de seguir creándola. Más opciones para escuchar música, pero por alguna “curiosa” razón seguimos escuchando las mismas canciones, las que venden. Y como las ventas físicas están disminuyendo, las ganancias que reciben las disqueras provienen de los servicios de streaming que pagan una cantidad mínima para la industria. Un reporte señala que un millón de reproducciones en Spotify se traduce en alrededor de siete mil dólares que deben dividirse entre la disquera, los productores, los artistas, los músicos y los compositores. Algo mínimo comparado con las ventas millonarias de hace un par de décadas. Cantantes como Taylor Swift pueden sostenerse de eso, de sus streamings, su canción “Shake It Off” generó entre 280,000 and $390,000 dólares, pero se tuvo que reproducir 46.3 millones de veces durante un año. Muy pocos artistas logran esa cantidad de reproducciones sin una maquinaria presionando por todos lados.

El modelo está roto. De eso no hay duda.

Roy Rojas

REDACCIÓN:

Roy
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