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John Huston: nuestro gran amigo americano

John Huston: nuestro gran amigo americano

10/Abr/2014

Nuestro amigo americano

Gerardo Lara

México, 2014

Metacine Producciones / Fundación Rockefeller / FONCA

Por alguna extraña razón algunos prestigiados artistas quedan maravillados con nuestro país y, de la misma forma, nosotros nos maravillamos con ese peculiar sentimiento. Ese es el caso de John Huston, una leyenda del cine norteamericano que vino una y otra vez a México con proyectos cinematográficos o por simplemente por placer.

En total rodó tres películas en México, El tesoro de Sierra Madre, La noche de la Iguana y Bajo el volcán, todas totalmente distintas entre si pero en las que aprovechó los espacios y el ambiente para decir lo que deseaba.

Pasaron casi veinte años entre cada película, pero las visitas de Huston no se limitaron al aspecto profesional, podría decirse que fueron sus relaciones y amistades las que lo llevaron a trabajar en México y no lo contrario.

Con El tesoro de Sierra Madre (1948) Huston ganó varios reconocimientos en Estados Unidos y el mundo, entre ellos el Oscar a Mejor director y Mejor guión adaptado (los únicos en toda su carrera).

Posteriormente, regresó para filmar La noche de la Iguana (1964), con todo el prestigio a cuestas y  la pareja del momento en las maletas, Richard Burton y Elizabeth Taylor. La importancia de este filme trascendió la ficción por el interés de la prensa en saber que sucedía con el recién matrimonio de actores y la intervención del gobierno mexicano para que la producción no tuviera ningún contratiempo. Al terminar de filmar, tanto el director (Huston) como el protagonista (Burton) adquirieron una casa en Puerto Vallarta que puso a esta playa en el mapa mundial.

Su última película en nuestro país fue Bajo el volcán (1984), posiblemente la menos reconocida de las tres pero en la que aprovechó al máximo de la cultura, la gente y el paisaje del país, para plasmar la decadencia que deseaba reflejar en el filme.

John Huston era una personalidad que iba sola por la vida, siempre acompañado de infinidad de amigos, mujeres y admiradores. Fue en México donde encontró su refugio fuera del Olimpo hollywoodense, en el que él era el único dios.

El país, y en especial Puerto Vallarta, le dio la tranquilidad de complacerse y satisfacer a sus conocidos; a cambio, el puerto recibió el prestigio de tener como uno de sus visitantes más asiduos a uno de los directores más reconocidos del orbe.

Con toda esta efervescencia, Huston ganó y perdió en infinidad de partidas de póker que duraban días enteros, adoptó a un niño de la calle que nunca logró adaptarse al mundo del director y se divorció varias veces hasta terminar casado con una sirvienta.

Como creador, John también era implacable con su vida y las que le rodeaban, ya fueran cercanos o empleados. Era una luz que iluminaba y quemaba, sólo las playas soleadas de Puerto Vallarta lograron beneficiarse de su fuerza y hacerle justicia.