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King Gizzard & the Lizard Wizard — Phantom Island

9

King Gizzard & the Lizard Wizard
Phantom Island

p(doom) records / 2025

Artista(s)

King Gizzard and the Lizard Wizard

Se ha abierto una nueva puerta del Gizzverse y sigue mejorando.

Sobre visiones apocalípticas, donde necesitamos un espacio para dejar de pensar, aterriza el vigesimoséptimo álbum de King Gizzard & the Lizard Wizard, donde se pronuncian los sonidos melódicos y orquestales para disociarse principalmente entre cuerdas, motivados por miembros de la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles para crear algo de este tipo. Este disco forma parte directa de su álbum anterior, Flight B741, al tomar aquellas canciones que no fueron terminadas, así es cómo se descifró la fórmula para el despegue para esta segunda parte.

Los ritmos de la banda siempre han sido una espiral que, a veces, tiene un retorno para volver al sentido de la composición (aunque siempre esté presente) es a propósito darle énfasis a la creación, como si quisieran decir: “Esta vez sí nos esforzamos”. Cuando de repente quieren desintegrar el mundo musical vuelven con nuevas creaciones para contemplar con más calma y tener más atención sobre su música. Las 10 canciones de Phantom Island están llenas de influencias de distintos géneros, podemos escuchar desde algo que nos suene a The Beatles, hasta Metallica, sobre todo las vibras setenteras se hicieron presentes aquí.

Phantom Island tiene como colaborador a Chad Kelly, un gran compositor que da pie a la interpretación, ópera y teatro musical, quien los acompañó a escribir arreglos que dieron como resultado una nueva presentación del rock psicodélico, una parte más de lo multifacético de la banda.

¿Y qué nos dicen las letras de esta magna obra? Canoas encalladas que no precisamente llegan a planos terrenales, la soledad interpretada por viajes de introspección cósmica: “Uno es todo y todo es uno”, un viaje por el descubrimiento del ser, cuestionarte sobre tu papel en el mundo, ¿Estamos lejos o cerca del final? Lo más importante es no dejar cesar a la mente, para quienes luchan contra el pensamiento existencialista no deben negar la naturaleza de ésta, al final es una parte de lo que nos ayuda a sobrevivir y sobrellevar este mundo que parece más oscuro. Para los integrantes actualmente les parece más importante conectar con la gente y con uno mismo. ¿Y qué mejor que volver livianos con sonidos melódicos los pensamientos que sentimos más pesados?

Todo está listo para la segunda etapa de la banda australiana, en donde Chad Kelly se muestra realmente emocionado de estar junto a los integrantes dando tremendas presentaciones en Australia y Europa a finales de este año, los afortunados son quienes estarán frente a estos shows viendo una nueva faceta de King Gizzard & the Lizard Wizard, esperando como siempre que Latinoamérica pueda ser parte de esta nueva experiencia.

Puedes encontrar en YouTube parte de la creación del álbum en el estudio, un corto de 13 minutos donde te adentrarás a la experiencia con la banda en un film: The Making of Phantom Island.

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Matt Berninger — Get Sunk

7

Matt Berninger
Get Sunk

Book / 2025

Artista(s)

Matt Berninger

Matt Berninger y la belleza de hundirse.

Get Sunk, el segundo álbum solista de Matt Berninger, arranca con algo que no es muy común en su universo: un pequeño rayo de sol. “Inland Ocean”, coescrita con Walter Martin de The Walkmen y con coros de Julia Laws (Ronboy), se sostiene sobre una guitarra entrecortada y un saxofón empapado en eco, casi como si se tratara de un demo perdido de algún disco de Roxy Music. Es una entrada inesperadamente luminosa para alguien que ha hecho carrera perfeccionando la melancolía.

Lo que sigue es una colección de canciones donde el líder de The National vuelve a hacer lo que mejor sabe: diseccionar la tristeza con precisión quirúrgica, pero esta vez con más libertad estilística y un espíritu más suelto. Get Sunk no busca replicar el peso existencial de su banda principal, sino ofrecer un espacio más laxo, más permisivo, donde la introspección convive con la auto-parodia, la poesía con la rutina, el desencanto con un sentido del humor muy seco.

Berninger encuentra aquí un nuevo equilibrio entre la solemnidad y el juego. “Bonnet of Pins” es un ejemplo perfecto: una canción con ritmo casi bailable, letras llenas de imágenes surrealistas y una entrega vocal que pasa de lo indiferente a lo furioso sin cambiar de volumen. “Nowhere Special” remite más directamente a The National, pero se siente menos contenido, como si hubiera dejado de preocuparse por mantener una forma y se dedicara simplemente a dejar salir lo que tenía dentro.

En otras piezas, como “Frozen Oranges” o “No Love”, Berninger regresa a su zona más cómoda: canciones lentas, frágiles, que parecen escritas en voz baja. Pero incluso ahí, algo ha cambiado. Su voz —ese barítono arrastrado y reconocible al instante— suena menos trágica y más cotidiana, como la de alguien que no busca respuestas, sino formas de seguir preguntando. La producción del disco, a cargo de colaboradores como Booker T. Jones y Meg Duffy (Hand Habits), lo acompaña con sutileza y calidez: arreglos orquestales, toques folk, momentos con guiños de jazz que amplían sin saturar.

Uno de los mayores logros de Get Sunk es cómo mezcla lo íntimo con lo doméstico sin que una cosa reste importancia a la otra. En “Silver Jeep”, por ejemplo, una reflexión sobre la estabilidad emocional se cruza con un apunte sobre el jardinero y una nota en la llave del agua. Todo cabe en la misma frase, en el mismo mundo.

El cierre, “Times of Difficulty”, funciona como un resumen y una despedida. Ese grito coral de "Get drunk! Get sunk!" podría leerse como un chiste, una consigna de bar, pero también como una forma de rendición emocional. Hay algo liberador en esa frase: dejar de resistirse, aceptar la corriente, hundirse no como derrota, sino como forma de exploración.

Get Sunk no es un disco grandilocuente ni revolucionario. Pero sí es un retrato honesto y profundamente humano de alguien que sigue buscando sentido entre la quietud, la ironía y el desgaste. Matt Berninger no necesita gritar para conmover. A veces, basta con hundirse un poco más.

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