24/Abr/2013
Tricky
False Idols
False Idols (!K7)
2013
Su madre era poeta, se suicidó cuando él tenía cuatro años. Él siente que ella habla a través de sus letras. Pasó el resto de su infancia con su abuela, quien le permitía quedarse en casa viendo películas de terror en vez de ir a al escuela. Dolor, soledad, miedo, muerte y angustia son palabras que se repiten continuamente en las canciones de Adrian Thaws, mejor conocido como Tricky.
He escuchado en más de una ocasión decir a la gente que suenan todas igual y, tengo que admitir, que hay algo de cierto en ésa afirmación. Por su lentitud, la mayoría son temas de carácter hipnótico. El tono de Thaws no varía, no hay ni para arriba ni para abajo, se mantiene en el mismo plano. Pocas veces le mete algún otro recurso para dramatizar. Son las participaciones femeninas las que salen al rescate dando armonía y cadencia a temas que de otra forma sonarían demasiado planos.
¿Será acaso la madre de Tricky desde el más allá interviniendo y dando forma a su música? ¿Será él quien deliberadamente hace música que necesita de intervención femenina para sonar completa y balanceada?
La primera vez que lo escuché fue en 1998 con “Angels With Dirty Faces” y sinceramente, no me gustó. No me sentí a gusto escuchándolo, con excepción de las canciones en las que colabora Marina Topley-Bird que son menos oscuras, menos densas. Pero en general me pareció una música muy lenta y escalofriante.
Era más joven y en ésa época la música que me gustaba escuchar era otra: alegre, bailable y sólo a ratos, triste. Ése espacio lo tenía reservado para Portishead, no había lugar para nadie más. Fue por eso que cuando llegó Tricky a mi vida no lo pude recibir tan abiertamente. No fue sino hasta un par de años después cuando escuché Maxinquaye, su primer álbum, que comencé a enamorarme de él; de la lentitud y frialdad de su música. (Maxine Quaye era el nombre de su madre).
Recientemente declaró para la publicación LA.com: “Estuve perdido durante mucho tiempo, este disco se trata de re-encontrarme. No estoy tratando de satisfacer los gustos de nadie, sólo los míos”. En esta ocasión, usó su propio sello, False Idols (afiliado al sello alemán !K7 Records). Comentó también que le dio ése nombre a su disquera porque refleja el mundo actual en el que la gente adora a celebridades y se quiere enterar de todo lo que están haciendo. Quienes en lugar de tener una vida propia, quieren vivir a través de otros.
En False Idols, Thaws reconoce la ventaja de las vocales femeninas y la explota al máximo. Casi todas las canciones sobresalen por esto: “Nothing's Changed”, “Does It”, “Chinese Interlude”, “Bonnie & Clyde”. Colaboran: Francesca Belmonte, Fifi Rong, Nneka. En “Parenthesis” participa Peter Silberman de The Antlers. Siguen ofreciendo ésa sensación de tristeza, pero al mismo tiempo sumergen en un mundo único que provoca paz y su armonía por sus melodías sencillas y limpias.
Cuando escuché “Nothing's Changed” en la radio hace unas semanas, que por cierto me recordó a “Unfinished Symphathy” de Massive Attack, supe de inmediato que el regreso era total, era por convencimiento propio, por amor al pasado, nada que ver con intereses comerciales, nada de intentos pop.
Con temas como “We Don't Die”, el pionero del trip-hop deja claro que la poesía de su madre sigue viva y se manifiesta a través de él. False Idols es un álbum lleno de sinceridad que nos muestra el camino de regreso a casa, ése camino que nos hizo enamorarnos de Tricky y de su melancólica forma de expresarse.
Nonesuch / 2013
17/Abr/2013
A estas alturas de la historia resulta muy difícil brindarle toda nuestra confianza a un hippie. En pleno siglo XXI todavía sobreviven algunos y reparten su “peace & love” alrededor de ellos. Durante buena parte de su carrera este texano, nacido en 1981, se mostró como un miembro de la tribu con grandes habilidades para la música. Quizá nos tomó por sorpresa, pero mientras flirteaba con esa entelequia de la new weird America –también llamada freak folk- mantuvo nuestro interés sobre su obra, así esta diera bruscos tirones hacia distintos lados.
Hoy día no me cuesta trabajo detectar los que me parecen sus mejores discos: Rejoicing in the Hands (2004) y Cripple Crow (2005). En ellos preparaba brebajes sonoros muy extraños, el calado low fi no afectaba en el resultado final de su magia. En aquellos entonces si este gurú se ponía a soltar su rollo, lo que hacíamos nosotros era tendernos en el pasto a escucharle. De verdad que en su sencillez “Santa María De feira” se hizo una canción inolvidable –tanto como el video de “Carmencita” (que venía en el Smokey Rolls Down Thunder Canyon del 2007).
Pero como Sansón con el cabello, al cortarse la barba y la mata al parecer también perdió esa faceta de creador raruno y atractivo. Se decantó por un folk mucho más limpio y convencional que hizo que del What Will We Be (2009), apenas y nos acordemos. Ante una avasalladora oferta musical en los tiempos que corren, no resulta nada fácil reponerse de un traspiés.
Aunque algo del cariño de antaño puede mediar para concederle el beneficio de la duda y darle chance a su octavo LP más o menos formal en una carrera llena de colaboraciones y proyectos adjuntos. Mala nos llega con la noticia de que ha sido grabado en una Tascam de 4 canales. Lo que para muchos pudiera ser una austeridad limitante, con Devendra no es sino el mejor augurio de que retorna a los devaneos casi irracionales que son lo que mejor le sientan –aunque al final se quedó corto-.
Al escuchar las canciones no hallamos un ejercicio de estilo muy sorprendente. Sigue instalado en el folk correcto y manso, con el agregado de un poco de rock and roll oldie. Para concebir Mala se reunió con su infaltable compañero de correrías Noah Gorgeson. Y las canciones que de allí surgieron son sencillas y domésticas, pese al interesante planteamiento inicial: “Se ha hecho mucho hip hop en la Tascam y sabiendo que mis canciones no tienen nada que ver, me interesó la idea de conocer cómo sonarían en un equipo que fue usado para grabar nuestro rap favorito. Por eso, intentamos ver cómo funciona esta tecnología con nosotros”, explicó al tabloide británico NME.
En tal contexto puede cantarle a un Ipad o un par de zapatos e insertarlos en melodías y estribillos un tanto tristes; algo que descoloca, pues en el transcurso entre disco y disco se casó con la fotógrafa serbia Ana Kraš, se fue a vivir al Lower East Side neoyorkino como todo un beatnik y se dedicó a las artes plásticas (parte de su obra se publicó en la revista Paper de noviembre de 2012).
Se llevó la felicidad acumulada, se encerró a trabajar cuando lo creyó prudente y regresa con temas como “Daniel” y “Ballad of Keenan Milton” que nos remotan a su propio pasado. Son cumplidores pero excesivamente relajados o condescendientes. Por ejemplo, “Your Fine Petting Duck”, es todo un juego de réplicas -a lo Pimpinela- en el que la pareja se intercambia consejos para el día en que ya no estén juntos.
Lo mejor del álbum es “Mi negrita” –cantada en español- y en la que rinde homenaje a los boleros al estilo de Los Panchos o Los 3 ases. Todavía Devendra se encuentra de su mejor forma. Habremos de esperar. Él sabe que puede contar con nosotros pero –lástima- la fidelidad no es eterna.
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