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09/Sep/2025
Pocos músicos contemporáneos encarnan el espíritu de la exploración como Kamasi Washington. Antes de su esperado regreso a la Ciudad de México, el saxofonista y compositor conversó con nosotros sobre Fearless Movement, la paternidad, la colaboración, la improvisación y el papel sagrado que la música juega en nuestras vidas colectivas. Con honestidad y visión, Washington reflexiona sobre su evolución y la energía inagotable que sigue dando forma a su arte.
KW: Sí, amo la Ciudad de México. Es una de mis ciudades favoritas en el mundo. Al ser de Los Ángeles, crecí rodeado de mucha gente mexicana y se siente como casa, pero como una versión distinta de casa. Es una ciudad hermosa, con una combinación increíble de historia, arte, música y su gente. Las pirámides no están tan lejos, la arquitectura es impresionante. Cada ciudad tiene una energía, y los músicos nos conectamos con esa energía cuando vamos.
KW: Este álbum nació de un gran cambio en mi vida: me convertí en padre. Fearless Movement es un juego de palabras: bailar es movimiento, pero la vida también lo es. Para vivir así, necesitas valentía. No hay un estado más libre de miedo que cuando la música se apodera de ti por completo, cuando solo bailas, disfrutas y tus miedos desaparecen. Esa fue la inspiración. Espero que la gente conecte con esa sensación, ese momento en el que un concierto es tan hermoso que hace que todo lo demás se desvanezca.
KW: Son muy diferentes. The Epic fue música que llevábamos mucho tiempo tocando antes de grabarla, y hasta tardó dos años en salir. Durante ese tiempo escribí gran parte de Heaven and Earth, así que ya estábamos tocando ese material. Con Fearless Movement fue distinto: era música completamente nueva que ninguno de nosotros había tocado antes, ni siquiera yo. Eso le dio una energía distinta, la de explorar lo desconocido, en lugar de pulir canciones que ya conocíamos.
KW: Para nada. La música era nueva, mi vida estaba cambiando y yo quería que tomara otros caminos. Muchas de esas colaboraciones se dieron de forma natural. El tema con George Clinton, por ejemplo: Ronald Brunner lo escribió, pero no sabíamos qué hacer con él. Luego lo conocí en una exposición de arte y me dijo: “Deberíamos hacer música juntos”. En ese momento supe que él sabría cómo resolverlo. Con André 3000 fue distinto: él me llamó para grabar. Yo no sabía en qué andaba, solo era un gran fan suyo. Cuando nos reunimos descubrí que estaba metido en cosas muy experimentales. Esa sesión, junto a Carlos Niño, nos llevó a un lugar inesperado. Cuando quieres que la música cambie, a veces tienes que soltar un poco el control y dejar que otros tomen el timón.
KW: Soy un gran fan de Shin'ichirō Watanabe y del anime en general. Crecí viendo sus series en VHS allá en los noventa. Así que cuando me llamaron, me sorprendí muchísimo. Él me dio escenarios de la serie y me pidió que compusiera como si hiciera un disco inspirado en esos momentos. Esa libertad fue increíble y me llevó en una nueva dirección. De hecho, parte de mi música favorita de los últimos años salió de ese proyecto.
KW: En el estudio suelo llegar con una visión: una canción escrita, una meta. Pero si surge algo mejor, me dejo llevar. En vivo es distinto: dejo todo abierto. Cada noche puede haber un descubrimiento brillante en una canción, así que no quiero encasillarme en un solo arreglo. Cambiamos tempos, tonalidades, acordes… la música es infinita. Y en el escenario exploramos esas infinitas posibilidades.
KW: Ese es el reto: no perder el espíritu de la canción. Para mí, la canción es sagrada. La improvisación abre puertas infinitas, pero si me mantengo fiel a lo que escucho, la canción permanece. La música fluye a través de mí, del universo, de todos. Mi labor es canalizarla más que fabricarla. Si intento forzarla demasiado, corro el riesgo de perderla. Pero si escucho, la canción sigue ahí, en el centro. Para mí es un ritual, una celebración. La música es de las cosas más sagradas que existen en la vida.
KW: Es difícil. Mi música es muy variada, y ninguna canción lo abarca todo. Pero si tuviera que elegir una que dé una buena idea de lo que hago, probablemente sería "Fists of Fury".
KW: Ahora mismo, probablemente diría —y es más una descripción de lo que estoy haciendo— pero supongo que sería: buscando la verdad.

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