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Sonoridad: tokenismo vs. representación genuina

Sonoridad: tokenismo vs. representación genuina

Hace unos meses, en un encuentro de mujeres en la música, un experto en agregadoras y música independiente comentaba que a él le gustaría más que las bandas fueran underground y que solo lanzarán material físico, que se dieran el gusto de ser desconocidos. ¿Qué pasa cuando eso es un privilegio?

Considerando que las mujeres y disidencias son el verdadero underground de la música, involuntario por cuestiones de género, ser desconocidas no es por gusto sino por falta de atención de los medios de comunicación, poco acceso a ciertos escenarios y mínimo apoyo de disqueras. La situación se complica cuando no tenemos claros diversos conceptos, desde la perspectiva de género hasta la representación femenina, y creemos que inclusión significa marcar casillas en una lista, evidenciando la discriminación positiva, el mujerismo e incluso el tokenismo. Se vuelve sumamente transparente el motivo detrás de algunos proyectos, que utilizan el simbolismo como una herramienta de marketing, anulando el propósito de la inclusión.

Ejemplos claros son los medios que incluyen una nota a la semana, los pequeños escenarios que no se integran al resto de un evento (no se promueven, no se anuncian y los medios en cobertura los pasan por alto), los festivales que invitan a un acto femenino para cubrir una cuota o el gran portal mágico que se abre en marzo, donde existen múltiples menciones y hasta se abren los espacios, pero durante 11 meses encontramos nula cobertura y ninguna intención de darle continuidad a los proyectos que nombran con motivo del 8M.

Cuando los números son mínimos y se considera 40% (o menos) como un techo y no un piso para impulsar a una escena, el esfuerzo consciente para el verdadero cambio debe venir de quienes forman al público (estaciones de radio, medios escritos, comunicadores, locutores, curadores de contenidos y listas de reproducción), las personas que trabajan entre bastidores (staff) y quienes incentivan nuestro gusto por la música en vivo (foros, festivales, promotores).

Los carteles de alineación “censurados” que ha presentado Sonoridad a lo largo del 2022, donde todos los hombres se eliminan y permanecen los proyectos individuales, grupos encabezados por mujeres o bandas integradas completamente por músicas, muestran un panorama general de la representación femenina en los festivales mexicanos. Cumplen su objetivo, llamar la atención sobre un festival, pero también sirven para observar el trabajo de las y los promotores, la manera que ser reservan espacios para los mismos actos en todas partes, las cuotas de techo (todo lo que existe debajo del 40% y no aumenta año tras año), la creencia de que elegir bandas con una música dentro de la alineación es inclusión y la pereza de algunas y algunos para trabajar en favor de la diversidad y equidad en los escenarios.

Los datos duros del estudio de festivales mexicanos llegarán el 25 de noviembre, hasta entonces hablaremos sobre lo aprendido con este primer esfuerzo, pero quería adelantarme con una de las constantes a lo largo del año, el desconocimiento del concepto “representación femenina”.

Sara Norman - Karina Cabrera

¿Es colocar a más mujeres en los escenarios? No. Lo que pasa sobre el escenario es un reflejo de lo que ocurre detrás e incluso como será la experiencia del público, es muy probable que si no vemos mujeres en los escenarios, desde estos se incite a la agresión (chichis pa' la banda, ¿les suena?), su ausencia también garantiza que no existirán protocolos para la protección en backstage y el personal no estará capacitado para acuerpar y seguir los pasos pertinentes en caso de acoso y abuso sexual (recuerden el documental y la serie de Woodstock 99).

Por supuesto que es importante la presencia de artistas visuales, vocalistas y músicas, pero tienen poco impacto si su presencia perpetúa estereotipos caducos y tienen la función de entretener la mirada masculina (piensen en The Ikettes y Soulettes). También es necesario entender que las músicas que están dentro de una banda mixta, encabezada e integrada en su mayoría por hombres, tienen mayores posibilidades de llegar a los escenarios por la presencia de quienes la rodean, quien se pone al frente del micrófono y la historia o visión del mundo que se refleja en las canciones.

Debemos reconocer la invisibilización y violencias que enfrentan en estos espacios, pero la mayoría de las veces su narrativa no es parte de la experiencia general del grupo. Para lograr verdaderos avances es necesaria la difusión y exposición, muchas audiencias no tienen acceso a obras creadas por mujeres, colocar su narrativa al frente y al centro es la diferencia.

La música popular es un factor importante en la forma en que muchas personas construyen su identidad y realidad social, las aportaciones de las mujeres han sido poco expuestas o son llevadas al fondo del escenario, a 20 pies del estrellato diría un conocido documental, manteniendo la exclusión sistémicamente de la vida contemporánea en términos institucionales, estructurales, de procesos sociales y como artefactos culturales.

El circuito cerrado de la música impide, entre otras cosas, que las mujeres hayan sido y sean asimiladas por el estilo, cuando la autenticidad es un valor, una de las formas de alcanzarla es tener referentes en diversas áreas. Evidentemente, la imposibilidad de mirar a las mujeres -como generadoras de cultura y agentes de transformación- está fuertemente anclada a las formas tradicionales de construir los géneros musicales. Las mujeres parten en inferioridad, encuentran más impedimentos para ser tomadas en serio y alcanzar los escenarios y, por tanto, difícilmente llegan a convertirse en referentes para otras mujeres, lo que alimenta el círculo vicioso del canon.

Si los promotores te excluyen, la industria discográfica te anula y el registro periodístico no te considera... eres invisible, excepto como cuerpo. Nuestra historia apenas se está contando, por eso es tan importante que la registremos y expongamos no como parte de la minoría, sino como la norma, con su narrativa al frente y al centro.