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Carientismos: Las canciones que quiero en mi funeral

Carientismos: Las canciones que quiero en mi funeral

12/Jun/2020

(o de cómo somos el cúmulo de músicas compartidas con otras personas).

“Cuando se acabe mi vida, 

que me entierren en el rancho.

Que sirvan mucha bebida,

y que se arme el zafarrancho”.

Gregorio Solano, de Los Camperos de Valles 

(cita cortesía del buen César Juárez-Joyner).

 

Foto: Alantl Molina (IG: @terminaentl)

Desde hace varios años he dicho, entre broma y en serio, que ya sé cuáles serían algunas de las canciones que me gustaría que se escucharan en mi funeral. Sí, pareciera morboso, pero tiene cierta lógica: cuando alguien fallece se suele decir que aquella persona que se fue no quisiera vernos tristes, sino felices y siguiendo adelante. Y así como hay testamentos y últimos deseos, con dicha playlist me gustaría aportar música y risas (e ironía, obvio mucha ironía) a ese último momento compartido físicamente con seres queridos. 

Llevaba varias semanas pensando en hacer un texto al respecto, pero ciertas circunstancias me hicieron revalorar el proyecto. En mayo fallecieron 3 personas cercanas (ninguna, curiosamente, por COVID), y cuando alguien me preguntaba cómo me sentía, por mi mente pasaba la misma frase: “somos el cúmulo de experiencias compartidas con otras personas; somos la red de contención emocional de la gente que nos rodea”. Con la noticia de cada pérdida dediqué a mis amigos música y un trago, pero no puse las canciones que les gustaban o con las que normalmente se les asociaría, sino aquellas con las que yo había compartido experiencias muy particulares con ellos.

Previo a lo ocurrido también llamó mi atención cómo, por la cuarentena, se popularizaron retos al estilo “comparte los discos / libros / películas que te hayan marcado”. Esto no ha sido fortuito, pues a falta de contacto físico, estas dinámicas han permitido hacernos presentes mediante los gustos y las experiencias que nos han definido. ¿Por qué? Porque cada publicación implica recuerdos y personas: ya sea porque compartimos con ellas el gusto, porque nos lo recomendaron, etcétera. El ejercicio no sólo ha sido introspectivo para muchos, sino que se ha vuelto una forma de contacto emocional al detonar experiencias colectivas. 

Pero regresemos al tema de la música que escuchamos cuando alguien fallece. No solo sirve para lidiar con pérdidas, sino que nos permite traer al presente a personas que ya no están: habitan en dichas canciones mediante el recuerdo de sus gestos, opiniones, reacciones, etcétera. Las canciones de mi playlist servirían entonces para que la gente interactuara de alguna manera conmigo mediante el recuerdo y el diálogo, ocasionando que salieran varios “pinche Julián” (#porqueplaylistparcialmenteirónico), junto con muchas risas y una que otra dedicatoria con un trago de por medio (digo, ni modo que el duelo se haga con la garganta seca, ¿no?). 

Sin embargo, después de todo lo ocurrido he pensado que imponer una playlist sería un poco egoísta: dicho listado me definiría parcialmente, pero como dije antes, “somos el cúmulo de experiencias compartidas con otras personas”. Cada que repetía esa frase me daba cuenta de lo afortunado que soy, pues en mi proceso de duelo se han hecho presentes muchas personas que me han acompañado y que de una forma u otra se encontrarían (espero, culeros), en mi funeral. Dicha playlist sería tan solo un punto de partida, pues nunca estaría completa sin lo que cada quien agregara desde sus recuerdos. Si alguien quisiera conocerme un poco más, podría poner play y listo, ahí estaré plasmado mediante una parte de mis gustos e ironía, pero quien me ha conocido tendría también voz para sumar a la selección musical. 

La memoria colectiva se mantiene vigente en la medida en la que los involucrados deciden perpetuarla. Seguiremos vivos siempre que alguien nos recuerde, y esto aplica no solo para las personas, sino también para aquel lugar que llamamos hogar. Esto es fundamental cuando alguien migra: cuando llevas contigo música, no solo llevas tus gustos, sino una parte de quién eres y con quiénes has compartido. No importa la época o el recurso: sea mediante el canto, o cargando un instrumento o una forma de reproducir audio, somos también el cúmulo de músicas compartidas. Y tampoco importa la “calidad” o el “formato”, sino lo que ocurre en nuestra mente. 

En pocas palabras, si yo me fuera querría que me recordaran con una sonrisa, y que cada persona se aventara una adición a la playlist. ¿Por qué? Porque la música de mi despedida no la defino yo, sino cada persona con la que he compartido experiencias. Yo solo aportaré unas cuantas canciones para calentar motores, y ya de ahí que se arme el aquelarre. 

¡Salú!