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¿Qué te apena ser morena?
En una mañana de agosto me mantenía inquieto esperando recibir mi café matutino. Que si bien es cierto suelo prepararlo de manera hogareña, en esta ocasión, después de estrellar la jarra, tuve que salir a comprar la cafeína tempranera.
Siendo el cliente número 11 en la cafetería de la zona (no miento, los conté en mi desesperación), un ligero acercamiento corpulento me hizo estremecer; primero activé mi reacción de agresión, pero después de ver la persona que emitió la acción bajé la guardia. Había sido un tremendo arrimón en mi cadera trasera. He aquí donde la historia comienza.
Ahí viene el que hace chamacos. ¡Qué trancita por tus venas mi papito de Tepito! ¡Qué milanesas que no bisteces! ¡Ay Papantla, tus hijos vuelan! Qué pinche gustazo vicentearte. ¿Y ese milagrazo grasoso?".
Hacía años que no me reencontraba con un licenciado, colega y amigo de la infancia. ¡Vaya cómo avanza y sorprenden los tiempos! Es cierto que le mundo es pequeño.
Ah, chale pinche cara de nahual, ¿qué a poco no te acuerdas de este cuerazo? ¡Jijos! Ya chole, con tu pinche pañal en la boca no se te entiende ni madres, pinche chango. Me lleva la tostada. Hábleme bien; si ya te las sábanas pa’ qué cobijas..."
El abrazo que fortaleció la sorpresa fue más representativo que el agarrón de nalga del buen “El Orejas”; solía la pandilla del colegio llamarle así por su problema auditivo, aquel que nos obligaba a hablarle más fuerte del lado izquierdo que el derecho. Sino mal recuerdo los prefectos nos sancionaban al burlarnos de su afectación auditiva.
¿Qué hay que hacer para merecer, mijo? Ya cuántos pinches años si viseras, miserable. ¿Qué chinga’os haces aquí? ¡Ah, no ma’! ¿Apoco muy pinche billetudo? ¡Cómo ñoño si soy El Chavo! No se sienta bien canero mi ramero. ¡Qué pinches gustos te haiga visto, neta!".
Quizá me equivoque al calcular unos 15 años que no veía la cara de “El Orejas”, un sujeto que carga en sí los recuerdos de mi pre-adolescencia en un colegio público, de mala fachada y con aulas parecidas a un tutelar juvenil. Un viejo compañero de maldades y aventuras, de desgracias y sinfín de malestares que en esta actualidad de delicadeza pudieran ser causa de encarcelamiento y cancelación rotunda. Sin embargo, dentro de todo lo que se pueda fisgonear de este sujeto, su naturalidad siempre ha transmitido una esencia de sincera y honesta esencia.
Mientras la fila de clientes avanzaba diminutamente en la cafetería de la zona, “El Orejas” y yo conversábamos con una intención de ponernos al día sobre los sucesos de ambos roles en esta comunicación trivial. Claramente “la pandemia” fue un tema de sí en dicharachera conversación.
… lo que es derecho no es chipotudo, ese ¿o no? Acá entre nos, esta mamarrachada de bicho pocho que, ah chale, mira no ‘más lo digo y cómo me chilla la tripa. Es que me extraña que siendo araña no me sepa ya esa maña y hasta me bailen con su telaraña, ¿a poco no? No es que, ¡jijos! Ni la vimos, ni sentimos venir… ¿a poco no te agarro como en curva de perifas? Yo andaba en la talacha, ya te las sábanas, acá… correteando la chuleta y de repente, ¡zaz, alcatraz! Que nos dice 'aguacale el ala: ya no hay chamba'. ¡Nombre, gañan! Se puso recio el tenso y yo como menso...".
A paso lento me acercaba al barista pero muy lejos de ser atendido. Las historias que me contaba este güey calaban en el estado de emoción: principalmente cuando descubrimos tantos rubros, indicios y aspectos que esta contingencia afectó, la cantidad de negocios, empleados y comerciantes que se localizaron arduamente afectados. Honestamente, mientras lo escuchaba, no logro dimensionar el número de ambientes y giros que se vieron dañados por este extraordinario suceso.
… y que le digo a calzón quitado: “¡Cuando quieras cáigale que aquí si hay queso pa’ las quesadillas!”, pero [risas] ¡chiaaa! No me aguantó la jugada, papá. ¿O tú qué opinas? ¿A poco no se le dobló la reversa? Acá entre nos no es que la hermana de “El Trompas” sea como la última Coca-Cola en el estadio. Pero, ¡jijos! Si se encabronó el teporocho ese… el flaco desnutrido. ¿Cómo la besibol mi niño?".
La inmensidad de recuerdos que se conversaron me mantuvo sonriente en cada momento, principalmente la manera de narrar los sucesos y anécdotas que le había ocurrido a “El Orejas” en esos 17 meses de pandemia. Sin lugar a dudas, el sentimiento que se colaba en cada historia sujetaba un inmenso dolor de lamento y sufrimiento. Es sorpresivo como esta situación golpeó desde al vecino de “El Orejas” hasta el Presidente en turno; es complicado dimensionar la magnitud de “esta chingadera”, diría mi conversador.
… pero pues aquí andamos, sacando plata del pozo. ´ta difícil que esa chingadera me tumbe, a mí lo que el viento a Juárez, hijos de la llorona. Solo es aguantar: dos tres tragos de caguama y vámonos recio. No estoy en lujos pa’ pausar la chamba. Porque tengo que llegar al congal con la papa; ahí les Batman dijo Robin. ¿Qué no? Si ya te sa´pa´qué te la pla´...".
Los caminos siempre tendrán empedrados que lastiman el andar pero que al final uno consigue resistirlos. Lo complejo no es el pavimiento averiado, sino la manera en que el entorno social genera “avenidas” pretenciosas buscando sean “distintas”, como paralelas, pero con un viaje falsamente más “decente”. Dentro de todo ello, da igual. Al final se desea llegar al mismo sitio que es la gratificación, la felicidade; sin importar el sexo, la raza o la condición cultural y económica. El sol siempre alumbra a todos: sin rechazo, sin bloqueos, sin clasificaciones ni clasismos.
Por más que se intente retirar las raíces de nuestra esencia chilanga, la cultura interna permanece presente en nuestra acta de nacimiento, aquella con tinta corriente y papel reciclado. Aquí todo viene de nuestra historia, del ingenio y la creatividad del mexicano para jugar con las palabras, con la vida y el contexto connotativo. De la naturalidad malinche, pues aunque la mona se pinte de güera, mona se queda. Ya saben, aquí somos la raza de bronce; si lo mexicano es naco y lo mexicano es chido, entonces... verdad de Dios, todo lo naco es chido, diría la Botellita de Jerez en su "Guacarrock De La Malinche".
… pero pues ni Pepsi dijo la Coca. Yo ya te estoy diciembre y noviembre que haces caso… el pedo está caliente, plancha. Pero ya sabes, tú dime rana y yo salto, sapo y asalto. Ándate Felipe y con tenis, pinches madres. Tú date grasa, bolero y disfrútele que no somos gatos con chingos de vidas. Ya estás peinado pa’ tras, papi. Yupi, yupi el muñeco Chucky, échele. Cámara, pivote y rin, ahí nos vidrios ñero canero; este maniquí se cambia de aparador… o mejor dicho, a la tienda por unas heladas".
Jamás llegué a la barra del café. Alcancé al Orejas en la miscelánea de la esquina, pues las heladas también pueden ser matutinas.