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Es así, para mí, ser feliz.
Cuando destapé la segunda botella de Tanquera y tuve que declarar que el gin tonic se había bautizado en mi bebida predilecta de los últimos meses. Con esa declaración se abrió la conversación en la sobremesa que me acompañaba un sábado de diciembre por la noche.
No debo falsear al decir que la charla en este conjunto de colegas estaba siendo placentera; siempre hay algo de qué conversar, de qué aprender. Sin embargo, mi vaga y alcoholizada confesión apertura la creatividad para emparejar, de manera individual, lo “favorito” de cada uno en los últimos meses, o en el actual presente, para ser más detallado. Iniciamos declarando las bebidas; fue imprudente escuchar que a un cuarentón le enloquece los Bacardi de sabores exóticos. Prorrogamos con las programaciones de streaming o los platillos y/o restaurantes preferidos. Y así avanzamos opinando de tanta cosa que no valoramos en el día, día.
Así bien, entre brindis y carcajadas que salpicaban cacahuates y pistaches, una mujer en la mesa me arrojó el cuestionar de cuál había sido mi palabra favorita en este año; una pregunta genuina y a la vez habilidosa, creyendo que por perderme en escritos aburridos soy un conocedor de lo mencionado. Sin embargo, aun con todo ello, me pareció agradable el cuestionamiento: como esos exámenes escolares de matemáticas en donde el problema te parecía coherente y atractivo, que sin saber cómo resolverlo, te aferras a dar al resultado. (De acuerdo, a nadie le sucede eso).
Mi mente dio revertidas; me agarró en curva. Me alcé por más botana y encendí un cigarrillo intentando ganar tiempo; era una pregunta portentosa. No negaré que intenté verme sagaz respondiendo con una palabra esdrújula que nadie reconociera, pero ni eso llegó a mi mente. Repasé y repasé y la palabra no llegaba. Me sentí atrancado. Los briagos en la mesa intentando confundirme más, soltaron palabras incoherentes al aire: “Estocolmo”, “barbaján”, “meneo”, “cachubis”, “pelagato”, “huachicol”, “prostituto”, y de más barbaridades que no tenían lógica ni relación a mi pensamiento (pero sí con mi persona LOL). Sin embargo, a lo lejano alguien mencionó “preciosidad” y fue ahí donde llegó el destello.
Abrí de inmediato mi aplicación de mensajes revisando mi historial de palabras para confirmar que había atinado: “bonito” era la más usada en los últimos meses. ¿Por qué? Porqué no. Tenía sentido. Y es que últimamente puras “cosas bonitas” se acercan a mí. Sin duda la conversación se convirtió en la retrospectiva.
Con dicho centelleo realicé un ejercicio similar a mi época universitaria en donde teníamos la talacha de explorar en nuestros recuerdos los magnánimos eventos de todo el año, desde enero hasta el doceavo mes. Fue de esa manera en que emprendí un recapitular de sucesos propios que me orillaron a ver todo bonito.
Uno de ellos, por ejemplo, fue conseguir brindarme a mí y los míos el espacio que tanto añorábamos tener; un aclamado lugar que fungiera como las mismísimas Vegas, quedándose allí lo que ocurriera. Por eso… celebraron con un brindis. Y así juntos los cinco recorrimos los eventos que nos fueron brindando alegrías, más que rabias, pues éstas últimas siempre se presentarán.
La verdad es que lancé la pregunta como paridad: ¿Qué acaso no tuvieron nada bonito?
El buen Orizaba confesó que había hallado lo bonita de su “libertad financiera” que, dicho está de paso, nadie comprendió… pero se le aplaudió. Salcedo decía que su bonito asenso en el despacho le ha permitido adquirir conocimiento propio que lo reta día con día; sujeto clavado en una oficina por lo que expresaba. Casandra se explayó en más de siete cosas que la hacían sonreír por “bonitas situaciones”, la más aclamada fue su elegante soltería. Alfonso hasta se puso de pie cuando presumió en el ventanal su automóvil propio; sujeto pretencioso y materialista que recibió, aun con ello, abrazos. Rigoberto por su parte, solo celebró tener salud después de diversos episodios que lo hicieron reconocer lo vulnerable de la vida.
Fue una vereda larga, compleja y analítica. Era interesante reconocer como “mi palabra favorita” funcionaba en cualquier persona. Porque en esta vida, no solo el gin tonic es bonito; ¡muchas cosas más! La sonrisa de cada uno de los presentes brotaba al narrar sus experiencias. Era fascinante demostrar que lo bonito está en cada comisura sonriente, y que ésta se encuentra en aquello que nos da felicidad:
Una calle sin tránsito, una mesa céntrica en el restaurante, un billete en el pantalón, un mensaje de “buenos días”, ganar un partido al meter un gol, una cerveza en el calor o un beso en lo oscuro lleno de pasión. Tanta cosa que da alegrías: los días domingo que no suena el despertador, un baño desocupado previo a una emergencia, que el vagón del metro no huela feo, un postre endulzante o un cigarrillo después de comer. Ir a cenar con la abuela, calcetines antes de dormir o poderte estacionar; un vaso de agua o un besuqueo desenfrenado. Simples cosas que pueden conectar con lo bonito que es andar permitiéndonos opacar lo desdichada que ya funciona la vida al madurar.
Fue así como brindé conmigo mismo lo bonito de mis días. Del como las personas, los provechos, las anécdotas, los laureles y la noción permiten que mis días se pinten bonitos. Bonito como las mañanas en mi ventanal, bonito como mi café al despertar, bonito como su mirada de mapache al encontrarnos, bonito como una canción, bonito como el silencio de la paz. Bonito como tú, como ella o como nosotros. Tanta cosa bonita que dejamos de lado intentando comprar, literal, felicidad…
De lo bonito de la vida pasamos a lo bonito de la música, aquella que musicalizaba a los presentes con sus emotivas historias. En la reflexión seguí recapacitando en la satisfacción, la prosperidad y toda esa emotividad que lo bonito da. Recordé algo que decía así: “tranquí: sé feliz”. Ser feliz… canturrean Los Caligaris. Porque lo bonito da felicidad.
Íbamos poco a poco tarareándonos melodías bonitas. Cuando el círculo se cerró, de fondo escuchamos un conteo que anunciaba dos cosas: el cierre de este [bonito] año 2022 y el abrir de la tercera botella de ginebra. ¡Vaya alegría que da terminar bonito un año más!
Este bonito canario les desea un bonito año nuevo. Que lo bonito fluya en sus bonitas miradas coquetas. Próspero y bonito 2023. Que al igual que a este bonito escritor, ustedes continuen repitiendo su bonita palabra favorita. ¡Salud!
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Todas las canciones que musicalizan estas historias se encuentran aquí: