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Este maldito día es un himno a la agonía. Qué depresión.
Ya no lo aporreo cuando suena, básicamente porque ya me encuentro despierto media hora antes de que se encienda ese despertador y que, siendo racional, no tendría por qué musicalizar ese aparatejo mi despertar en domingo… pero tan escasa es mi energía que no lo desactivé ayer. Heme aquí, de pie sin batería para (no) gozar el séptimo día de la semana, tan corto como mi emoción.
El café no está listo ni la cafetera limpia; ya localizaré la forma de activarme. Las plantas no tienen agua y su color amarillo me comunican esa necesidad. Dicen que son las 10:00 AM aunque el ventanal represente una tarde en Ámsterdam, así de nublado y aburrido. Es un domingo más… o uno menos, depende qué tanto líquido tenga el vaso.
Intento releer las páginas que antier me arrullaron, pero las lagañas me bloquean el enfoque. Miro alrededor y el desorden del día anterior me recuerda el por qué es mejor no hacer reuniones en casa. Me duele la cabeza, tengo hambre, no estoy de humor y pa’ variar tengo frío y calor.
Encuentro en el inútil aseo que hago tickets de compras absurdas… más absurda es mi cuenta bancaria pelona; apenas ha corrido un día de quincena y de esa lana que debo, no sé a quién pagarle primero sin quedarme en ceros. Pasa siempre lo mismo, pasa cada domingo.
En el espejo me veo más robusto de lo normal, una hinchazón desconocida en mis mejillas y un color rojizo en los ojos que reflejan mi agotamiento… estoy "enruqueciendo". Algo me dice que las ganas, la fortuna y el éxito están tocando en el interfon sin poderlos escuchar, me llamaron al celular pero no alcancé a contestar y no tengo buzón. Ya llegarán, estoy emotivo… aunque me veo más culero cada vez que sonrío.
Un gorgoreo mortifica mi estómago, sospecho es el cúmulo de mi abuso en la semana que hoy toma venganza. La alacena de nuevo está vacía y no encuentro mi cajetilla, seguro algún gañán anoche se los llevó a su casilla. Es este el maldito día que resuena las decisiones de la semana. Hay mucho que lavar, alistar y comprar. Llenar el tanque de gasolina, rasurarme y planchar la camisa del lunes. Pinche domingo sin ombligo.
Allá afuera seguro hay más mexicanos trabajadores que resienten el último día de la semana, más cuando se talachea formalmente de lunes a viernes: “síndrome de domingo” le llaman. Es ese síntoma de conjunto de emociones desmotivadas que nos invaden al terminar la semana. Este síndrome que según Juan Castilla (psicólogo clínico especialista en inteligencia emocional y psicología positiva), en una entrevista para El Confidencial, “incluye una sintomatología depresiva, ansiedad, malestar, estrés y problemas para conciliar el sueño”. Mi bostezo lo confirma.
Dicen que desde el 2006 el Centro de Estudio y Tratamiento de la Ansiedad de la Universidad de Pensilvania han estudiado dicho calvario al que lo relacionan con insatisfacción dominical: “es una situación que ocurre después de haber pasado el fin de semana a gusto y tras ello tienes que volver al día siguiente a una rutina poco satisfecha (…)”. Parece peor que ir a la primera misa del día.
Algunas canciones y libros dicen que el ocio debe ser un acto que también se disfrute. Y al estar aquí parado sin rumbo en estas cuatro paredes, estoy/estamos perdiendo el disfrute del ocio. ¿Es el saber que mañana es lunes de arduas responsabilidades lo que nos bajonea? Es este desdichado día el que nos recuerda lo resilientes que somos los seres, pues pese a la hueva, ahí estamos.
El mismo Castilla recomienda “ver la situación con optimismo”… agradeciendo tener trabajo y salud, pues gracias a éstas dos tenemos la capacidad de gozar los seis días antes y después de un domingo. Eso suena conmovedor y sencillo de recapacitar, pero es que las cosas más extrañas pasan este día; en serio aterrorizan las depresiones de domingo en la tarde como dice Molotov.
Ensayo mantener buena actitud, principalmente de agradecimiento y virtud. Pero estoy tan fatigoso que la reflexión se me pega como flotador; sé lo nativa que es la depresión en este día. Miro de más y prometo emprender la semana con pragmático positivismo… mientras como una galleta rancia. Nada enchufa en este día. Y ¿sabes algo? No pasa nada… somos parte del 86% de mexicanos (niños o adultos) deprimidos en domingo. A todos nos llega el peso y la carga, con corrientes negativas y fatalistas creando los peores escenarios para los próximos días. Es un día de hacer todo y no hacer nada.
Ya transcurrieron diez horas desde que desperté. Ya sé que hay chingos de técnicas y dinámicas para estimular y optimizar el domingo… que pondré en práctica el lunes. Por ahora solo me sobaré la cadera por bostezar tan fuerte. Ya sé, eso me pasa por pasarme de lanza. Nos pasa… y solo dejemos que termine; mientras el extremo de arrojarte por la ventana no se presente en los alertados pensamientos, todo estará bien.
Otra vez volví a la cama. Prometo mañana hacerlo un “gran día”, algo más emocionante, ardoroso y energético. Por ahora ya nada importa, aunque todo genere pesadillas. El próximo domingo seré más optimista, promesa. Activo mi alarma del siguiente día y la fecha presume ser martes: sospecho que el chingado domingo se me alargó. Este maldito día es un himno a la agonía. El próximo domingo seré más optimista, promesa. DTD.
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