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¡Horror! A mí nadie me ve, aunque yo me esfuerzo.
Siempre pensé que su autenticidad era real. Desde mi desconocimiento se presentía con seguridad y empoderamiento por el simple hecho de hablar de sí mismo; tanto presumía su legitimidad que el resto la crecía junto con él. Ahora comprendo que esa raza habita en cualquier parte, cerca de ti y de mí. Cualquier persona es un poco de “El Ídolo”, así le nombré.
Un sujeto sin sexo ni esencia anda deambulando por las calles señalando con su dedo inquisidor lo que es correcto y lo que no. Con altos estándares de grandeza y selección apunta lo políticamente aceptable donde es difícil llegar a su punto máximo de aprobación. Un ser racista y clasista sin saber que lo es. De grandes rangos de sabiduría e intelectualidad bajo su estatus de conocimiento. Alguien conocedor de lo conocido, experto en todo e imbécil en nada. Brillante como él mismo, que rebaja a la clase más elocuente y prudente. Es él el mismo que te calla discretamente para corregirte “algo”, el mismo “algo” que ni siquiera existe. Tan agradable que no quieres seguir leyendo de él…
Al manejar un juicio superior al contexto habitual, el Ídolo tiene su propio permiso de hablar de sí como ejemplo a seguir. Demostrando al contexto y converso lo grandioso que uno puede llegar a ser si sigue los pasos correctos, como el camino que solo él estipula. Mantener un nivel de vida elocuente y prudente para hacer feliz a todos… desde su perfección. El ídolo es esa persona que está en tu mesa de reunión con un semblante de arrogancia, esperando el momento de darte la respuesta correcta, basada en su perfección.
Es la esencia que te ejemplifica lo valioso de la vida natural, del cuidado selectivo de los animales domesticados, de la alimentación nutritiva y de lo bien que cuida la flora casera, por mencionar algún ejemplo. El sujeto que siempre tiene un escenario desatinado ante todo tema de conversación; su basta experiencia le permite ejemplificarse para darte una solución a desequilibrado problema. Sus cientos de actividades extracurriculares son la grandeza que le permite presumir para sobresalir… aunque ninguna tenga conclusión. Este dechado Ídolo mantiene el ejemplo claro de una apropiada economía, con el salario adecuado para el entorno en el que se rodea y con los mejores estudios en el ámbito… sin importar ninguno ejerza. Sin importar que nunca suelte un peso.
¡Divina fichita! Resaltante en cualquier conversación que inaugures; siempre sabe como brillar. Tan sofisticado para acribillar desde su superioridad moral a cualquiera que rompa el prototipo: el antivacunas o al que ha caído contagiado de COVID, el que come carne o el que bebe refresco, el que sufre por un examor o el de la relación interminable, el citadino o el extranjero, el católico o el hereje. Pa’ todos tiene una corrección, pues.
Si tuviese que resumirlo, es una biblioteca, ludoteca y hemeroteca en una misma persona. El Ídolo es el conocedor radiante de autores, artistas e intelectuales. El fantoche indagador de cultura y riqueza del saber. Su análisis, deducción, tesis o hipótesis y conclusión siempre será la mas apegada a la real creatividad. Es un sabiondo hecho y derecho. El conocimiento no es pecado, sino su superioridad intelectual que rebasa la expresión de verdadero artista.
La generación es parte esencial de su discurso: las nuevas eras no tienen el conocimiento de lo “realmente bueno”. Es un anticuado ídolo que habita en una burbuja de materialismo prediseñado y empaquetado. De todas las épocas que, presume, a visitado, la actual es la más procesada… dejando de lado que disfruta de ella. El que discrimina el reggaetón con músicos procedentes de una fase culinaria. Las redes sociales y el entorno viral es un ejemplo de su queja, los mismos medios donde difunde hora tras hora su basto conocimiento intelectual y que a nadie sorprende, claro está. Un influencer que solo influye así mismo.
Su aura de grandeza lo tiene cegado e invisible a la vez. Es ese aire carente de nobleza el que le permite rechazar, insultar y minimizar personas por el simple hecho de “siempre tener la razón”. Vive en el éxito olvidando quién lo coloco ahí; peor aún, sin saber que el éxito no es su entorno. Este Ídolo es esa persona que siempre tiene algo que decir para ser superior a otro; el familiar, el amigo, el estudiante, el compañero, el patrón, el presidente. El desdichado que desees, es ese el que se perfuma de narcisismo a cada mañana.
Los psicoanalistas lo identifican desde dos rangos: como un mecanismo de defensa para proteger su inferioridad social, o como una enfermedad de superioridad moral. Cual sea de las dos, ¡ah qué fastidio! Sus miedos o arrogancia son una de las trescientas cuarenta y ocho cosas que nos tienen sin importancia… hasta creo hay más.
Así bien, ¡caray con este sujeto! Estoy seguro que identificaste alguien así; sino lo hiciste, lamento indicar que eres tú ese Ídole de esa índole. No hay nada esquizofrénico ni patológico, es una esencia débil que necesita fortalecer, supongo. En un artículo de Mayo Clinic define el narcisismo como un trastorno mental que sufren personas con un sentido desmesurado de su propia importancia, una necesidad profunda de atención excesiva y admiración, relaciones conflictivas y una carencia de empatía por los demás, personas que se sientan infelices y decepcionadas cuando no reciben los favores especiales ni la admiración que creen merecer. Y es evidente que no se sientan satisfechos con sus relaciones y que otras personas no disfruten de su compañía. Dicho de otra forma, sus supuestas personalidades resultan un fastidio para el entorno que les rodea. ¿Conoces alguno?
Desde un punto sinigual, el Ídolo es aquella persona que conocemos que es el ejemplo nato de todo lo que se puede conversar. Con síntomas que se apegan al sentido de privilegio donde requiere (consciente o inconscientemente) recibir admiración constante, esto gracias a la arrogancia y exigencia de admirar los logros que haya alcanzado; sus fantasías de éxito se colocan en el máximo nivel de perfección, minimizando el pensar, el logro o el sufrimiento de otras personas a su alcance. Un Ídolo es la persona que le cuesta trabajo interactuar con la sociedad por el siempre hecho de manejar un nivel de superioridad desequilibrado. Y lo peor de todo: su espera de agradecimiento hacia el mismo por ser quien es. Es natural para el Ídolo que la envidia sea el único sentimiento que la gente sienta por él.
Es complejo apoyar u orientar a tal sujeto sobre su trastornada personalidad, principalmente porque no reconoce el problema, su problema. Aún así es evidente el riesgo que esto les puede traer consigo al dejar de lado la realidad sobre su fantasiosa incredulidad. Es por ello que el apoyo se pierde y la falta de empatía ante los ídolos es el único sentimiento que se comparte con ellos.
Para mí, "Él Ídolo" que me frecuenta es un dolor en el estómago bajo. Un fastidio canceroso difícil de lidiar, aún siendo consciente de mi interés por atenderlo. Una persona con tan alto nivel de arrogancia dificulta la interacción lúdica, me rompe pues. Es complicado interactuar con una persona que su egocentrismo sea el círculo, el punto medio y el sistema de medición al mismo tiempo. ¡Qué complicación! No poder conversar de cualquier tema sin que se transforme en él como tema.
Ahora comprendo que su autenticidad es tan arrogante como su propia esencia. Que tú y el de a lado ubica una personalidad así. Bien entiendo lo complejo de la discusión. Y por más que intento comprender su situación, no tengo la respuesta de sus preguntas; él espera ser consagrado, que como una enfermedad repitan sus palabras y conocimiento, que sea real la impresión que genera su elocuencia en los demás con tan solo oírlo hablar. Hipnotizados sospecho piensa nos tiene… Adanowsky y su “Ídolo” replican un canto en consecuencia de esta propia personalidad. De un ser narcisista nadie se enamorará, y al mismo tiempo nos tienen ahí, persiguiendo su falso ejemplificar.
Puedes localizar los anteriores capítulos de #Canoro en Indie Rocks!
Todas las canciones que musicalizan estas historias se encuentran aquí:
Zurdo
@oscarzcastillo