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Cada día me revientan más las putas leyes y su conducta moral.
Sin extremar digo que no olvidaré la cara que se le dibujó a Bárbara cuando fue sorprendida por su madre teniendo relaciones sexuales con su actual pretendiente. Que más que la escena, fue solo una montaña formada debajo de unas sábanas sobre la cama. Cuenta que fue un arqueo tremendo de sus cejas, como un par de cerros por encima de sus ojos; las pestañas separadas y la pupila dilatada. Inmediatamente se llevó las manos a la boca para cubrir la enorme "O" que se le dibujaba en los labios y, acto seguido, cerró de un golpe la puerta de la recámara. Esperó tres minutos a ras de la madera, tiempo que sirvió para respirar, analizar la situación sobre el discurso que le daría y, por qué no, para que los jóvenes se vistieran antes de volver a ver a los ojos de la madre.
La conversación estaba lista cuando ella tomó asiento en la esquina de esa cama (y el novio salía avergonzado de la casa), iniciando con un comentario supuestamente lo más open mind posible. La madre de Bárbara es una mujer joven; con tal edad se siente con la integridad para comportarse cool y guiar a su hija por el camino del no-sexo. Sin embargo, a la primera respuesta que Bárbara le dio a su madre, ésta explotó en cólera y furor castigándola el resto del mes sin acceso a su teléfono ni ver al fulano… creyendo que son los “únicos lugares” donde podría encontrarse con él, pues siempre hay medios para compartir un pack.
Yo diría –es mi pensar– que la madre dramatizó ligeramente y que su esencia de “mamá moderna” se le cayó al primer impacto. Sigo pensando que ella es joven y que su habilidad le pudo funcionar de mejor manera. Pero no, un par de actos sexuales llevados a cabo por su pequeña puberta la desmoronó. No sé ustedes pero ¡qué pedo causa el sexo!
Desde el mundo occidental, el maestro Foucault se dio a la tarea de estudiar la sexualidad como objeto y esa teoría de la supresión sexual, desde los mundos capitalistas y burgueses hasta nuestros tiempos; que dicho está de paso, tanto la opresión sexual como el mundo burgués se sigue vivenciando en pleno 2022. El mismo Michel estipula que la sexualidad es la naturaleza humana y el sexo es sentimiento y acción fundamental. Tan así que era parte elemental del mundo marital y, por qué no, el lado pecaminoso de la sociedad que vive en “un entorno de perversión”. El punto principal es que el S-E-X-O ha sido explotado y supuestamente analizado como un método de control por medio de actos religiosos, científicos, sociales y psicológicos. La cogedera está mal vista, pa’ pronto.
Y es que, si los actos carnales alborotan a la sociedad, el discurso de “todo lo prohibido se antoja” (¿o cómo chingado era?) se vuelve un dictamen comprobado. Una cosa es el acto y otra más clara la libertad sexual con versátil educación. Alguna vez leía a Milagros Pérez en El País diciendo que “ahora las relaciones son más libres, espontáneas y aparentemente igualitarias”; si bien es cierto que la libertad poco a poco va aplicándose en las parejas, presiento que el foco inicial es en las personas. Si la misma Secretaría de Gobernación dicta los “derechos sexuales en los ciudadanos mexicanos” ¿por qué no abrir más la brecha y dejarnos ir como hilo de media? Lo límites también parecen un dictamen pronunciado.
Ha pasado año tras año y el sexo se penaliza con el castigo de lo políticamente incorrecto, con ese maso ético y moral que arremete contra la naturaleza sin forzar. Cuando se revisan antecedentes de la historia, prostitutas, clientes, los burdeles y promiscuos (grandes figuras de la posición a la vida puritana) eran eliminados de la faz de la tierra. La sexualidad era prohibida y punto. Y cuando ésta se “intenta liberar” un poco, es manipulada y dosificada con vigilancia masiva.
Pero también el sexo ha sido objeto de capital y consumo: un mecanismo propagandístico para la masificación capitalista, con estándares conservadores, pero sin salirse del huacal y usando fantochamente a la mujer como la principal imagen. Dicho está de paso, la reforma educativa en nuestro país, por ejemplo, añadió la educación sexual en los años setenta como una integración “educativa” que se componía del cuerpo humano y el desarrollo físico, el comportamiento del hombre y la mujer en el crecimiento, los roles estereotipados de un bien social con base a la vida cotidiana y buenas costumbres, así como el “modo” en que el coito era permitido para procreación familiar; muy a la arcaica iglesia que se sigue peregrinando. Y si continuamos reflexionando, posiblemente un poco de más información aparte de los cuidados con métodos anticonceptivos y la prevención de enfermedades venéreas que se incluyó hasta el siglo XXI, creo no caería nada mal. La promiscuidad es más un catálogo cívico que una esencia física y mental; algo me dice que esa teoría de “control por medio de la Instituciones” no es tan descabellada.
El punto es que a la mamá de Bárbara le dio comezón visualizar a su hija crecer, descubrir y explorar su fase precoz, fase que evidentemente ella –y tú también– conoció en algún momento… o que tal vez seguimos averiguando. Una ligera rabia dictaminada por una educación moral que se sigue manteniendo. Si bien es cierto que poco a poco nos vamos liberando de esos castigos pecaminosos, aún sufrimos catástrofes de lo que es “correcto e incorrecto” dejando de lado los placeres de la vida. Y no solo los actos sexuales y sus diversas ramas, sino de distintos frenos prudentes que no nos permiten conocernos más de lo habitual.
Y ahí andamos… dando paso si huarache, tratando de averiguar cómo gozarnos sin ser etiquetados como monstros lujuriosos, consumiendo películas (Ojos bien cerrados, Ninfomanía), series (Oscuro deseo, El juego de las llaves) y libros (50 sombra de Grey, Julieta) que nos expongan lo que reprimimos; prácticas desconocidas que nos alborotan la mente, el cuerpo y la ética. Poniendo frenos de mano para no caer en esos pecados que, dicho está de paso, deberían ser nombrados como celestiales. Hemos sido tan dóciles que hasta el vocabulario lo seguimos obstaculizando. Hoy en día cada que alguna persona se incomoda con el sexo, la práctica y su jerga tan jugosa (algo me dice leíste mal), me hace entender por qué existen marchas para luchar por “la familia correcta”, personas homofóbicas o la discusión en contra del aborto. Anticuados como posición de película porno en los años setenta.
Ahora el alcance de la lujuria está a la mano de todo ser explorador; con solo googlear “posiciones sexuales” arroja más de 15 páginas informáticas. Y que más allá del hallazgo, demuestra el gran consumo que se vive en la actualidad. La revolución sexual se encamina a un desglose de novedades donde las personas se desinhiben, con fantasías por comprobar y de una experimentación social-natural para lograr complacer o, mejor aún, localizar el bien que les acomode: bondage, dogging/cruising, cancaneo, king out, sexting, splosh, tantra, erotic dance, quickie, poliamor, open relationships, role-playing, sex toys, swinger, BDSM, etcétera, etcétera, etcétera… ¿Te pareció un idioma nuevo? Pues nos falta barrio, dicen por ahí. Entonces, “si el sexo está reprimido, es decir, destinado a la prohibición, a la inexistencia y al mutismo, el solo hecho de hablar de él, y de su represión, posee como un aire de transgresión deliberada (…) Basta echar un vistazo al pasado para percatarnos que el sexo está siempre presente”, prodiga Michel Foucault.
Yo solo anhelo que después de revisar este juego de letras te hayas identificado más con los jovencitos cachondos y no con las “buenas costumbres”. Si fue lo contrario, se recomienda echarle pimienta al platillo carnal y así liberar el pensamiento y la práctica de disfrutar antes de castigar. Saborear de la vida y a follar que hay más días, que nadie te reprima y que se sienta la rebelión contra la hipocresía: "sexo y religión" dicta Ska-P en su anarquía sexual. Que el cuerpo sienta lo que recibe, dicen por ahí, y ¿por qué no? dibujar más montañas formadas debajo de unas sábanas.
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