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Canoro: [Capítulo 14] La resiliente chifladura

Canoro: [Capítulo 14] La resiliente chifladura

25/Ene/2022

¿Quién no está loco en estos tiempos?

 Es tan frágil depender de todo.

¡Estás loco!─ le gritó Manuela. Sin saber que la locura no era solo una expresión coloquial sino también una patología activa de nuestros tiempos. Es fácil escuchar tremendo ataque y a la vez es tan anticuado y banal. La locura es un comportamiento que rechaza las normas sociales establecidas, ¿pero que no acaso eso es un acto de rebeldía más bien? También, se contempla como un desequilibrio mental en una persona, ¿pero que no toda la gente está desequilibrada? Pues al parecer, mediante estudios en los siglos de los siglos, la locura es el trastorno más letal que podría padecer un ser. Entonces, si todos somos desequilibrados y un poquito rejegos, ¿todos estamos locos? He ahí la hipotenusa.

Según esto, y apegados a un diccionario escolar de Larousse, la locura significa «privación del juicio o del uso de la razón», algo muy atinado al desequilibrio mental, es decir, la falta del control mismo; una conducta que se aparta de la normalidad de una forma determinada, claro… socialmente (aunque puedo pensar que la misma sociedad nos puede generar locura: la provocan y la clasifican; juez y parte, ¡vaya remedio!). De hecho, en la misma teoría de Elogio de la locura de Erasmo de Róterdam se manifiesta que “el hombre es capaz de reconocer la miseria que le rodea porque conociéndola identifica sus flaquezas, sus errores y su verdadera incapacidad de razonar correctamente”, ¿entonces la locura funciona como una auto-retrospectiva? Uno es loco si se llega a conocer por completo y así pocos llegamos a la verdadera locura. ¡Oh qué delirio solo reflexionarlo!

Según los indicadores del INEGI, en México, el aumento de personas fallecidas a causa de las condiciones mentales y salud emocional han ido en incremento, al menos desde 1994 y hallando un aumento entre 2020 y 2021; por qué será. Pero el problema más severo es el análisis en donde se percata, el mismo Instituto, de la negación y/o desconocimiento de la sociedad mexicana ante este tema: desde el 2007 y a la fecha, el 66.9% de los sondeados presume “nunca haberse sentido deprimido”, ¡vamos a creer! Me resulta más coherente saber que el 32.5% si lo sabe identificar o que el 0.6% no sabe si sí o si no. Según el estudio, solo las personas mayores a 12 años son inestables emocionalmente. ¿Tú crees los datos? Ellos tampoco.

Cuando llegó el diciembre del 2020, el mero año en el que la pandemia por COVID arrasó, el periodista Jaime Porras del El País realizó una investigación en donde informaba el impacto que tuvo la pandemia en las cifras sobre la salud mental. En dicho análisis, los expertos hallaron que “la prevalencia del insomnio fue del 24%, la del trastorno por estrés postraumático alcanzó el 22%, la de la depresión se situó en 16% y la de la ansiedad llegó al 15%”. El artículo subraya que el trastorno por estrés postraumático, la ansiedad y la depresión fueron, respectivamente, “cinco, cuatro y tres veces más frecuentes en comparación con lo que habitualmente reporta la Organización Mundial de la Salud (OMS)”. Justo el mismo artículo menciona que en octubre la OMS publicó un informe donde señaló que la crisis por la COVID 19 “ha perturbado o paralizado los servicios de salud mental críticos en el 93% de los países del mundo y que no se observaron diferencias significativas por género o región geográfica”. Una bomba.

Cuando el 2021 cerró, Analía Llorente de BBC New Mundo informó sobre un reciente estudio publicado por la revista científica European Neuropsychopharmacology (Neuropsicofarmacología europea) realizado durante la pandemia sobre más de 55.000 participantes de 40 países donde se registraron múltiples y amplias vulnerabilidades, "desde ansiedad hasta la probable depresión y tendencias suicidas a través de la angustia". Mismo estudio detectó depresión probable en el 17,8% y angustia en el 16,7%. Un porcentaje significativo dijo haber registrado deterioro del estado mental, la dinámica familiar y el estilo de vida cotidiano". Sin embargo, poco a poco los números fueron disminuyendo ligeramente gracias a la probable tranquilidad que las vacunas transmitían y la posible idea de “retomar sus vidas pasadas”, hasta que el omicrón llegó…

El agobio, el agotar y la desesperación son tres de los sentires más constantes en este nuevo arranque del 2022; “cansancio COVID” escuché lo nombraba la Dra. Milán. Sí, ese sentir de hartazgo y fastidio. "No podemos saber a ciencia cierta en qué medida ómicron sea una variable que esté nublando la esperanza de salida de la pandemia y también impactando sobre todo en los síntomas depresivos", asegura Cristian Garay, profesor e investigador de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Una ola nueva igual a mayor estrés psicológico. Una etapa de incertidumbre puede desmoronar todo el trabajo anterior. ¿Pero qué trabajo?

El confinamiento era "el mayor experimento psicológico de la historia" dijo una psicóloga reconocida. De hecho, psiquiatras y trabajadores especializados en salud mental de todo el mundo empezaron a advertir sobre el aumento en consultas por trastornos de ansiedad y depresión (reporta el mismo artículo). Y dicho y hecho: los servicios psicológicos se han disparado tremendamente en los últimos dos años y medio, a tal grado hemos llegado que la interacción se está acoplando hasta migrar las consultas y terapias en sistemas online, justo por el encierro. Una de las plataformas más reconocidas que brinda estos servicios, la start up iFeel, dice que los motivos principales de consulta están relacionados con la depresión, la ansiedad y las relaciones de pareja; también temas de duelo y violencia de género.

En los inicios de la vida pensante ─¡anda la osa!─ se creía que la locura era consecuencia de acciones sobrenaturales o demoniacas. Muchas de las civilizaciones antiguas fueron condenadas por vivir trastornos consecuentes, muy parecida a la lepra. Tiempo después, cuando seguíamos creyendo que éramos más pensantes, se detectó que esas perturbaciones brotaban de un antecedente procreado por el entorno familiar-social, o una enfermedad que surgía de algo más radical como la epilepsia o los ataques de ansiedad. Hoy en día, todo parece una vil ridiculez intentando descifrar cómo salir de ésta.

Tal vez Manuela le gritó “¡estás loco!” al considerar un comportamiento incorrecto, rebelde, antimoral, enfermizo o diabólico, sin considerar que esta dichada pandemia ha despertado el mismo instinto en millones de personas en todo el mundo. ¡Como si Manuela nos gritara a todos! Dicen que “el miedo es el temor a lo desconocido”. Si esto es cierto, el miedo también podría engendrar un problema mental; no genérico, no de gestación, no de religión. Al final y al cabo, la afectación fue radical. Alguna vez escuché que la “salud mental” debería ser parte de “la canasta básica social” y es lamentable que, al día de hoy, sabiendo lo que la angustia, el cansancio, el estrés o la ansiedad puede engendrar, se siga manteniendo en bajo perfil.

En Canciones elegidas 93-94, Gustavo Cerati intenta comprender que, desde un encierro, cuánto miedo da salir a un mar de dudas. Gracias a esa reflexión se podría comprender que, dentro de toda la ola de auxilios profesionales que existen, sos eres tu propia ayuda, como si ya no hubiera más qué hacer y así aprender a vivir. Sin embargo, creo yo, la principal ayuda nace de uno: “ayúdate tú que yo te ayudaré” decía un filósofo muy famoso… y la terapia puede ser un buen arranque. Tal vez nunca es fácil salir de tu locura o la mía, pero la misma canción insiste en creer en nuestros ojos, e igual ahí localicemos un primer avance. No permitas que te grite Manuela; no estas solos en esto. ¡Ánimo!