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La princesa Kaguya

La princesa Kaguya

Una sublime despedida del estudio Ghibli

Sin duda una de las noticias más impactantes y desalentadoras en el universo cinematográfico del año pasado, fue el anuncio de que los afamados estudios Ghibli dejarían de producir largometrajes. Una crisis económica al interior de la empresa que los orilló a una reestructuración, así como el retiro voluntario de Hayao Miyazaki (uno de sus fundadores y motores principales) fueron las causas de tal decisión. Los últimos títulos producidos por los estudios antes del anuncio fueron la aún inédita en nuestro país When Marnie Was There (2014) y La princesa Kaguya (2013), que será la encargada de arrancar las actividades del 35 Foro Internacional de la Cineteca Nacional.

Dirigida por Isao Takahata (La gran aventura de Horus, príncipe del Sol, La tumba de las luciérnagas) y basada en El cortador de bambú (un cuento popular japonés), narra la historia de una pareja de humildes campesinos que se encuentran con una minúscula princesa que nace mágicamente del tallo de un bambú, y viéndole como un regalo celestial deciden adoptarla, llamándola justamente pequeño bambú debido a su precoz forma de crecer. Cuando ella alcanza su prematura adolescencia (e inspirados por una serie de otros regalos mágicos), deciden apartarla de la vida simple y bucólica que llevaba hasta ese momento, para convertirla en una dama de la realeza, y asegurarle su felicidad casándola con algún noble.

El conflicto surge cuando por un lado, todos sus pretendientes la cortejan solo porque han oído que es muy bella (jamás le han visto), y buscan casarse con ella con el único afán de obtener una esposa-trofeo. No la conocen y desde luego, no la aman genuinamente. Por otro lado, aunque Kaguya (bautizada así por un anciano, y que significa Luz Brillante) ha aceptado seguirle la corriente a sus padres, en el fondo no anhela vivir esa vida, y añora andar libre por el bosque y convivir con la flora y fauna silvestres de esos lugares, así como con los humildes campesinos que allí viven, y en especial con uno que podría decirse que es su verdadero interés amoroso: el joven leñador Sutemaru. Este deseo no realizado la hace cada vez más infeliz, pero decide guardar silencio por complacer a sus progenitores. Sin embargo, tal infelicidad crece en su interior, hasta detonar un evento que servirá para revelar no solo sus sentimientos, sino también su verdadero origen y el propósito de su llegada a este mundo... y el porqué deberá de abandonarlo.

Inspirado por el estilo que había utilizado en Mis vecinos los Yamada (un trabajo previo), Takahata opta por un diseño visual que se basa tanto en el dibujo manga tradicional, como en una técnica minimalista que emula los trazos de un pincel, lo que confiere al relato un sabor vintage, mucho más cercano a la ilustración literaria clásica que al anime contemporáneo, como una forma de recordarle al espectador que la historia que esta viendo proviene de una leyenda ancestral.

El resultado es una película que va a contrapelo de la tendencia actual, alejándose deliberadamente de la animación 3D habitual, privilegiando en su lugar un diseño visual más austero, de apabullante sencillez gráfica que logra mayor precisión en su lenguaje y en lo que se busca transmitir. Y si visualmente va a contracorriente de lo que los grandes estudios hacen, temáticamente también se aparta de lo convencional, al proponer una reflexión que evoca aquel conocido refrán que reza “Aunque la jaula sea de oro… no deja de ser prisión”, ya que vemos como un ser que a pesar de estar rodeado por la belleza, la opulencia y las bendiciones divinas, vive prisionera precisamente de esos dones y de los deseos de aquellos que quieren su felicidad, pero que obsesionados en dicho afán terminan por hacerla muy desdichada. La princesa Kaguya es el sublime, embriagadoramente bello y profundamente melancólico canto de cisne para un estudio que nos obsequió inolvidables y entrañables personajes e historias a varias generaciones.

Este film forma parte del 35 Foro Internacional de la Cineteca.