Favoritos
Haz click en la banderilla para guardar artículos en tus favoritos, ingresa con tu cuenta de Facebook o Twitter y accede a esta funcionalidad.
“America's not a country. It's just a business. Now pay me my fucking money!” (Jackie Cogan)
Después de cinco años desde aquellos sórdidos disparos de la oscura El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford, Andrew Dominik regresa dirigiendo Mátalos suavemente ; nuevo thriller lleno de traiciones, que habrá de matar suavemente al espectador entendido.
Tres hombres sin nada que perder –Frankie, Russel y Amato– preparan lo que a su modo de ver será el crimen perfecto. Asaltar un hoyo de apuestas que ya ha sido saqueado por su propio dueño, quien tuvo a bien simular un robo para quedarse con las ganancias de sus clientes. “But C’mon! Everybody loves Markie!”, ríen los improvisados ladrones mientras se preparan para el golpe. Ellos creen que la culpa por el reciente robo caerá sobre el ambicioso y poco confiable propietario, Markie Trattman (Ray Liotta), y de tal modo, ellos quedarán absueltos. Pero la lengua del fanfarrón siempre traiciona, y en este caso será la indiscreción de Russel (Ben Mendelsohn) lo que marcará sus destinos, sobre todo cuando este maloliente drogadicto australiano se pavoneé entre sus conocidos de haber participado en el último atraco al salón de Markie.
A raíz de tal descuido, las fuerzas de la naturaleza (y del Capital) se alinearán para dar su merecido a los ingenuos. Es entonces cuando el cínico bastardo de Jackie Cogan, interpretado por un Brad Pitt que no dejaba de hacerme pensar en James Hetfield, entrará en escena. Sus despiadados y mecanizados métodos para castigar a los culpables serán el punto de quiebre de este relato.
Inspirada en la novela Cogan’s Trade de George V. Higgings, la película se desarrolla a partir de violentos saltos temporales: flashbacks que nacen de las conversaciones que diversos personajes del filme van desarrollando entre sí. Todo será un cuento macabro contado por un grupo de locos, niños frenéticos y forrados de armas, que juegan a honrar a su dios el Capital. Porque para rematar, como coro trágico, en muchas de las secuencias del filme, sobre todo en las de diálogo, pueden escucharse de fondo noticieros que narran la otra historia de la Norteamérica contemporánea: la recesión económica, las especulaciones de la bolsa y la delirante demagogia (esas palabras bonitas de Jefferson y otros padres de la patria gringa) manando desde los ambiguos labios del presidente Barack Obama.
Una cinta despiadada y crítica donde se muestra que Estados Unidos, además de ser el gran pavo con tocino de la libertad, también es ese país donde los empresarios y mafiosos se dan el lujo de regatear los precios incluso cuando se habla del asesinato de un ser humano. Al mismo tiempo, además de ese nihilismo sabor whisky barato, con el que se nos presenta Mátalos suavemente, en ella también impera un exquisito cuidado en las cuestiones visuales: las matanzas de Jackie Cogan serán desesperanzadoramente plásticas, como lienzos de destrucción.
Una ficción sobre el cinismo y la crueldad que se dispara a manera de meditación. Un thriller nihilista, sí, pero uno de esos que valen la pena; que nos evocan al Scorsese de Taxi Driver y Good Fellas (donde también aparece Ray Liotta), entre otros parentescos.