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#FICG28: Blancanieves, una fábula gótica

#FICG28: Blancanieves, una fábula gótica

03/Mar/2013

Llegó el momento de Blancanieves,  una de las películas más esperadas en el Festival de Cine en Guadalajara, y que participa como parte de la Sección Oficial en competencia. Los premios que ha cosechado desde su estreno el año pasado y la cierta polémica que la envuelve la han convertido en uno de los trabajos obligados a ver dentro del certamen fílmico. El bilbaíno Pablo Berger ha entregado con este filme un trabajo valiente y arriesgado, a la par que brillante y sumamente estético.

Berger ha realizado un filme mudo, fotografiado a blanco y negro e hilado a través de letreros de diálogos al más puro estilo del cine propio de los años veinte. En él se cuenta la historia de Carmen, una joven que tras la muerte de su madre queda al amparo de su madrastra, una  terrible y cruel mujer que le hace la vida tormentosa hasta que logra escapar de ella para unirse al show que seis enanos implementan en plazas públicas de distintas comunidades, y en el que adoptará el sobrenombre de Blancanieves

Se trata por supuesto de una alusión al clásico cuento de los hermanos Grimm, pero ambientado en la España de los años veinte y dentro del ambiente taurino. Una película cuyas virtudes comienzan con la estética que muestra en pantalla, y que recoge aspectos del expresionismo alemán con un juego inteligente de luces y sombras que incorpora una importante carga dramática a cada uno de los personajes y situaciones. Una suerte de relato gótico que se vale del contexto taurino en el que se ambienta la historia, para recrear espacios lúgubres y sombríos estéticamente bien confeccionados.

Aunado a ello, el trabajo actoral mostrado por casi todo el elenco (en el que por cierto participa Daniel Giménez Cacho como el padre de Blancanieves) es de primer nivel; desde los registros mostrado por las actrices que ejecutan el papel de Carmen en su edad infantil y adulta, hasta la maravillosa ejecución del papel de la madrastra interpretada por Maribel Verdú, quien con sus gesticulaciones y miradas realiza un convincente papel de malvada y cruel mujer. Mencionar el tema de las actuaciones no es cosa simple ni lugar común. Considerando las características silentes del filme, el trabajo actoral requiere de una sobreactuación sumamente precisa que beba de la exageración gesticular, sin caer en la comicidad, para dibujar personajes reales y creíbles, y aquí Blancanieves tiene los puntos a su favor.

La música es otra de sus virtudes, pues juega un papel protagónico, como debe ser en los filmes mudos, que conduce de forma magistral lo ocurrido en pantalla. Sinfonías flamencas, melodías gitanas y ritmos de cabaret son las que acompañan de forma atinada las acciones y suman al dramatismo que observamos en cada situación.

Por supuesto no falta quien compara esta película con lo hecho por el francés Michel Hazanavicius en The Artist de 2011, ni quien aluda a una falta de originalidad dada la similitud de sus características silentes y a blanco y negro. Sin embargo qué tan justo es realizar un ejercicio así cuando a estas alturas es prácticamente imposible hablar de trabajos que sean totalmente originales. Blancanieves debiera ser valorada por lo que muestra y exhibe por sí misma como obra cinematográfica, y en este ejercicio el filme de Pablo Berger resulta una obra con capacidades por más demostradas.