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En toda gran ciudad ocurren acontecimientos de manera paralela que son imposibles de presenciar. Susana Iglesias, a través de Señorita Vodka (Tusquets, 2013), ofrece una de las tantas situaciones que pueden ocurrir en las entrañas de una ciudad. Se trata de la historia de una mujer, teibolera y escritora, y un momento de su vida que transcurre en una calle que se extiende desde el Eje Central hasta Hollywood Boulevard.
Me encontré con Susana en una cantina de la zona centro de la Ciudad de México, el Salón Casino. El día anterior, en un famoso bar del Centro Histórico, se había presentado su libro. Al terminar el evento fue victima de un asalto; la golpearon y le robaron su celular. "Te lo juro, si tú escribes sobre algo te puede pasar…", reveló Susana mientras me enseñaba los golpes que el asaltante le dejó. "Lo mismo le pasa a la señorita Vodka: le roban la computadora, a raíz de esto se trastorna y comienza a escribir una historia". Con ésta confesión inició una pequeña charla, que se convirtió en un buen rato de cantina, entorno a su novela.
Sí algo me quedó claro desde que leí Señorita Vodka, y que corroboré al comienzo de la plática, es que ésta es un ejercicio escritural donde se busca ficcionalizar la memoria. "La construcción de Señorita Vodka es fruto de la desesperación por contar una historia nocturna; la señorita Vodka es un personaje que encontré por la mañana en Garibaldi mientras desayunaba con los mariachis. Muchos de los lugares que se mencionan en el libro ya no existen, recurrí a mi memoria de los noventa para recrear esos hoyos garibaldianos. Señorita Vodka es un pequeño extracto de esa noche, es un retazo de muchas mujeres y de sus hombres por igual".
La narración y los personajes que Iglesias desarrolla solo son posibles gracias a la tensión que existe entre la realidad y la ficción, se dio cuenta de que en las historias simples hay mayor riqueza y que los personajes no necesitaban ser irreales. "De la realidad puedes hacer una ficción interesante, incluso la cruda realidad se puede tamizar con ficción para hacerla soportable", declaró la escritora.
Por supuesto, la narración no se limita al primer cuadro de la ciudad; la escritura de Iglesias es esencialmente urbana y busca acentuar lo caótico y problemático de todo espacio citadino. Pero eso no es todo, en la novela también habla sobre Hollywood Boulevard: "Siento que uno es el espejo del otro; son dos avenidas centrales en dos ciudades vorágines. Se me hizo muy importante hacer esa reflexión sobre de estos dos ejes que para mí son muy parecidos: son brillantes y sórdidos”.
A lo largo de Señorita Vodka se explora la idea de que la vida urbana trae consigo sujetos que pueden experimentar, de la misma forma, lo rapaz de vivir en una ciudad: "Esta historia podría estar sucediendo en un montón ciudades, todas tienen una avenida donde hay mugre que tratan de cubrir con adoquín y pinturita, pero no consiguen eliminar su esencia." Le pregunté sobre la esencia de nuestra ciudad y soltó su cerveza para responder: "El Centro. Este tiene su esencia mercantil, ahí puedes traficar todo: el amor y lo que quieras”
De nuevo salió a relucir la delgada línea entre la ficción y realidad cuando pregunté por qué entre las dedicatorias del libro, hay una dirigida a W. Está claro que Susana también está profundamente enamorada de él: "Es una dedicatoria muy a propósito, ¿por qué? Ese personaje me dio la historia. Me llevó a la noche, al vodka y a trasnochar para poder construirlo. W. forma la entraña absoluta de esta novela, a partir de él se crea la historia. Es maravilloso, dio una enseñanza en mi vida”.
Después de esa pregunta, la plática se fue diluyendo en bebidas, géneros literarios y la vida de escritor. En este último punto apareció de nuevo la novela y su protagonista: "El personaje es una escritora, para mí lo que menos importa es que la señorita Vodka sea teibolera. ¿Por qué la hice escritora? Porque si no, no puede jugar con las palabras. Si no fuera escritora muchos de sus pensamientos y argumentos no se podrían plasmar, no tendrían validez. Es el azar del maldito Eje Central es el que la lleva a las puertas de un Teibol”.
Después de esta aclaración, un mesero nos interrumpió amablemente para ofrecer otra cerveza pero ya no importaba, la conversación casi había terminado. Terminé mi último trago, me despedí de Susana y salí de la cantina. Aún era de día, no pasaban ni las tres de la tarde pero sentía que había engullido un pedazo de la noche.