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¡Feliz cumpleaños 50, Slash!

¡Feliz cumpleaños 50, Slash!

Slash y cuando cesa el hambre de destrucción.

Saul Hudson creció entre retazos de tela y alfileres que servían para ajustar los vestuarios de David Bowie que maquilaba su madre, y los bocetos de portadas de discos de Neil Young que realizaba su padre. La distancia que cada vez separaba más a sus progenitores lo llevó de la neblina inglesa, al calor sofocante de Los Ángeles, la ciudad que resguardaba el pasar de los años mozos de aquel joven que aprendía en la guitarra flamenca a fundar un estilo propio, el lugar en el mapa de California que se convertiría en el crisol de su historia en el mundo de la música.

A mediados de los 80’s, Los Ángeles era la tierra prometida para los jóvenes músicos que al llegar olvidaban sus viejos nombres de la granja para fundar sus alter egos, alborotar su cabello, tomar los instrumentos e inhalar cocaína tan rápido como el autobús que devorando las líneas blancas de la carretera los había llevado hasta Sunset Boulevard. Pero Saul, siguiendo esta tónica de crearse una identidad y exigiendo ser nombrado Slash, ya había estado ahí por mucho tiempo, y junto a Steven Adler tocaba y buscaba su oportunidad en los escenarios que cada vez más se veían dominados por las mismas bandas que abusaban del lipstick y el fijador de cabello. Poison rechazó a Slash en una audición, y no porque le faltara talento, sino por su nula atención en su arreglo personal.

En una de esas noches de juerga y un concierto en vivo, fue donde conectaron Axl Rose y Slash y comenzó aquella tormenta llamada Guns N’ Roses. Se encendió la mecha para hacer sonar esa Gibson Les Paul dorada que nos entregaría el más puro y sucio rock and roll que se creía perdido. Los solos sudorosos y las quemaduras de cigarro, los riffs en honor a los malvivientes,  las bailarinas nudistas y las jeringas de narcóticos, evoluciones dantescas como el solo al final de “Paradise City”, el hipnotizante intro de “Mr Brownstone” de las bromas a los himnos, de un arpegio gracioso, a la introducción de un tema que es referente de un sonido que rondaba entre lo cursi y lo explosivo: “Sweet Child O’ Mine”.

La espiral de furia, los constantes conflictos por el ego y la dieta de drogas y botella diaria de Jack Daniel's casi termino con la vida de Slash en el lobby de un hotel, el golpe de realidad a su alteza creativa llegó de la mano de Michael Jackson y su invitación a colaborar en el álbum Dangerous, la envidia de Axl comenzó a corroer las entrañas de la banda más grande de aquellos tiempos, el final llegó después de su obra magna, el disco doble Use Your Illusion, y el epitafio fue un triste desenlace con un disco de covers; “ese era el sonido de la banda desintegrandose”, refirió el guitarrista a Behind The Music de MTV respecto al disco The Spaghetti Incident?.

Después vinieron las colaboraciones bizarras, Marta Sanchez y Paulina Rubio para provocar muecas en los fans, Velvet Revolver para devolverles la fe en aquel guitarrista que hacía que tomaran una raqueta, una escoba o simplemente la imaginación (el air guitar que le llaman) para emular que tocaban el solo de "November Rain" en el filo de un barranco o en un escenario lleno. Guitar Hero fue su enganche a las nuevas generaciones que ahora compran sus Slash Signature Les Paul para emularlo, y tal vez después superarlo o dejar aquellas guitarras como adorno en sus habitaciones o en la sala de su reluciente casa nueva.

Hoy Slash cumple 50 años y sigue siendo un referente, una inspiración, una leyenda viva, un sobreviviente de los vicios del sueño que algunos idealizamos y que los libros y las letras de las canciones nos cuentan, aquel que implica viajar por el mundo, alimentarse del grito de los fans, dormir con groupies, beber hasta casi morir y vivir para contarlo, el gran cliché del rock and roll en el que algunos se difuminan, pero del que también otros salen bien librados gracias a la música, a los discos que quedan para la historia y a las actuaciones en directo que nunca se olvidan.