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Tras un año especialmente cercano a su público mexicano —con tres presentaciones en la CDMX, incluyendo House of Vans y el Corona Capital— AFI vuelve con Silver Bleeds the Black Sun…, su duodécimo álbum y quizá uno de los más atmosféricos y conceptuales de toda su trayectoria. En esta etapa, la banda decidió sumergirse de lleno en una estética onírica, etérea y casi fuera del tiempo, dejando que nuevas formas de escribir y grabar los llevaran hacia territorios inesperados.
Conversamos con ellos sobre su constante reinvención, el proceso creativo detrás del disco, el estado emocional que lo define y la singular relación que han construido con su audiencia a lo largo de generaciones.
AFI: Antes de empezar a escribir el disco tuvimos una conversación muy explícita sobre hacia dónde queríamos dirigirnos. Todos coincidimos en un tono y un sonido general que queríamos que el álbum tuviera, algo con continuidad. A partir de ahí decidimos una dirección bastante cercana al resultado final.
AFI: No fue evidente hasta el final. Una de las últimas canciones que escribimos fue “No One Underground”, que cierra el disco y es bastante distinta al resto. El álbum siguió evolucionando y cambiando. Simplemente lo dejamos ser, como siempre: cuando haces planes estrictos, nunca terminan ocurriendo. La música te lleva a otro lado.
AFI: Las letras intentan reconciliar nuestra existencia dentro de ese mundo sin dios, y hacerlo en un momento histórico donde ese conflicto se siente aún más intenso. El proceso entero —tanto escribir como grabar— es en sí mismo un ejercicio de reconciliación con esa sensación.
AFI: Este disco fue distinto porque, por primera vez, Davey ya tenía las letras escritas antes de que se compusiera la música. Eran casi poemas. Normalmente la música viene primero y después las letras se van tejiendo alrededor. Esta vez juntamos dos elementos que no habían nacido juntos. Funcionó sorprendentemente bien y fue muy gratificante. Tener letras previas permitió también escribir mejor, o al menos escribir de una manera distinta, más libre y más satisfactoria.
AFI: En cada disco hay una canción que revela el corazón del álbum. “Behind the Clock” fue esa canción para todos. No hubo discusión. Marcaba perfectamente el tono que queríamos presentar primero.
AFI: Es muy halagador cuando alguien trae a su hijo a vernos y quiere compartir algo importante para ellos. No sabemos si nos inspira directamente al crear —porque nuestras inspiraciones vienen de otros lugares— pero definitivamente nos conmueve. El simple hecho de seguir aquí tantos años, hasta el punto de ver generaciones completas escucharnos juntas, es algo muy significativo para nosotros.
AFI: No lo hacemos (Risas). Tenemos Instagram, pero es algo que no nos interesa demasiado. Entendemos que hoy la música circula así, pero nuestro enfoque siempre es la música, no el marketing. Afortunadamente nuestro equipo nos ayuda con todo eso.
AFI: Muchas gracias. Para nosotros es vital. Tomarnos ese tiempo es lo que permite que la música tenga fuerza y sentido.
AFI: Muy diferente. En vivo hay un intercambio de energía con el público que no se puede replicar, sin importar si hay cientos o miles de personas. Es algo visceral, emocional, a veces casi trascendental. En el estudio existe conexión con lo que estamos creando, pero no es compartida con desconocidos que tienen una relación distinta con la música. Esa combinación —lo que ellos sienten y lo que nosotros entregamos— es lo que hace que el show sea otra experiencia por completo.
AFI: Disfrutamos mucho hacer música. Cuando algo empieza a sonar demasiado familiar, nos aburrimos rápido y cambiamos de dirección. Eso nos mantiene en movimiento.
AFI: “Behind the Clock”. Si no, no la hubiéramos elegido como primer sencillo. Eso sí: si empiezan ahí, se van a sorprender cuando escuchen los discos más viejos… y si empiezan en los viejos, se van a sorprender con los nuevos. AFI siempre sorprende.
AFI: (Risas). “Agresivo, furioso, intenso.” “Viejos de mierda”, también funciona. UN FUEGO ADENTRO.