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La banda de Brooklyn habla sobre su nuevo álbum Getting Killed, la importancia del caos y cómo mantener viva la energía de sus canciones dentro y fuera del estudio.
A dos años de lanzar 3D Country, Geese regresa con un nuevo capítulo en su sonido. Getting Killed representa un salto hacia lo impredecible: un disco menos pulido, más humano, donde la banda neoyorquina decide romper sus propias estructuras para reencontrarse con la emoción de tocar. En entrevista con Indie Rocks!, Dominic DiGesu y Emily Green de Geese hablan sobre el proceso detrás del álbum, la libertad de equivocarse y el constante deseo de transformación que los impulsa.
G: En 3D Country queríamos hacer un disco perfecto, muy estructurado y pensado al detalle. Pero ese nivel de control terminó siendo agotador. Para Getting Killed decidimos trabajar con menos tiempo, menos preparación… y dejar que las imperfecciones hicieran lo suyo. Queríamos algo más espontáneo. Es difícil encontrar personalidad en una grabación perfecta.
G: No lo planeamos. Simplemente escribimos y trabajamos en muchas canciones hasta que algunas destacan por sí solas. De ahí surge el balance entre lo ruidoso y lo tranquilo, entre lo rápido y lo lento.
G: Es una de las más bellas del disco, con letras muy sólidas. Sentimos que era una buena forma de abrir esta etapa. Además, conecta los dos polos del álbum: las canciones más suaves, con percusiones ligeras, y las más grandes y expansivas. Y bueno, empezar un disco con la frase “I should burn in hell” nos pareció una manera bastante interesante de lanzar una campaña (risas).
G: Fue de las últimas cosas que resolvimos y nos tomó tiempo. Hay cierta lógica que termina saliendo sola: sabíamos que “Trinidad” debía ir primero y “Long Island City” al final. Luego tienes que cuidar que cada lado dure lo mismo, que ciertas canciones vayan juntas o que otras no se empalmen. Al final es como resolver una ecuación. Me cuesta mucho decidir el orden, pero estoy feliz con cómo quedó.
G: De lo que vemos todos los días, de ser humanos. Si escribes canciones con frecuencia, acabas volviendo a los mismos temas de distintas maneras. Es como ese truco de Wikipedia en el que, si das clic al primer enlace azul de cada artículo, siempre terminas en la página de “Filosofía”. Cameron podría escribir sobre cualquier cosa —una taza, una lámpara— y de alguna forma acabaría hablando de la ansiedad y del caos que se siente al estar vivo.
G: Cuando terminamos un disco nos convertimos en una especie de banda tributo a nosotros mismos. Tenemos que averiguar cómo hacer justicia a las grabaciones. En vivo todo se acelera, la adrenalina se dispara y terminamos tocando más fuerte o más rápido. A veces nos pasa lo contrario y decidimos hacerlo más suave. Las canciones evolucionan, cambian con el tiempo. Apenas empezamos a tocarlas en vivo, y sabemos que en seis meses ya sonarán distinto.
G: Que escuchen “Trinidad”, luego “Cobra”, después “Husbands” y “Getting Killed”. Y si ya llegaron ahí, “Islands of Men”. En realidad, creo que lo mejor es empezar con el nuevo disco completo. Si alguien quisiera entender quién soy, no le mostraría una foto mía de hace cuatro años, le mostraría lo que soy ahora.
G: Really good music. (Risas)