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Cumbre Tajín día 5: Bailando con leyendas

Cumbre Tajín día 5: Bailando con leyendas

Editorial
Pablo Navarrete @pabnavarrete

Pablo
Navarrete @pabnavarrete

27/Mar/2013

Última noche: cielo bondadosamente nublado, la felicidad del público aumentada durante el transcurso del festival y la promesa cumplida de una noche de baile. En todos los conciertos se baila, pero una cosa es hacerlo hombro con hombro con tu vecino(a), y otra es sentir sus caderas. Bailar con la sangre, con un sentido de lo latinoamericano (o sea, de lo guapachoso) es lo que vuelve tan poderosa a la música popular.

Todo comenzó con el acto de Villalobos Brothers. El virtuosismo con el que tocan sus violines se queda en el mero espectáculo. El caso de La Sabrosa Sabrosura es peculiar: serían un grupo apreciable, de no ser por la voz de su vocalista. 

El escenario finalizó con tres actos en español y con euforia. Iniciando con Celso Piña, El Rebelde del Acordeón dejó en claro que su reputación no es algo gratuito. Cuando una leyenda no da nada por sentado, cuando sabe que tiene que seguir esforzándose,  sucede que su persona y música no se agota. Celso Piña sigue teniendo capacidad para la fiesta porque la sigue buscando, sigue queriendo que su público la pase bien.

Y del aplauso acostumbrado se pasó al calor humano, tanto que muchos bailaron sin problemas con personas que no conocían. Muchas figuras protagónicas son acompañadas por músicos cesionistas, pero cada integrante de La Ronda Bogotá aporta lo suyo al sonido, algo que pudo escucharse nítidamente en “Cumbia Sobre El Río”, “Cumbia Poder” y “Cumbia Campanera”.

Después se pasó a un acordeón más azucarado: el de Julieta Venegas. Su interacción con el público fue parca, pero su setlist de éxitos hizo que hasta los haters corearan  canciones como  “El Presente” y “Algo Está Cambiando”. La obra de Julieta Venegas puede tararearse con tanta facilidad, que termina por gustar o entretener en un concierto, más cuando se está a la espera del acto final.

Los Tigres del Norte ya ocupaban el escenario antes de su aparición. La explanada del Parque Temático comenzó a abarrotarse de señores con anchos sombreros, acentos norteños y botas vaqueras.

Permítannos hacer una larga y merecida mención a Los Tigres del Norte. Nicanor Parra, poeta chileno que ha recibido premios tan solemnes como el Cervantes, es conocido por posicionarlos, sin dejo de ironía, a un lado de Shakespeare. Para él, son todo lo que la poesía siempre ha querido ser: lenguaje crudo, lleno de color y violencia. Se trae a colación al chileno para demostrar que Los Tigres del Norte han dejado de ser una pintoresca banda nacional; ellos ingresan al terreno de las entidades, de las ideas. Censurados por cantar sobre temas delicados, son contracultura y son instituciones nacionales, y en el escenario su vejez se vuelve un aditamento más de su elegancia norteña.

Tocar por tres horas y sin lista de canciones premeditada es algo que ni siquiera los artistas pop más dedicados a sus fans han logrado. Los Tigres del Norte salieron a complacer descarnadamente a su público con canciones como “Jefe de Jefes”, “Le Compré La Muerte a Mi Hijo”, “La Reina del Sur” y “Golpes en El Corazón”. Los gritos de mariachi y el famoso “punta-talón” del baile norteño fue como el público agradeció un concierto que no dejó espacio a la inconformidad.

Así finalizó Cumbre Tajín, festival que, a pesar de los incendios, cumple con todos sus propósitos. Se aprendió de la cultura totonaca, se disfrutaron de las baratas cervezas y se finalizó con leyendas, leyendas de la clase que entablan una comunicación casi telepática con su público.

Esperemos que ustedes se la hayan pasado tan bien como nosotros.

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Pablo Navarrete @pabnavarrete

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