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21/May/2012
Haciendo a un lado cualquier bondad que se le quisiera dar al recital de Antony & The Johnsons, la pasada noche de sábado en el Teatro de la Ciudad fue la viva expresión del poder de las emociones humanas, gritos, llantos y aplausos, girando alrededor de uno de los cantantes únicos e irrepetibles hoy en día; lo que bien pudo ser un sobrio concierto al lado de una orquesta donde rampantes aplausos hacían que un pomposo cantante cumpliera con un sereno ritual operético, se dio paso a una convivencia en medio de vientos y cuerdas que besó a los presentes en la mejilla provocando sonrisas, carcajadas y aplausos frente a una de las tantas caras que hay en la belleza del hombre: la música.
Podría parecer imposible que un ente tan delicado como Antony, con cualidades prácticamente efímeras y dignas de compararse con una aurora boreal o un arco iris que depende solamente de ciertas condiciones para aparecer, pudiera tener un lugar y un espacio dentro del mundo corpóreo al que estamos acostumbrados, pero fue el mismo Antony quién se encargó de recordarnos que no es un ser más allá de nuestro entendimiento, sino que al igual que cualquier otra persona, tiene deseos, tiene miedos, esperanzas, y sin dubitativa en mostrarlo, se atreve a reírse de sí mismo apelando su misma humanidad preguntando con su picara sonrisa. “¿hay algún otro maricón en la casa?” mientras reía, brincaba y platicaba en voz propia que más allá de religiones o concepciones divinas, todos venimos de un hermoso planeta llamado “Tierra” que debemos cuidar como se merece.
El programa anunciaba un sublime montaje de “The Crying Light”, con escenario y show láser, donde temas como “Dust and Water”, “You Are My Sister” y “Hope There’s Someone” cortejaban al presente, pero una vez más recayendo en el fortuito e impredecible elemento de un concierto que se desdeña de su naturaleza barroca o de cámara, el programa veía venir la conmoción y fatiga emocional que podía producir, y sobre todo, no hacía nota de la presencia sin igual de Antony donde con su muy coqueta manera de ser, narró sin formalidades sus impresiones de nuestro caótico país, la cristiandad y la madre naturaleza, extendiendo con amor sus brazos a un público que, reunido bajo la premisa de un concierto que prometía ir más allá de convencionalidades, obtuvo más de lo que pidió.